Algunas notas sobre Carlos Castañeda

Se ha escrito sobre ¿Qué razones habían para que Carlos Castañeda se ocultara sistemáticamente, evitara ser fotografiado y dejara un reguero de pistas falsas sobre su biografía? Una respuesta posible la da el propio don Juan en Una realidad aparte, (1971). A la hora de explicarle cómo opera un brujo -o, al menos, un «guerrero»- el supuesto indígena yaqui le explica a su discípulo que «poco a poco tienes que crear una niebla en tu alrededor; debes borrar todo cuanto te rodea hasta que nada pueda darse por hecho, hasta que nada sea ya cierto. Tu problema es que eres demasiado cierto. Tus empresas son demasiado ciertas; tus humores son demasiado ciertos. No tomes las cosas por hechas. Debes empezar a borrarte (…) Empieza por lo fácil, como no revelar lo que verdaderamente haces. Luego, debes dejar a todos los que te conozcan bien. Así construirás una niebla en tu alrededor».

La intención en este escrito es presentar algunas notas curiosas sobre lo que encerraba Castañeda. Entre ellas se pueden señalar como lo expone Leonardo Tarifeño:

• Que el «misterio Castañeda» me interesa menos que su obra. El secreto de su origen -¿es peruano, brasileño o chicano?- me parece un enigma mediocre, sobre todo si se piensa en los enigmas que nos proponen sus libros. […]. ¿Antropología o ficción literaria? Se dirá que mi pregunta es ociosa: documento antropológico o ficción, el significado de la obra es el mismo. […] Si los libros de Castañeda son una ficción literaria, lo son de una manera muy extraña: su tema es la derrota de la antropología y la victoria de la magia; si son obras de antropología, su tema no puede serlo menos: la venganza del «objeto» antropológico, (un brujo), sobre el antropólogo hasta convertirlo en un hechicero. Antiantropología.

• Era un hombre robusto, de pecho amplio y muscular, de complexión morena, ojos oscuros, pelo rizado negro, corto, y una sonrisa de dentadura perfecta. […] Casi nunca, si acaso, me había sido agradable alguien tan rápido, [tenía] una especie de inocencia, no del tipo naïve sino del tipo que uno supone que tienen los santos, los hombres sagrados, los profetas y los gurús.

• El espíritu de Castañeda era definitivamente pantagruélico y su lenguaje abusivo, y tenía un mordaz sentido del humor, sin embargo, emitía de alguna manera un auténtico y potente soplo de poder no terrenal. […] La verdad es que todos los chamanes exitosos y hombres santos son actores. […] Tal vez Castañeda había actuado en la escuela, en Brasil o Argentina, o donde fuera que haya crecido, (un asunto que nunca quedó realmente claro), pero su don natural para la actuación lo hubiera hecho un estudiante exitoso en el Actor’s Studio. Sin embargo, creí entonces en cada palabra de su libro y aún lo hago. Detrás de los trucos astutos -el aislamiento, la deliberada ofuscación de su biografía, su deleite al dejar pistas falsas para confundir a los periodistas-, Carlos Castañeda era real. Más real, de hecho, de lo que sus lectores más devotos pudieran pensar, ya que tenía un sentido común pedestre, de campesino…

• Ni siquiera Margaret Runyan, la primera esposa de Castañeda y madre de Carlton Jeremy, el hijo de ambos, (no reconocido por el escritor), que cuenta aquellos años de convivencia en Un viaje mágico con Carlos Castañeda, (1999), contradice la opinión generalizada sobre el carácter de su ex. Tampoco lo hace Amy Wallace, hija del escritor Irving Wallace y amante de Carlos, cuya historia puede leerse en Aprendiza de bruja. Mi vida con Carlos Castañeda, (2003), tal vez el único libro testimonial en el que se profundiza críticamente en los abusos de poder que habría tenido el Castañeda millonario, (su herencia se calcula en más de 50 millones de dólares), mitómano y manipulador, (primero), y víctima, (después), de Florinda Donner, Taisha Abelar y Carol Tiggs, las tres mujeres con las que vivió durante años en Los Ángeles, todas desaparecidas en misteriosas circunstancias. Da la impresión de que el alegre Carlos nunca fue el mismo después del catastrófico exposé que produjo la edición del 5 de marzo de 1973 de la revista Time, cuya nota de tapa estaba dedicada a él con una entrevista y una investigación.

• En la entrevista, él afirmaba que era brasileño; la investigación demostraba que había nacido en Cajamarca, norte de Perú, el 25 de diciembre de 1925. En esas páginas, él hablaba del peyote como una planta inherente a la cultura yaqui; en el texto firmado por la reportera Sandra Burton, (como ya lo había hecho el periodista mexicano Fernando Benítez en 1968, antes de que el esquivo don Juan apareciera en escena), se recordaba que en la zona donde viven los yaquis ni siquiera crece ese cactus. «Pedirme que verifique mi vida proporcionándoles estadísticas es como usar la ciencia para corroborar la brujería», se defendió entonces el autor, con el argumento de que la libertad de movimientos de un brujo, en esta dimensión y sobre todo en las otras, depende de que nadie sepa quién y cómo es. «Un gurú tramposo es, ciertamente, un ilusionista, pero podríamos preguntarnos si el arte no es otra cosa que ilusión -escribió Alan Watts en El gurú tramposo, (1974), quizás inspirado en Castañeda-. Si el universo es sólo una vasta mancha de Rorscharch sobre la que proyectamos nuestras medidas e interpretaciones, y si el pasado y el futuro carecen de existencia real, un ilusionista es simplemente un artista creativo que cambia la interpretación colectiva de la vida, e incluso la mejora.» ¿La mentira en la vida de Castañeda, muy probablemente también presente en su obra, habrá sido una forma perversa de elevar el engaño a categoría de arte terapéutico? ¿Qué llevó a Castañeda a esconderse de propios y extraños, cuando podría haber vivido como un escritor reconocido y más allá del Bien y del Mal? Y en cuanto a sus libros, ¿se puede inventar todo lo que inventó sin basarse ni siquiera un poco en la realidad?

• Se sabe, como lo reseña ‘adncultura.lanacion.com.ar’, que el especialista en plantas sagradas del antiguo México, R..Gordon Wasson, le mandó una carta a Castañeda para que le diera detalles sobre la súbita aparición de peyote, hongos y toloache en tierra yaqui, pero el autor nunca le contestó. Y mucho más tarde, en 2001, Margaret Runyan contó que, para ella, el apellido «Matus» de don Juan vendría de «Mateus», el vino portugués que a finales de los 60 era el preferido de Carlos y ella. ¿A quién creerle? ¿A aquéllos que atacan la falta de respuestas claras, o al brujo que exige la creación de una niebla personal?

• ‘marcianitosverdes.haaan.com’, indica que en el corazón del movimiento de Castañeda estaba un grupo de mujeres interesantemente devotas, todas ellas eran o habían sido sus amantes. Se les conocía como las brujas, y dos de ellas, Florinda Donner-Grau y Taisha Abelar, desaparecieron el día después de la muerte de Castañeda, junto con la presidente de Cleargreen Amalia Márquez y el instructor de Tensegridad Kylie Lundahl. Pocas semanas más tarde, Patricia Partin, la hija adoptiva de Castañeda así como su amante, también desapareció. En febrero de 2006, se encontró un esqueleto en el valle de la muerte, California. Fue identificado con análisis de ADN como el de Partin.

• Algunos antiguos asociados de Castañeda sospechan que las mujeres que desaparecieron cometieron suicidio. Citan observaciones que hicieron las mujeres poco antes de desaparecer, y el punto frecuente de discusión de Castañeda sobre el suicidio en reuniones de grupo privadas. Alcanzar la trascendencia con una noble muerte elegida, mantenían, habría sido con mucho la parte central de sus enseñanzas.

• Nadie contribuyó más al descrédito de Castañeda que Richard De Mille. De Mille, quien obtuvo un Ph.D. en psicología de la USC, era algo así como un intelectual independiente. En una reciente entrevista, comentó que ya que no estaba asociado con ninguna universidad, él podía contar la verdadera historia. “La gente de la academia no la haría”, dijo. “Estarían avergonzando al establishment”. Específicamente los profesores de UCLA que, según De Mille, sabían que era un engaño desde el comienzo. Pero un engaño que, dijo, apoyaba sus teorías, que de Mille resumió sucintamente: “La realidad no existe. Es todo lo que la gente dice el uno al otro”.

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