A propósito de ser Psiquiatra…

Si alguna vez se preguntara: ¿Qué es ser psiquiatra?. Seguramente le vendrían a la mente muchos calificativos: “Trata solamente a locos”, “Es lo mismo que un psicólogo”, “Como a los curas, hay que contarles toda la verdad” o en el más prejuiciado de lo casos, “Serán tan locos como sus paciente”. Pues, nó. El psiquiatra, primero que nada, es un médico, y como tal, toda consulta es un acto médico, solemne, regido por un código de ética, de respeto hacia el paciente, en la búsqueda del diagnóstico adecuado. La Psiquiatría de antes trataba a la mente y no se tomaba en cuenta el cerebro. Ahora, se trata el cerebro y después la mente. El cerebro, esa gran glándula que produce nuestras ideas, moduladora de nuestro comportamiento, y que, además, nos registra la vida, el día a día con su capacidad de memoria inventario, que nos da los sueños, que nos produce la mente, es lo que la ciencia está cuidando. Hoy en día, la Farmacoterapia que cura ese cerebro, nos acelera escenarios de psicoterapias que nos ayudan a encontrar herramientas individuales, para afrontar los problemas e identificar sus soluciones.

Los impresionantes y contundentes avances científicos que la ciencia está develando, nos demuestran la existencia de un laberinto neuroquímico ilimitado del metabolismo cerebral. A saber: Un billón de células; sesenta neurotransmisores conocidos, se supone que queden más de trescientos por identificar; entre dos y diez subtipos de sistemas enzimáticos para transporte y liberación de éstos; todo un micro mundo infinito de posibles disturbios neuroquímicos, verdaderas tormentas cerebrales (brainstorms).

Pero también, los psiquiatras deben enfrentarse a la raíz de los problemas del hombre que nacen de la sumatoria de fenómenos físicos, funcionales y psicológicos. Hacer diagnósticos con mayor densidad humana, y no descartar que los procesos orgánicos activan episodios de ansiedad generalizada o depresión, y que estos mismos cuadros clínicos nos anuncian la presencia de cuadros malignos, forman parte de esa circunstancia tan intensamente humana como es la depresión, las pérdidas de las facultades mentales, ansiedad, desajustes conductuales, alteraciones de la respuesta sexual y duelo, representan un verdadero desafío que abarca lo físico, mental, moral y espiritual.

Cada vez más, tenemos que estar impregnados de un racionalismo académico, sedimentado por las experiencias cotidianas que enriquecen el aprendizaje empírico. Tenemos que estar preparados para un mundo distorsionante y bizarro, que es el tercer milenio. Resulta paradójico que, mientras se trata de mejorar las condiciones de vida material, mientras se alcanzan deslumbrantes progresos de la tecnología y la comunicación social y se hacen descubrimientos en las investigaciones biomédicas, el hombre de la sociedad contemporánea está expuesto a un verdadero TEST de Salud Mental. La desintegración familiar, la violencia doméstica social y política; aumento de los niveles de criminalidad y pobreza; nada más en Latinoamérica, de 441 millones de habitantes, 250 son pobres; con barreras culturales, folklorismos extremos, poblaciones urbanas auto excluidas, presas del pánico, atascadas entre los barrotes del miedo; líderes iluminados “demonios maquillados”, que con su perversidad destruyen grupos, familias y sentimientos; búsquedas desesperadas de respuestas a leyendas antiguas y modernas “nuevos líderes”, “nuevos santos”, el sexo abierto, los “Fitnees” verdaderos templos de jolgorios hormonales; el enriquecimiento barato: “la política”, la industria más productiva; explicaciones angustiantes a religiones milenarias; vida intergaláctica, seres extraterrestres; la incertidumbre de la soledad del hombre… ¡Que mundo! Un mundo borderline, que nos demanda nuevas y renovadas exigencias para mantenernos en ese “vaivén” frágil, vertiginoso que significa la estabilidad mental y emocional. Pero, ¿Dónde están los promotores de salud de éste nuevo siglo? Aquí estamos para denunciar a esos demonios infiltrados, aquí estamos para disminuir la lacerante aprehensión con que vivimos y para con nuestro aporte, tratar de mejorar la dignidad humana y acercarnos más al camino de la búsqueda de eso que llamamos felicidad… lo que necesitamos es tiempo, tiempo para hilvanar las contradicciones y entender…

PD “Paren al mundo, me quiero bajar” (Mafalda).