Difícilmente exista un problema que ocupe más la atención de los venezolanos hoy día, que el incremento permanente de los precios de todo tipo de bienes y servicios. Naturalmente, el centro de las preocupaciones gira, en la imposibilidad de preservar la capacidad de adquirir una misma cesta de bienes en el tiempo; es decir, con el paso de los días hay productos que eran de consumo regular -además, necesarios-, pero luego se convierten en incomprables, un pollo por ejemplo. En economía, el concepto que expresa lo anteriormente señalado, se conoce como: capacidad real de compra. Importa poco el valor nominal de cualquier cosa, sea el salario de un trabajador o el precio de un artículo; lo trascendente es la relación entre ese valor nominal con el nivel de precios. Me explico. Qué un profesor universitario devengue 800 mil bolívares quincenales no tiene relevancia alguna sí, cuántos bienes y servicios adquiere con ese ingreso.
Los procesos inflacionarios, entre otras nefastas consecuencias, diluye la capacidad real de compra de los ciudadanos, sobre todo, de aquellos que tienen al salario -ó pensiones-, como la fuente principal de ingresos. He allí, un aspecto esencialisimo del drama social que padecemos.
En 2017 la inflación, medida por su correspondiente indicador, el INPC se ubicó en 2.616%, de acuerdo al cálculo que de el realiza la Asamblea Nacional.
El Índice de Precios, como todas las demás variables económicas, depende de un conjunto numeroso de factores; pero, de igual forma, un reducido número de ellos, explica lo fundamental de su comportamiento. Hay relativo consenso que la Liquidez Monetaria (LM) -dinero en la economía más crédito bancario-, conjuntamente con lo que suceda con la demanda real de dinero (DRD), determina el curso que tomaran los precios en un periodo determinado; dado que la oferta real de dinero es el cociente de la oferta nominal de dinero (LM) entre el nivel de precios (INPC) y en situación de equilibrio es igual a la demanda real de dinero, entonces: INPC=LM/DRD.
Un gobierno que se plantee como objetivo, garantizar la estabilidad de los precios en la economía, inflaciones de un dígito por ejemplo, está en la obligación, de limitar el aumento en la cantidad de dinero (LM) a las estrictas necesidades determinadas por el incremento en la producción de riqueza nacional -PIB-, componente fundamental de la demanda real de dinero; manteniendo además, estable y bajo el costo de oportunidad de poseer dinero. Dicho de otra forma, que la oferta de dinero sea equivalente a su demanda y, que la gente, no sienta que poseer bolívares, en nuestro caso, represente una perdida de patrimonio. Caso contrario, estamos en presencia de lo que se conoce como un alto costo de oportunidad del dinero. ¿Quien desea hoy día poseer bolivares?: Nadie. Su costo de oportunidad es muy alto. Ese desprendimiento acelerado que los ciudadanos hacen de sus bolívares, presiona la demanda de bienes y servicios, que además son muy escasos, en consecuencia, multiplica la inflación.
2017
En enero del año pasado la Base Monetaria (BM) -Liquidez creada por el BCV- que circulaba en la economía se ubicaba en 10,4 billones y cerró en diciembre en 127,6 billones de bolívares, lo que representó una variación anual de 1.126%, con un crecimiento intermensual de 22,38%. La demanda real de dinero es el cociente entre la liquidez monetaria y el nivel de precios, por lo que el año anterior, su valor se ubicó en -64% (1.700%/2.616%). Detengamonos en este último dato. La demanda real de dinero conecta el mercado de dinero con el de bienes, y dado que la producción de bienes y servicios (PIB) cayó 15% en el 2017 -Ecoanalitica- en un contexto de masivas inyecciones de liquidez, vía emisión inorgánica de dinero, pues el resultado no podía ser otro. Este descontrol -al alza- en los agregados monetarios en relación con la caída abrupta en la producción de bienes, se tradujo -no puede ser de otra forma- en la escalada de precios que observamos en el año que recién culminó.
2018
En situaciones de hiperinflación se produce un rezago entre lo que percibe el gobierno, vía impuestos más venta de bienes, respecto a los incrementos casi a diario de los precios; además, aumenta la frecuencia de exigencias de aumentos de salarios de la nómina pública, lo que determina una «necesidad» de imprimir cada vez más, dinero inorgánico para satisfacer demandas que crecen con la inflación. ¿Qué estamos diciendo? Que la base monetaria en este 2018 -en escenario de status quo o que no cambie el gobierno- será, inexorablemente, mayor a la observada en 2017. Nos luce que una estimación de 40% intermensual, asumiendo de 8-9 incrementos salariales al año, más incremento del gasto público por efecto de la elección presidencial, sumado a incrementos en la protesta social que el gobierno buscará a aplacar mediante transferencias directas e indiscriminadas de dinero, es perfectamente congruente. ¡Claro, podría ser mayor!
De lado de la demanda real de dinero, estimamos que la misma caerá entre 52 y 58%. Esto considerando una contracción del PIB, entre 6-10% (BM, Ecoanalitica), en un contexto de subida de la liquidez monetaria y a la «huida de saldos en bolívares» dado el agravamiento alcista en los precios, promovido por el alza en el costo de oportunidad de poseer dinero.
Estimado el comportamiento de los agregados monetarios y de la disminución de la demanda real de dinero, a partir de las variables que le son críticas, lo demás se lo dejamos a la fórmula matemática que proyecta el comportamiento de los precios, por cierto, validada en muchas experiencias concretas. Es así como resulta el pronóstico que sirve de titulo al presente artículo: 12.497=[(1+40%)^12/(1-55%)]-1.
Obviamente, si las variables utilizadas en el modelo se comportan como lo hemos supuesto, el índice de precios estará al rededor de esa cifra. No exactamente, pero muy parecida. En la conformación del INPC, participan otros factores; solo que los señalados son los más determinantes.
12.497% ¿Qué significa?
Qué en promedio, los precios se multiplicarán por un factor que irán desde 100 a 140. Siempre unos precios aumentan más que otros. Tal situación depende de muchos elementos asociados a la estructura de oferta y demanda de cada producto. Pero de seguro, si no hay cambios en los fundamentos que rigen la actual política económica, un jeans, por ejemplo que constaba en diciembre pasado un millón de bolívares costará sobre los cien millones (multiplicado por un factor de 100) el diciembre venidero; un huevo de gallina que al momento de escribir estas notas tiene un valor de Bs 9.000, a final de año costará al rededor de Bs 1.000.000 (multiplicado por un factor de 111); y así sucesivamente.
…¿Y tiene que ser así?
Definitivamente no. Solo tenemos que manejar los asuntos económicos de un modo diametralmente diferente a como se ha venido haciendo en las últimas dos décadas. Prudencia monetaria y fiscal; dirigidos todos los esfuerzos a configurar una estructura de incentivos a fin que cada actor económico haga lo que le corresponde, en un contexto de preservación de los equilibrios macroeconómicos básicos, garantizando, el ascenso social de las mayorías para darle legitimidad y viabilidad política al nuevo proyecto de desarrollo nacional.