Adelantan estudios genéticos para interrumpir proceso de envejecimiento

De acuerdo a un artículo publicado en la sección de salud del por el portal Consu-mer.es EROSKI, uno de los mayores empeños de la comunidad científica es tratar de comprender cómo y porqué avanza el proceso de envejecimiento. Según el texto, a las consabidas recomendaciones sobre un estilo de vida saludable y adecuado para la edad, los científicos añaden ahora el potencial control de la maquinaria genética que in-terviene en el proceso. El conocimiento de los genes que se activan o bloquean durante el envejecimiento podría dar lugar a verdaderos interruptores de la vejez.
Consumer.es EROSKI destaca que muchos investigadores dan por hecho que las ge-neraciones humanas de dentro de un par de décadas serán bastante más longevas que sus abuelos. La investigación en las causas del envejecimiento, y en cómo ralentizarlo, ha dado pasos de gigante en los últimos años, hasta el punto de que, para muchos, in-cluso los actuales cincuentones podrían llegar a beneficiarse de sus aplicaciones. Y ojo, que no se trata de las actuales terapias anti-edad.
Consumer.es EROSKI cita a Jay Olshansky, veterano investigador en longevidad de la Universidad de Illinois en Chicago (EEUU), quien asegura que «la ciencia del envejeci-miento tiene el potencial de hacer posible lo que hoy no consiguen el quirófano, ningu-na píldora ni cambio comportamental: extender nuestro años de vigor juvenil». Del mismo modo, acortar significativamente la etapa en que se padecen enfermedades in-habilitantes y costosas para la sociedad.
El punto de partida es un cambio de concepto revolucionario: no es cierto, como se creía hasta ahora, que los organismos tengan un tiempo máximo vital inscrito en los genes. No hay genes del envejecimiento, sino un deterioro progresivo de los sistemas biológicos.
Según el artículo, con esta afirmación coinciden los investigadores estadounidenses David A. Sinclair y Lenny Guarente una reciente publicación de la revista Scientific Ame-rican. “Hoy creemos que el envejecimiento obedece simplemente al desgaste del cuer-po, debido a que decaen sus sistemas normales de reparación y mantenimiento”. ¿Y por qué este desgaste? Por la propia selección natural, explican los investigadores: “no hay motivos, al menos no evolutivos, para mantener en marcha un organismo una vez superada su etapa reproductiva, aquella en la que transfiere sus genes a la siguiente generación”.

Interruptores del envejecimiento
El artículo de portal Consumer.es EROSKI señala que el planteamiento es un cambio de enfoque con implicaciones importantes. Entre otras razones porque los investigado-res han descubierto que el deterioro de los mecanismos de reparación no es inexorable y que, además, es posible manipularlo a voluntad. En otras palabras: viene a ser como si el cuerpo tuviera interruptores que afectan a la velocidad con que envejece, interrup-tores «potencialmente ajustables», dice Olshansky.
¿Cómo llevar a cabo el ajuste? He ahí la cuestión. Los interruptores son sin duda ge-néticos, pero eso no significa que sólo sea posible intervenir en ellos manipulando los genes. Los investigadores conocen ya varias maneras eficaces de prolongar la vida en animales, y creen muy posible el desarrollo de fármacos que también lo logren. Ningu-na de ellas se fundamenta en la intervención genética.
Las dietas hipocalóricas pueden frenar el envejecimiento pero a cambio incrementan el riesgo de infertilidad o de trastornos alimentarios
Por ejemplo, la forma más exitosa de conseguir que un ratón, gusano, rata, perro y probablemente primate viva hasta un 30% más de lo habitual es restringir en hasta un 40% su ingesta calórica. El fenómeno se conoce desde hace más de 70 años, y aunque no se han hecho experimentos en humanos ya existe una Sociedad de Restricción Caló-rica que promueve este método para lograr la longevidad. Lo hacen, eso sí, alertando de sus riesgos: entre otros, pérdida de fertilidad, líbido y el acabar padeciendo trastor-nos de la conducta alimentaria.
Pero, ¿por qué funciona este método? La respuesta, según Sinclair y Guarente, no re-side en que una dieta hipocalórica frena el metabolismo y por tanto la emisión de los tóxicos radicales libres, como se creía hasta ahora. Comer mucho menos funciona por-que activa, mediante una ruta bioquímica específica, una familia de genes que ayudan al organismo a sobrevivir en condiciones de estrés. En mamíferos se sabe que los efec-tos de estos genes incluyen cambios en las defensas celulares; en los mecanismos de reparación y producción de energía; y en la activación de la muerte celular programada (término conocido como apoptosis).
Sinclair y Guarente apoyan su teoría en sus experimentos que muestran que, si se al-tera en animales transgénicos los genes que ellos relacionan con la restricción calórica (una familia de genes llamados sirtuins), la vida de estos organismos se prolonga en un 30%. Estos mismos genes, según se ha publicado recientemente en la revista Cell, una de las biblias de la investigación biomédica, son los que dotan de estabilidad al ADN, la doble hélice que contiene nuestro código genético. Su alteración en ratones, según han visto investigadores del Hospital de Niños de Boston, puede conducir a una aceleración súbita del envejecimiento. Algo así como la reproducción en condiciones de laboratorio de la progeria, enfermedad que reproduce los efectos de la vejez en niños que apenas superan los diez años de vida. Es justamente el efecto contrario al buscado.
La pregunta es: ¿Podría lograrse el mismo efecto de la restricción calórica o de la manipulación genética pero por vía farmacológica? Los experimentos hasta ahora mues-tran que sí. Aplicando una sustancia llamada Resveratrol, que activa los genes sirtuins (lo mismo que la restricción calórica) Sinclair y Guarente también logran prolongar la vida de distintos organismos hasta el citado 30%.
Y los genes sirtuins son sólo uno de los interruptores en que trabaja la comunidad científica. Sin embargo, nadie quiere crear falsas expectativas. El mensaje es: no es es-perable que nosotros ni nuestros hijos pasen de la centena de forma rutinaria, aunque tal vez nuestros nietos sí. Lo que sí se espera a más corto plazo es que de la investiga-ción en genes de longevidad se deriven fármacos para tratar enfermedades asociadas a la vejez, desde el alzheimer al cáncer. Y eso sí lo podremos disfrutar nosotros, aseguran los científicos.

Tomado del portal:
Consumer.es EROSKI