El crimen psicológico

El mundo de hoy es un sistema complejo y dinámico, signado por la velocidad, la competitividad y un “boom” tecnológico que cambia el sistema de relaciones personales. Hay más globalidad, pero es mayor la individualidad, y el quiebre de los valores morales es ya un asunto preocupante y obvio. Hablar de respeto, compasión o caridad, puede resultar fuera de foco o incluso gracioso. Sin embargo, la violencia, la maldad y el crimen se ven como estilos normales de comportamiento. Esta deshumanización se ve en los medios, la empresa, la escuela e incluso en la familia. Atentamos contra nuestra estabilidad emocional, contra nuestro bienestar de vida, y pasamos de alto el asunto sin percatarnos de que estamos ante lo que he denominado: un crimen psicológico.

Un crimen psicológico es un acto a través del cual una persona daña emocional o moralmente a otra, a través de lesiones en su integridad psicológica. Los criminales psicológicos se sirven, para lograr sus propósitos de diversos tipos de armas, de estrategias de manipulación cuyo objetivo es que «el otro» se humille, se inhiba, se anule, se esconda, se calle, huya, pida perdón, se entregue, se rinda o cambie su forma de pensar, sentir o actuar en favor del manipulador.

Para lograrlo, el victimario estimula o induce en su víctima sentimientos negativos y limitantes, a fin de que se sienta inadecuado, inferior, incapaz, insuficiente, poca cosa, menos, nadie… nada. La meta es, a final de cuentas, afectar con el equilibrio mental de los otros, para lograr controlar su voluntad.

Entre los métodos más comunes de los cuales se sirven estos agresores mentales, están: la indiferencia, los gritos, las amenazas y las culpabilizaciones. Este tipo de crimen, puede hacerse de forma consciente, o sin que tengamos la menor idea de lo que estamos haciendo y causando.

En algunos casos, el crimen psicológico es cometido por uno contra uno mismo, usando para ello recuerdos dolorosos o preocupaciones amenazantes que nos desestabilizan la psiquis y producen respuestas somáticas en forma de enfermedad.

En cuanto a dañar a otros, cometen crímenes psicológicos los médicos que acaban con las esperanzas de sus pacientes al cerrarles toda posibilidad de recuperación, con palabras desintegradoras como «incurable», «imposible», «nunca» o «siempre», en franca demostración de ignorancia e insensibilidad. Apoyados en una ciencia, cambiante e inexacta, anulan el poder del amor y de la fe.

Cometen crímenes psicológicos los abogados que se dedican a destruir pudiendo negociar, al igual que los jueces «tarifados» que privan a muchos de su libertad, de manera ilegal y cruel.

Cometen crímenes psicológicos los padres que en lugar de acariciar, halagar y respetar a sus hijos, los regañan, humillan, comparan, critican y maltratan, más por hábito o desahogo, que por justicia o requerimiento disciplinario. Muchos padres son criminales peligrosos, pues atacan a diario sus hijos, que están en posición débil y dependiente. En el hogar se gestan incontables traumas de los que no queda ni evidencia ni castigo.

Cometen crímenes psicológicos los periodistas que aterran a la población con informaciones alarmantes, expuestas sin consideración ni profesionalismo, en busca de generar impacto premeditado, a conveniencia personal o en seguimiento de una línea editorial que aspira a obtener jugosos ingresos económicos y se apoya para ello en el amarillismo y en la mentira.

Similar mentalidad es la de algunos directivos de medios, cuyas decisiones ponen en pantalla contenidos deformadores de la conciencia individual, haciéndola propensa a la desconfianza, la maldad la violencia y a la deshumanización generalizada, con el pretexto pragmático y manido, de que eso es lo que la gente quiere ver.

Otros que figuran en la lista de criminales psicológicos, son algunos maestros insensibles, que desmoralizan a sus alumnos haciéndoles dudar del valor de sus potencialidades. Asimismo, sacerdotes abusadores que controlan su feligresía con culpa, miedo y una historia religiosa deformada, y obediente a poderes eclesiásticos que en muchos casos manifiestan una integridad francamente dudosa.

Expertos en este tipo de delito invisible son los políticos, líderes en promesas incumplidas, omisiones y falsificaciones. Campeones y causantes de la decepción y la frustración de millones de personas.

En el mundo íntimo también hay crimen psicológico. En las parejas, es frecuente la descalificación, el abuso, la desatención, la manipulación económica, los celos enfermizos, la ofensa indiscriminada, la invasión al espacio personal o el abandono injustificado.

¿Qué hacer frente a todo esto? Comencemos por no practicar ni justificar estas modalidades de ataque a nuestros semejantes, en ninguna de sus manifestaciones o contextos. Si nos descubrimos en ello, es nuestro deber rectificar y evitar la reincidencia. También, podríamos ayudar a otros a darse cuenta de situaciones que resultan por habituales, regularmente inadvertidas. Es posible promover la convivencia basada en valores más positivos, y denunciar los intentos de abuso cuando se presenten. Cada uno que haga lo suyo y el mal encontrará freno. El resto, es cosa de Dios. www.laexcelencia.com.

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