La vorágine

“El liderazgo es lograr que las miras apunten más alto, que la actuación de la gente alcance el estándar de su potencial y que la construcción de personalidades supere sus limitaciones personales.”
Peter Drucker

No, no voy a referirme en este escrito a la celebérrima novela del colombiano José Eustaquio Rivera, pero si haré mención de ese término que sirve de título a esta nota, el cual posee dos acepciones: la primera nos ubica en el remolino impetuoso de las aguas, bastante propio de la zona de Guayana, surcada por mágicas torrenteras: sin embargo, quiero hacer énfasis en el segundo de los significados y que el diccionario resume de la forma siguiente: “Confusión, desorden, precipitación en la forma de vida “. Cuando uno lee el magnífico libro que el Ing. Waldo Negrón ha escrito sobre el legado gerencial de Leopoldo Sucre Figarella (Editorial Graficolor, Ciudad Guayana Edo. Bolívar, 2011), le asaltan muchos sentimientos: nostalgia, admiración, asombro, frustración, inspiración. Toda una variopinta mescolanza de emociones, una andanada de pensamientos cuando se contrasta con la realidad actual de Venezuela y muy particularmente de Guayana. Esa Guayana prodigiosa que dibujó Rómulo Gallegos en forma de novela en su inmortal “Canaima”.

Indudablemente hay muchos aspectos rescatables en este libro, que nos presenta la pasión y capacidad de trabajo de un profesional de excepción como lo fue Sucre Figarella, descendiente, por cierto, del Mariscal Sucre, sobre todo si se considera que el texto puede dar pie a una cátedra libre en nuestras Universidades, donde se discutan y adecuen sus efectivos principios de gerencia. No obstante, hay una vista, una faceta, que quisiera profundizar: la gestión de Sucre Figarella en la CVG, con todos los desaciertos que pudieran endilgársele: guardó desde 1984 el sólido y claro objetivo de desarrollar a Guayana en forma coherente y armónica, con idoneidad y concierto. Es así, como en la rueda de prensa que a los efectos se realizó para presentar los planes rectores de la Corporación, se insistió en la necesidad imperiosa de ordenar bajo criterio común las políticas de todas las empresas en los diversos frentes. ¿Cuáles fueron los resultados de esas políticas adelantadas por espacio de diez años?: desarrollo, progreso, sensación de no-vorágine, que es precisamente lo que observamos en el presente por doquier en una zona, que agoniza más rápidamente de lo que quisiéramos, y cuyo impulso creador inicial es imperativo rescatar entre todas las fuerzas vivas que la componen.

Probablemente el empeño de hombres, como Sucre Figarella, muy bien retratado en el libro de Waldo Negrón, y la misma vorágine empobrecedora de estos aciagos días, nos impulse a construir consensos para llevar a Guayana al sitio que merece como tierra de abundancia, belleza y divinidad.

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