Adversidad y el comportamiento resiliente

“Si no está en tus manos cambiar una situación
que te produce dolor, siempre podrás escoger
la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”.
V. Frankl

La primera definición de “adversidad” es cualidad de adverso. Definiendo a adverso como lo que es desfavorable o contrario, de mala suerte, difícil de sobrellevar, donde hay desgracia; lo que causa daño moral o aquello que va contra lo que se intenta o desea.

Otros significados de esta palabra son: sufrir un suceso negativo; situación desventurada en que se halla una persona.

Popularmente, se considera que gracias a lo adverso se puede conocer a quiénes son fuertes, ya que forjan un carácter heroico y hasta estoico (que muestra dominio sobre sí mismo, especialmente ante las desgracias y dificultades). Esto es porque hay que sobreponerse al infortunio. (El caso de la juventud venezolana que se congrega pública y diariamente en las llamadas “manifestaciones”, que desea libertad y un mejor futuro y, lo que ha recibido es una cruel represión, incluso mortal, llegando a ser próceres de la nueva libertad que está por llegar y que han de considerárseles como “ilustres”, debe respetárseles por sus cualidades, y han de disfrutar de una distinción y trato muy especial).

En este sentido, los héroes y las heroínas de la mitología de cualquier cultura , siempre tienen que luchar contra la adversidad que se ha mostrado como monstruos, dificultades, riesgos, trampas, ocultamientos y más, que -para vencerles- hacen que el héroe o la heroína vaya desarrollando sus cualidades inherentes. En la mitología griega están: Aquiles, Menelao, Ulises (Odiseo), Afrodita, Atenea, Hera, y más.

En el campo de la psicosociología, la adversidad es un concepto abstracto que también se define como la cualidad de adverso, como puede ser el caso de una situación difícil de superar. (Ejemplo: la Venezuela actual, por cuanto el régimen gubernamental “¡imperialista!” no quiere adoptar -en sus estrategias de ejecución- las medidas correctivas de la calamitosa situación nacional actual, pues sus dogmas e intereses están por encima de la lógica racional de la humanidad).

“Imperialista” es el que hace imperar sus ideas sobre las de los demás, esclavizándoles, pues “imperialismo” es el sistema de avasallar a través de la fuerza (militar, económica, etc.): lo que se hace aquí.

Comúnmente, el término adversidad ha venido asociado a sucesos o situaciones en los que el infortunio y la desgracia juegan un rol muy importante. (Estos fatídicos factores los viene padeciendo Venezuela desde hace aproximadamente dieciocho años).

Ante estas situaciones hay quien se muestra inoperante, dejándose llevar y siendo incapaz de luchar para superar la prueba que tiene ante sí (éste es estilo actitudinal que han mostrado algunos líderes convencionales, públicos y privados, de la Venezuela actual). Otros, sin embargo, adoptan una posición diametralmente opuesta, creciéndose ante la adversidad (Nuestra gente joven que han entregado ¡heroicamente! hasta su vida por el cambio necesario del país). En vez de perderse en preguntas acerca de los motivos de ésta, se muestran fuertes y afrontan los hechos, mostrando frontalmente cara a la adversidad (buscando poner todo de su parte para revertir la situación).

Dentro de la liturgia católica, en el caso del matrimonio, cuando se leen los votos para el consentimiento de convertirse en marido y mujer, se debe repetir una frase en la que se halla justamente esta palabra. De ese modo, la promesa mutua es de ser fiel al otro tanto en los buenos tiempos, en la prosperidad, como en los tiempos aciagos y adversos. Es el amor el que logrará vencer todo infortunio y desgracia, ya que de allí nace la fuerza para continuar juntos en esta vida.

Esto es lo que propone la resiliencia, que es justamente la capacidad de adaptarse y transformar una experiencia traumática y adversa en crecimiento personal. Es cuando una persona se ve expuesta a circunstancias sumamente difíciles y, a pesar de ellas, encuentra en su interior el recurso y la habilidad para enfrentarlas, sacar de ahí fuerza y no solamente recuperarse, sino transmutar lo negativo en positivo. Se considera que de este modo se conoce el grado en que una persona está preparada para hacer frente a los contratiempos y -aun, en la mayor presión- poder salir fortalecido de ellos.

La palabra “resiliencia” debe su origen a un vocablo de origen latín: rescilio, que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar. Este término se adaptó a las ciencias sociales para designar a aquellas personas que luego de haber sufrido experiencias adversas han tenido la capacidad de salir sanas y fortalecidas de dichas vivencias.

Cabe preguntarse ¿cómo puede ser que algunas personas parecen tener desde su nacimiento ciertas capacidades de olerancia ante las frustraciones y las adversidades, mientras que otras no?.

Mucho se ha dicho si esta capacidad es innata o adquirida. Hoy, se puede expresar que comparte ambos conceptos. Por un lado, es una capacidad inherente a todo ser humano y por lo tanto: innata; por el otro, la posibilidad de haber acuñado un término para nombrar este tipo de capacidad, ha abierto la posibilidad de “distinguir” los factores que favorecen al desarrollo de la misma. Afortunadamente, el cambio de enfoque de la psicología tradicional, basada en el estudio de los procesos del enfermar, a la psicología positiva, donde se prioriza los aspectos sanos de la personalidad, ha ampliado un horizonte de esperanza y de acción concreta para desarrollar resiliencia.

¿Cuáles son los factores que favorecen el desarrollo de estas capacidades? Los seres humanos por ser seres sociales, necesitan de la interrelación con otro(s) ser(es) humano(s) para el sano desarrollo de las capacidades psíquicas. Estos ambientes deben ser contenedores y facilitadores del desarrollo de la autoestima, la esperanza, la adaptabilidad y la tolerancia a la frustración, entre muchas otras; generalmente, esto se da en el grupo primario; es decir, la familia, pero en muchos casos las familias son disfuncionales o inexistentes (es la moda de hoy día) y aunque esos ambientes facilitadores no hayan estado disponibles desde el origen, se pueden sustituir por grupos humanos secundarios que hagan las veces del grupo primario y posibiliten aprender esas capacidades incorporando nuevas maneras de pensar y de hacer.

La buena noticia es que los seres humanos cuentan con una potente capacidad de superar las adversidades y que es responsabilidad de cada quien descubrirla o adquirirla y tenerla a disponibilidad conscientemente para utilizarla ante aquellas circunstancias de la vida que no se pueden evitar.

Muchos pensadores y filósofos han dejado para la posteridad frases que hacen mención a esas situaciones en las que los hombres han de afrontar diversas adversidades y la actitud con la que lo hacen. Y es que la adversidad, como decía Montesquieu: “es nuestra madre” Un reto como proponía Séneca: “es una oportunidad de ponerse a prueba”. Y no sólo para uno mismo, sino también para quienes nos rodean, pues como apuntaba Sócrates: “Probamos el oro en el fuego, distinguimos a nuestros amigos en la adversidad”. Una idea que también dejó en sus escritos Cicerón, que plantea la adversidad como una prueba difícilmente soportable: “si no tuvieras un amigo que sufriese por ti, más que tú mismo”.

¡En honor a nuestra juventud heroica que muestra con hechos -espontánea y voluntariamente- la pasta con la cual está hecha: la de la aptitud que da pie a la actitud del comportamiento resiliente ante la adversidad!