A Mateo Manaure en el festejo de sus 86 años

Mery Sananes – Esta carta a Mateo Manaure la escribimos en el 2004, cuando el maestro cumplía 78 años. Hoy celebra 86 y retomamos las palabras de entonces para prolongarlas en este tiempo que no cesa de ser el mismo.

Su obra es un verdadero tesoro que pertenece a la humanidad entera, salvo que aún aguarda ocupar su lugar, no en los atriles de los museos, sino en el corazón del hombre que habita las tierras que él moldea como un alfarero sobre los lienzos.

Sobre él, como sobre tantos otros que como él, vislumbran el porvenir en sus dedos alquimistas, recae el silencio que levanta muros y acecha oscuridades.

Desde estos espacios de Embusterías celebramos una vez más a este Maestro Floricultor de la Cátedra Pío Tamayo y el Centro de Estudios de Historia Actual, a este troquelador de sueños y amaneceres.

MATEO MANAURE, TRANSEÚNTE DEL PORVENIR en el festejo de sus 78 años

Mateo:

A quienes en estos duros tiempos apostamos a ser constructores de futuro, nos ha tocado intentar la vida en medio de la mayor devastación. Porque las sombras tienen tanta dimensión que oscurecen los lienzos más luminosos. Amurallan las palabras más sonoras. Desdibujan los gestos más sencillos hasta convertirlos en muecas. Circo, teatro, pesadilla.

El mundo es un agujero hondo, profundo, que pareciera que nunca ha de tocar fondo. Por ese acantilado se deslizan los sueños de una humanidad que no termina de amanecer. Por el contrario, como si se negara ella misma a traducirse en armonía.

YA NO HAY RENDIJAS

¿Pero qué le ha ocurrido a eso que llaman hombre para que no reconozca la vida, para que ande sembrando la muerte en toda dirección y sentido, como si su única esencia fuera la de ser sepulturero y asesino, sepultado o asesinado? No hay rendijas por donde asomarse para adivinar un rayito de luz.

No hay puertas que se abran sino aldabas que se cierran, postigos que se juntan, herrumbres que le roban el color a las auroras. Estamos atrapados, como nunca antes lo estuvo esto que se llama humanidad. Como si nos reiteraran que no hay salida, que de nada vale buscarlas, que la ternura es una mentira inventada para adormecer a los niños, y la vida un bien que se negocia.

PERSEVERANTES ARTÍFICES DE UN RÍO DE TIEMPO

En ese mundo habitamos, sobrevivimos, padecemos. Somos jirones de pesadumbre que se disfraza a veces de alegría. Retazos de penas que no saben de término. Incesantes encendedores de lámparas a las que se les ha agotado la mecha. Perseverantes artífices de un río de tiempo, represado en los muros de una noche que no acaba.

Somos, como dice Pío Tamayo, inútiles para vencer, pero necesarios, imprescindibles para dejar las huellas de lo que será, más allá de toda contingencia y de toda destrucción. Como el hilo de plata que deja el caracol en su paso lento por la tierra. De ellos está bordado el planeta y tal vez algún día los hilos de plata se conviertan en hilos de fósforo, y los hilos de fósforo en tiempo del hombre.

TU RÍO DE LUCIÉRNAGAS

Para eso son tus lienzos, Mateo, y la alquimia de tus manos derramando incandescencias sobre telas que nunca imaginaron que habitaría en ellas resplandeciente la vida. Para dejar en silencio la geografía del paisaje que aún no adivinamos. Para tomar de la tierra las hebras vegetales de todos los bosques y regalárselos al agua.

Como cuando te detenías en el río de luciérnagas que le regaló a tu noche de naufragios la canción de la luz. De ese silencio sonoro venimos y hacia él vamos, alzando cometas como si el corazón fuese un largo e infinito cordel de alegrías inéditas.

ESTAMOS TERRIBLEMENTE SOLOS

Y por eso, Mateo, nos acecha la soledad. Estamos terriblemente solos. No pertenecemos a ninguna asociación de sepultureros ni a ninguna confederación de vendedores de ilusiones. No buscamos cobijo bajo ninguna bandera ni tienen nuestras tardes espacio en las contiendas de los politiqueros, los financistas ni los clérigos. Nadie nos puede otorgar otra titularidad que no sea la de hombre, ciudadano de un mundo que aún no se construye, parte armónica de un universo que aún no descubre sus leyes ni sus cauces.

¿Cómo entonces dejar que alguien nos ubique donde no tenemos cabida? ¿Cómo permitir que quienes tienen el oficio de mercaderes pretendan que tus pinceles puedan dibujar al compás de otro ritmo que no sea el de tu corazón volantinero? ¿En qué mesa habremos de sentarnos para compartir el pan de tus atardeceres?

Ni los amigos, que alguna vez dijeron serlo, ni los que de antemano han dicho que no lo son, ni los advenedizos que de pronto se acercan en busca de un racimo de color, ni los propios ni los ajenos, que no han sido fieles a un código de ternura, a un deber de humanidad, a una relación entre hermanos, podrán usurpar nuestro silencio, ni la soledad desde la cual atesoramos haces de luz cada mañana.

ORFEBRE DE LA VIDA Y ARQUITECTO DEL AGUA Y DEL ÔLEO

Nada fácil este vacío gigante que nos mide. Y sin embargo, quienes como tú son orfebres de la vida, arquitectos del agua y del polen, perseverantes centinelas de los destellos que aguardan por alumbrar este triste planeta, lo tienen todo. Y en tu caso es como si atesoraras la esencia de la vida en el lienzo que se abre al ojo que lo ve.

No importa que este tiempo sea de pupilas que no se reconocen en el rostro del hermano. Tú estarás trazando las rutas al mirar, las coordenadas al ser uno en el otro, y así hasta que no haya ni un hombre sin un espejo en el cual descubrir el misterio centelleante de su propia alegría.

No importa, Mateo, que el lienzo esté esculpido del iris de las penas, del geranio de los suspiros que no se convierten en veleros, del ocre de las arenas que no llegaron a trasmutarse en cristales. Lo que importa es que nada ni nadie se haga dueño de lo que sólo pertenece al viento gigante del que somos hijos.

ABRUPTO EL RECORRIDO QUE CONDUCE A LA LUMBRE

Por eso es tan difícil ese oficio de ser transeúnte del porvenir, artesano de fogatas, recolector de piedras que llevan en su interior la clave de todos los incendios. Abrupto el recorrido que conduce a la lumbre.

Pero es nuestro, de quienes, como dice Pío Tamayo, tomamos el futuro en la mano para moldearlo con líneas de ciencia y arte nuevos. De quienes viajamos en el bajel de una lágrima, avivando a nuestro paso la vida del mañana, para que brote al fin, el verdadero equipaje del hombre.

TUS LIENZOS ENCANDILAN LAS ASTROMELIAS DE LA ALEGRÍA

Por todo eso, Mateo, reiteramos el mapa de mágicos vuelos que desde tus pinceles alcanza nuestra palabra, que ahora habita los territorios del silencio, se anida en el follaje de los bosques, en el murmullo de los ríos, buscando cincelar las aristas que la convierta en pájaro de fuego, para irse entonces a juntar con las danzas de tus líneas, el fulgor de tus suelos, la fiesta de tus sonidos de orinoquias, hasta prendarse, anónima y colectiva, en el aroma de la existencia.

Por todo eso, Mateo, y para festejarte en este nuevo octubre, de tus 78 años, depositamos, una vez más, en los rituales de tu tiempo, el vuelo eterno de las mariposas que emigran de tus lienzos para ir a encandilar las astromelias de la alegría.

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