Alejandro Gutiérrez: Retos y desafíos del sector agroalimentario venezolano (I)

Ante la importancia del sector agroalimentario en la reconstrucción del futuro del país y de su posible recuperación sostenible, hemos decidido invitar al Dr. Alejandro Gutiérrez a que nos de su parecer de lo que pudiésemos aspirar de este.

El Dr. Gutiérrez es un economista de la Universidad de Los Andes (ULA), M.Sc Economía Agricola de Iowa State University y Doctor en Estudios del Desarrollo del CENDES- UCV y consultor empresarial con una trayectoria destacada en el sector de la agroalimentación, quien amablemente aceptó conversar del futuro de nuestro país y en especial sobre que esperar de este importante sector.

Por considerarlo conveniente en Entorno-Empresarial hemos estructurado la entrevista en dos partes:

Pregunta: ¿Cuáles son los principales retos y desafíos a los que se enfrenta actualmente el sector agroalimentario venezolano?

Respuesta: El primer desafío es aumentar la producción. El producto interno bruto del país cuando finalice 2020 será apenas una cuarta parte del que era en 2013. La producción agrícola y de la industria de alimentos se ha venido abajo también.

La producción agrícola  ha mostrado una tendencia claramente decreciente desde 2008, especialmente en rubros clave para la seguridad alimentaria nacional como maíz, arroz, leguminosas, plátano,  caña de azúcar, carne de aves, huevos, carne bovina y leche. En 2020, el producto interno bruto agrícola per cápita (PIBAPC) disminuirá nuevamente y será apenas el 30 % de lo que fue en 1998 y apenas el 28 % de lo que fue en 2008 (año de máximo valor durante las dos últimas décadas). A ello se agrega que la industria de alimentos ha mermado su producción entre 2008 y 2020 en el orden del 75 por ciento. Esta merma significativa de la producción agrícola se ha dado en el marco del alza muy fuerte de los costos de producción pues los insumos se cotizan al dólar de mercado paralelo, sin financiamiento agrícola dada la actual política monetaria que  reduce al mínimo la función de intermediación de la banca.

Destaca el entrevistado, que a ello se agrega la existencia de un tipo de cambio todavía apreciado o sobrevaluado en términos reales lo que le resta competitividad a la producción nacional, la crisis del servicio de energía eléctrica, la escasez de gasolina y diésel, el aumento de la inseguridad sobre la tenencia de la tierra y personal, la persistencia de los acosos por parte de organismos oficiales, y el poco respeto por la propiedad pues persisten las invasiones de fincas  con total impunidad. A ello debe agregarse que el mercado se encuentra muy deprimido, hay una merma de la demanda de alimentos que se refleja en el aumento de la inseguridad alimentaria que ya reflejan las estadísticas de organismos nacionales e internacionales como Caritas, la encuesta de condiciones de vida (ENCOVI) de la UCAB, la FAO y el programa mundial de alimentos.

Como aspectos positivos debe mencionarse que en la actualidad ha habido una liberación de facto de los precios en los diferentes eslabones de las cadenas agroalimentarias y ello es un factor que ayuda a que los mercados comiencen a equilibrarse y desparezca la escasez. Sin embargo, debe tenerse presente que ese equilibrio entre oferta y demanda  de alimentos es un equilibrio de hambre porque la demanda efectiva de alimentos responde a un poder adquisitivo deprimido y la gente está pasando hambre.

Tenemos que aumentar el poder adquisitivo, la capacidad de los pobres para acceder a una ingesta de alimentos que sea suficiente para cubrir permanentemente sus requerimientos nutricionales.

El segundo desafío es el aumento de la productividad. Esta es una tarea que ahora se hace difícil sin insumos, sin medicinas veterinarias con un stock de maquinarias y equipos agrícolas obsoletos, que necesitan ser reparados y  renovados con nuevas inversiones. La mejora de la productividad, un tipo de cambio real competitivo y aprovechar al máximo nuestras ventajas comparativas. Dedicarnos a producir aquellos rubros para los cuales el país tiene dotación de factores o ventajas comparativas tiene que ser junto con los aumentos de productividad y un tipo de cambio real no sobrevaluado las bases de nuestra competitividad en el mercado nacional e internacional. Los pocos recursos tenemos que orientarlos, asignarlos a la producción de bienes agrícolas adaptados a nuestras condiciones agroclimáticas, para los cuales tenemos recursos humanos, experiencia, tecnología, una infraestructura que se puede recuperar rápidamente. Tenemos que evitar las falsas competitividades que dependen de proteccionismos exagerados e irracionales que el país ni los consumidores pueden pagar, que distorsionan la asignación de recursos e impiden aumentos de la eficiencia productiva. No podemos producir de todo porque no tenemos ventajas comparativas en todo.

Un tercer desafío es mentalizarnos para convertirnos en un país exportador de bienes agroalimentarios, con el mayor valor agregado posible. Tenemos posibilidades y ya algunas estadísticas  comienzan a revelar un crecimiento interesante. Insertarnos como exportadores en los mercados internacionales nos obligará a estar innovando, incorporar tecnología de punta y a tener procesos de aprendizaje que redundarán positivamente en mejoras de la productividad, del empleo y en la generación de divisas, ahora tan necesarias ante la destrucción que hubo de la industria petrolera.

Un cuarto desafío es el de lograr aumentar sostenidamente la producción agroalimentaria con uso de tecnologías menos depredadoras del ambiente. No es un simple deseo, es una realidad que imponen los compromisos planetarios en Naciones Unidas para enfrentar el cambio climático, preservar el ambiente y la biodiversidad. De manera tal que la producción agrícola-ganadera, que es una actividad altamente contaminante y consumidora de agua con las tecnologías actuales, tendrá que ir evolucionado e incorporando tecnologías y prácticas productivas menos depredadoras del ambiente y estará sujeta a regulaciones ambientales crecientes.

Pregunta: Según especialistas, el desbalance entre la cantidad de alimentos consumidos por el venezolano está muy por debajo de los requerimientos de la población. Si usted comparte esas afirmaciones ¿Cuáles serían las implicaciones de esa situación y como apuntar a solucionarlas?

Respuesta: En un informe de la FAO que se publicó el 2 de diciembre de 2020, se estima que para 2017-2019, 31,4% de la población estaba subalimentada (alrededor de 9 millones de venezolanos), y se destaca que la prevalencia de subalimentación (ingesta calórica por debajo de los requerimientos nutricionales). El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas también estimaba para 2019  32,3 % de la población en inseguridad alimentaria moderada o grave. La Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI) de la UCAB 2019-2020 considera que en Venezuela 36% de los hogares estaban en inseguridad alimentaria moderada y 33% en inseguridad alimentaria grave o severa. Las mediciones de caritas revelan un crecimiento de la desnutrición aguda de los niños menores de cinco años (bajo peso para la talla) y de la desnutrición crónica (retardo en el crecimiento) con consecuencias irreversibles para esos niños, lo que compromete su vida futura. Ese aumento de la inseguridad alimentaria es resultado del desastre económico y social que vive el país que se traduce en un crecimiento sin precedentes de la tasa de pobreza y de desigualdad en la distribución de la riqueza y en el acceso a servicios básicos de educación, salud, agua potable, hábitat sano, etcétera.

La inseguridad alimentaria tiene que ver mucho con la falta de poder de compra de la población, cuyos salarios se han reducido a niveles de miseria. De manera tal que la mejora de la seguridad alimentaria nacional pasa no solo por aumentar la disponibilidad de alimentos (producción más importaciones) sino que se requiere tener un crecimiento económico sostenido en el tiempo, inclusivo, que genere empleo formal y bien remunerado y por supuesto una política social que establezca  en el muy corto plazo transferencias monetarias directas para la población pobre, de forma que los pobres puedan recuperar su poder de compra y el acceso a los alimentos.

También se requiere aprovechar al máximo la ayuda humanitaria y obtener financiamientos que nos permita reactivar los programas de comedores escolares y populares, los programas de atención a los desnutridos y en riesgo de desnutrición. Por supuesto que se requiere aumentar la producción agroalimentaria nacional (agrícola y de la industria de alimentos) de manera tal que nuestra disponibilidad de alimentos sea principalmente de origen nacional y a precios competitivos. Las divisas son escasas y lo que podamos producir con márgenes razonables de eficiencia económica en el país tenemos que hacerlo, pues eso contribuirá  ahorrar divisas, a generar empleo y a mejorar las condiciones de vida de la población. Entonces, una nueva estrategia de seguridad alimentaria tiene que considerar entre sus prioridades el crecimiento de la producción nacional de alimentos.

Pregunta: ¿Cómo percibe los efectos de la pandemia en los resultados del sector agroalimentario y cuál ha sido desde su punto de vista, el comportamiento de nuestros productores?

Respuesta: Los productores agrícolas que continúan en sus labores son unos héroes

Ellos han luchado y siguen luchando contra las adversidades, siguen produciendo con un entorno muy difícil, con insumos cuyos costos aumentan, sin financiamiento de la banca, sin asistencia técnica, con muchas dificultades para conseguir gasolina, sin energía eléctrica, sin telecomunicaciones, con acosos de las fuerzas de seguridad oficiales y de grupos irregulares.

A pesar de los esfuerzos que hacen nuestros productores, en 2020 nuevamente volverá a caer la producción agrícola en el marco de una caída del producto interno bruto (PIB) que el Fondo Monetario internacional estima en un  25%. Ya lo dijimos antes, en 2020, el PIBAPC disminuirá nuevamente y será apenas el 30 % de lo que fue en 1998 y apenas el 28 % de lo que fue en 2008 (año de máximo valor durante las dos últimas décadas). Durante la pandemia los productores han resistido pero las condiciones del entorno determinan una nueva caída de la producción agrícola. Un alza de costos de producción en combinación con una demanda de alimentos que cae e impide que los precios recibidos por los productores aumenten al ritmo de la inflación termina por disminuir la rentabilidad. Y eso al final hace que la gente siembre y produzca menos en términos generales.

Esta entrevista continuará en su parte II.

Entrevista ha sido realizada por nuestro director Arturo Navarro Vargas