Antonio Hernández Mijares: «El segundo factor más importante de riesgo cardiovascular es tener el colesterol bueno bajo»

Clara Bassi – Controlar el colesterol perjudicial (cLDL), para que se mantenga en niveles bajos en sangre, es tan importante como mantener el colesterol bueno (cHDL) alto. Un estudio difundido en la «Revista Española de Cardiología», publicación oficial de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), ha constatado que tener cifras de colesterol bueno bajas es el segundo factor de riesgo en orden de importancia, después de los niveles de azúcar en sangre (glucemia) elevados, para el síndrome metabólico.

Este trastorno, que se caracteriza por reunir tres factores o más de riesgo cardiovascular, aumenta las posibilidades de sufrir un infarto cardiaco u otros problemas de corazón, como una angina de pecho, explica en esta entrevista Antonio Hernández Mijares, catedrático del Departamento de Medicina de la Universidad de Valencia y jefe del Servicio de Endocrinología del Hospital Universitario Doctor Peset, de Valencia, España. Además, advierte de que no hay disponibles fármacos para regular los niveles de colesterol beneficioso. La única opción es seguir un estilo de vida saludable.

¿Qué es el síndrome metabólico?

Es un conjunto de factores de riesgo cardiovascular que, combinados, provocan un aumento en la tasa de incidencia de episodios como angina de pecho o de infarto agudo de miocardio. Se caracteriza por aumento de peso corporal, sobre todo de obesidad abdominal, de los niveles de glucemia, triglicéridos y cifras de presión arterial y, en cambio, por una disminución de los niveles de colesterol bueno.

¿A cuántas personas afecta en España?

En la población general, en torno al 20% o 24%.

¿A partir de qué edad se desarrolla? ¿Es cierto que cada vez se manifiesta a edades más tempranas?

Es cierto. Cada vez más, aumenta la incidencia de obesidad infanto-juvenil debido a las dietas muy ricas en calorías y en ácidos grasos saturados. Todo ello puede conducir a desarrollar síndrome metabólico.

¿Pero a qué edad se desarrolla el síndrome metabólico?

Es difícil establecer un límite. En la población general, entre los 30 y los 40 años. A medida que aumenta la edad, se registra un incremento de la prevalencia del síndrome metabólico, que es máximo a partir de los 60 años y menos frecuente por debajo de los 30 años, pero que también ha aumentado entre los 18 y los 30 años.

¿Es más frecuente en hombres que en mujeres?

Sin duda, es más habitual en hombres.

¿Por qué?

El hombre tiene hábitos más tóxicos que elevan su riesgo cardiovascular, como el consumo de alcohol, el tabaquismo y también la obesidad que, en cierto modo, tienen de manera más acusada. Sin embargo, en el estudio que hemos realizado, se ha podido comprobar que, a partir de la edad media de la vida, los 40-50 años, es más predominante en mujeres que ya han tenido un infarto o una angina de pecho. Este hecho es un aviso para la población general femenina.

¿Cómo?

En otras palabras: el síndrome metabólico es más frecuente en hombres, pero las mujeres que lo padecen tienen más riesgo cardiovascular.

¿En qué ha consistido el estudio que han realizado y publicado en la «Revista Española de Cardiología» de la SEC?

Hemos seleccionado unos 600 pacientes ingresados en Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) por una angina de pecho o un infarto, de seis hospitales españoles de tercer nivel. Se ha estudiado la evolución de los factores de riesgo que les han conducido a estos episodios coronarios y se ha comprobado que los más frecuentes, por orden de importancia, son: el aumento de glucemia (diabetes) y la disminución de las cifras de cHDL, tener hipertensión, los triglicéridos elevados, el tabaquismo y la obesidad. Cuando se separan del estudio a los pacientes que ya son diabéticos, el factor que aflora con más frecuencia es el nivel bajo de colesterol bueno. Cuando se realiza un análisis por sexos, los resultados muestran que las mujeres que habían tenido un evento coronario con anterioridad (el 20% de los casos) eran de más edad que los hombres, tenían diabetes en un altísimo porcentaje y la obesidad era más frecuente que en los varones. Se observó que la obesidad es un factor de riesgo muy importante en la mujer para el riesgo coronario.

Al margen de la glucemia elevada, ¿se conocía que el colesterol bueno bajo es uno de los factores de riesgo más importante para desarrollar síndrome metabólico?

Se sospechaba, pero había pocos artículos que diferenciaran entre la población masculina y femenina. Tampoco se disponía de tanta información relacionada con los pacientes que ya habían sufrido un infarto de miocardio.

¿Este hallazgo va a implicar algún cambio importante en la vida de las personas?

Una de las conclusiones más importantes del estudio es que tener los niveles de colesterol bajos causa riesgo cardiovascular. Mientras que el colesterol malo se puede controlar con potentes fármacos llamados estatinas, para aumentar el colesterol bueno no disponemos de medicamentos tan eficaces. Por este motivo, es fundamental cambiar el estilo de vida, es decir, disminuir las calorías de la dieta, aumentar el ejercicio físico y abandonar el hábito tabáquico. Estas acciones pueden aumentar los niveles de cHDL.

¿Cuáles son los niveles de colesterol bajos que pueden comprometer la salud de las personas?

En hombres, los niveles que se encuentran por debajo de 40 miligramos por decilitro de sangre y en las mujeres, por debajo de 50 mg/dl, porque tienen un mayor nivel de colesterol bueno que los hombres.

¿Significa que, a partir de ahora, en la clínica se tendrán que vigilar mucho tanto las cifras altas de colesterol malo como las cifras bajas de colesterol bueno?

Sin duda. Las cifras de colesterol total se subdividen en malo y bueno; y desde hace unos años ya se tiene en cuenta el riesgo residual, es decir, el riesgo cardiovascular que queda después de controlar el colesterol malo: el descenso del cHDL.

CONSEJOS PARA ELEVAR EL COLESTEROL BUENO

Cambiar el estilo de vida hacia uno más saludable, es la única forma de conseguir que las cifras de colesterol bueno (cHDL) se mantengan a un nivel óptimo y no desciendan hasta el punto de resultar peligrosas para la salud del corazón. Lo más importante para lograr este objetivo es «adecuar las calorías ingeridas a la actividad y habituarse a no consumir en exceso; disminuir las grasas saturadas que proceden de animales y las carnes rojas; tomar carnes ricas en grasas poliinsaturadas como el pollo o el conejo y recurrir a otra fuente extraordinaria, como el pescado. Deberíamos aumentar el consumo de pescados», expone Antonio Hernández Mijares.

También hay que consumir grasas vegetales monoinsaturadas, procedentes del aceite de oliva y de semillas como el girasol, que contienen ácidos grasos beneficiosos para la salud. Otras, como la del coco, no son tan adecuadas, «aunque su consumo es muy escaso en nuestra geografía», informa Hernández. Respecto a grasas vegetales como la originaria de los frutos secos, destaca que si bien son ricos en grasas poliinsaturadas (beneficiosas), pueden resultar perjudiciales por las calorías que aportan y su consumo indiscriminado podría derivar en un incremento del peso corporal, advierte este profesor. Según concluye el experto, «hábitos de vida saludable y una alimentación adecuada y equilibrada evitan, a menudo, el consumo de fármacos y protegen nuestra salud».

Fuente: http://www.consumer.es/web/es/salud/problemas_de_salud/2011/09/06/202759.php