Adiós al Empleo

En el exacto momento en que estoy digitando estas líneas, tengo, aquí en mi escritorio, un montón de folletos de cursos de especialización, de los más variados tipos y precios, algunos con nombres bastante extraños que no me atrevo a descifrarlos. Sin contar con los folletos electrónicos. Pero sin estos cursos, se dice que es muy difícil encontrar una posición importante en una empresa moderna.

Al mismo tiempo, en la pantalla de mi computadora, hay 5 mensajes que recibí hoy de lectores afligidos (lo normal son hasta 10 mensajes, hoy es un día tranquilo).

Después de relatar sus desventuras, los lectores afligidos anexan sus currículos y me preguntan qué está errado en ellos, ya que no están consiguiendo una empresa “acorde” con su formación académica.

Pero eso todo el mundo lo sabe, no es ninguna novedad. La gran novedad, para mí, fue cuando trate de cuadrar calificaciones académicas con ofertas laborales. Leí los currículos y luego miré el montón de panfletos. Para mi sorpresa, los lectores afligidos ya habían hecho la mayoría de esos cursos y otros semejantes, y en algunos casos, otros mejores. Pero eso no era suficiente para abrirles las puertas de las “empresas modernas”.

Independiente de la edad y de la experiencia de los lectores afligidos, la respuesta para todos ellos era la misma: “No hay vacantes”. Pero, a pesar que no parezca esa una buena noticia, la mala, es que: “No habrá vacantes”, inclusive con crecimiento económico y lejos de las crisis de turno.

Según mis modestas estadísticas, que son muy diferentes que los datos oficiales de Latinoamérica, de cada diez profesionales bien preparados que hoy circulan por el mercado, no más de tres tiene empleo de acuerdo a sus calificaciones. Tres de ellos están sub-empleados, o sea se conforman con ganar menos de lo que merecerían, y cuatro figuran en la lista de los “por el momento estoy en la búsqueda de nuevos desafíos”

¿Pero, qué mundo es este?

Pues, ese es el mundo actual y creo que el futuro será más complejo. Un mundo enteramente nuevo, en que algo que nuestros padres llamaban de “empleo” está acabando, por lo menos según los parámetros que ellos usaban. Mi padre llamaba a este proceso con en el nombre de “buscar una colocación”. Mi abuelo, lo llamó de “conseguir un servicio”. Mi generación, más desarrollada, aprendió que el “empleo” era el arriendo temporario de nuestro tiempo y de nuestro talento, remunerados con un salario, un montón de beneficios indirectos y, con un poco de suerte una oficina con ventana hacia la calle.
Y, para conseguir todo eso, bastaban apenas dos cosas, “tener estudios”, “tener voluntad” y lógicamente, tener un currículo. ¡¡Y cómo fueron buenos esos tiempos!!

Mi generación privilegiada, fue la última en tener acceso casi irrestricto a las universidades y, lo más importante, encontró un mercado de trabajo carente de profesionales actualizados. Fue una fiesta, pero, como siempre, algún día alguien tendría que pagar la cuenta. Los que se llevaron el problema fueron la generación, de los lectores afligidos.

Resultado: Académicamente hablando creamos la mejor generación de profesionales de nuestra historia. Sólo que las empresas “modernas” viajaron en sentido contrario. Nuestras universidades están preparando muy bien a un profesional para un mundo que ya no existe. Y lo peor, es que están convencidas que lo hacen bien.

En el mundo entero, las fusiones de la década del 90 podaron miles de empleos. El avance tecnológico que recién comienza, otro tanto. Sin contar con la paranoia de la reducción de costos, la anorexia estructural y muchos otros flagelos.

Pero hay buenas perspectivas ¿no es cierto? Porque todo artículo que se precie de tal, debe traer también palabras de esperanza. Sí, hay, perspectivas. Buenas perspectivas.

¡¡¡Su éxito es ahora de su responsabilidad, usted es quien lo construye!!!

Pero eso no nos lo enseñaron en la Universidad, así que prepárese para reinventarse y emprender permanentemente y no le haga caso a los personajes que dicen que la situación se arreglara el próximo semestre. Puede ser tarde.

Aunque Latinoamérica crezca a tasas de 6% en los próximos años, esta tendencia no va a eliminar el déficit de empleos estables. Puede, cuando mucho, crear un numero razonable de trabajo variable. Sin mencionar que, cada año, algunos jóvenes bien preparados podrán continuar ingresando al mercado del empleo fijo.

Hasta hace poco tiempo atrás alguien, sin perspectivas de empleo, comenzaba a pensar en abrir su propio negocio. En los años 60, un bar. En los 70, un local de lotería. En los años 80, una arrendadora de vídeo. En los 90 un web site y en esta época un negocio vinculado a las redes sociales. O sea, el negocio propio era una alternativa para quien “no le iba bien en el mercado laboral” o “estaba insatisfecho”. A partir de esta generación que esta brotando ahora, el mundo está dando un giro sin precedentes.

Ahora somos capaces de producir sin empleo, pero no somos capaces de consumir sin empleo. .
Lo que las empresas tienen ahora, y al por mayor, son proyectos para ser llevados a cabo por un tipo diferente de trabajador. En esta área están las enormes oportunidades, pero pocos se están dando cuenta de este cambio y esperan que los avisos en los diarios solicitando profesionales, aumenten el domingo próximo.

El viejo y buen empleo quedó restricto a una minoría compuesta de muy pocos genios (escasos), afortunados (algunos) y apadrinados (casi todos). Por lo tanto el “empleo en una gran organización moderna” se transformó, de repente, en la menos recomendable de las opciones. No es una cuestión de competencia, pero sí de estadística. Los más amenazados son los que continúan aprendiendo a ser empleados para las organizaciones. O sea, para los futuros afligidos.

(*) Conferencista internacional

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