“Aquí hay mucha conciencia de lo que es calidad, pero no quiere decir que se aplique”

La condiciones del mercado venezolano y las posibilidades de importar, así como la dificultad de los venezolanos para pensar a largo plazo pudieran ser algunos de los factores que han impedido el que las industrias nacionales desarrollen ventajas competitivas a partir de la aplicación de conceptos de calidad en sus procesos, según señala el empresario y profesor universitario Carlos Lozano; razón por la que éste sostiene que “aquí hay mucha conciencia de lo que es calidad pero no quiere decir que se aplique”.

De igual forma, Lozano opina que en Venezuela ha habido mucha protección de los sectores económicos y esta situación no ha favorecido el desarrollo del capital humano ni el de una cultura de mejoramiento, mientras que, por su parte, las universidades tampoco reciben recursos del sector privado ni del Gobierno para invertir en tecnología o en una formación que contemple la gestión de calidad.

Lozano explica que a esta situación se le suma el hecho de que “el venezolano no sabe pensar a largo plazo o le cuesta” comportamiento que resulta indispensable para los procesos de calidad, pues estos requieren “de maduración” y una planificación que permita establecer una especie de cultura en este sentido.

Por otra parte, pero continuando con el comportamiento del los venezolanos, Lozano evalúa el papel que cumple el consumidor y la manera en la que éste ha afectado la implementación de sistemas de calidad en las empresas. “Aunque la gente diga que prefiere cosas de calidad el precio mata la calidad. La gente siempre busca ahorro y aunque parezca, o de la impresión de que estamos en una bonanza y nos está yendo muy bien a todos, a la final de cuentas cuando llegamos a final de mes la bonanza no es tal cosa”, dice este profesor universitario, al tiempo que señala que esta condición puede representar un desestímulo para fomentar procesos basados en conceptos de calidad.

En este sentido, también menciona que, así como existe un grupo de venezolanos que prefieren bajos precios en lugar de productos o servicios óptimos, hay otro sector que simplemente desea disfrutar de aquello que le produce placer, le brinda cierto status o le hace estar “a la moda”, lo cual pudiera restarle importancia a la inversión en gestión de calidad por parte de las industrias y sumarle prioridad al hecho de exponer los productos o tener mayor presencia en los mercados para así vender más.

“Se ofrecen un conjunto de servicios en los que no se ve la economía, ni se fomenta el ahorro sino que se brindan como una ilusión de prosperidad donde la calidad también sale perjudicada, (…) y entonces esa pelea por ofrecerte lo mejor o atender mejor tus necesidades que el otro empieza a ser como un poco difícil de enfrentar porque el elemento de calidad se pone como un estándar para todos y el que se expone más” capta más clientes, manifiesta Lozano.

A pesar de estas opiniones, expresa igualmente que la calidad, concebida como la capacidad de comprender las necesidades de un colectivo particular, debe ofrecer “una gran ventaja para imponernos” como productores a las ofertas provenientes del extranjero o apoderarse de algún nicho.

Lozano indica también que en el ámbito contrario, es decir el de las exportaciones las certificaciones de calidad toman un lugar primordial pues son la representación en el exterior de que las empresas nacionales, en este caso de Venezuela, “manejan el mismo idioma”, son la garantía de que se cumplen ciertos procesos, que los productos poseen características específicas y son fácilmente asimilables en otros mercados.

Sin embargo, Lozano piensa que en Venezuela la gestión de calidad “probablemente se ve como algo novedoso” mientras que en otros países se asume con naturalidad, tal como ocurre en Japón, en donde este sistema de trabajo se convirtió en la clave del éxito desde hace más de 20 años, y en México donde se imparten nociones básicas de gestión de calidad mediante la enseñanza de conceptos como productividad, desperdicios, uso efectivo del tiempo y responsabilidad, entre otros.

Concepción de la calidad
Carlos Lozano señala que en algunos lugares del mundo la calidad se ha integrado a las operaciones convencionales, por lo que se ha convertido “un poco en gestionar las actividades cotidianas o lo que es la gestión constante y normal de cualquier operación”.

De igual forma, dice que la calidad también puede valorarse como “como un atributo deseable que tenemos que vigilar”; “se enfoca mucho en tratar de que lo que ofrecemos cumpla con las expectativas iniciales que nos planteamos y lo haga de una manera eficaz y eficiente a tono con lo que el mercado está esperando”.

Agrega que este proceso implica una identificación de atributos y características especiales de los productos y servicios, el establecimiento de unos indicadores de calidad, un proceso de planificación, seguimiento constante de las operaciones y búsqueda de tecnología que permita mejorar.

El Gobierno como promotor
“Yo creo que el Gobierno no tiene claro qué quiere hacer con la industria”; “al no estar muy claro en qué puedo hacer yo con mis industrias y qué sectores puedo desarrollar es poco lo que se está haciendo para que la gestión de calidad se convierta en una fortaleza para las instituciones venezolanas”, expresa el profesor universitario Carlos Lozano.

De igual forma, opina que el Estado “debe jugar un papel más normativo que intervencionista”, establecer parámetros que promuevan, crear campañas, planes de información, lo cual no ha sucedido, según Lozano, quizás por la relación de pocos acuerdos que éste ha mantenido con el sector industrial, lo que también ha fomentado el que “las empresas se aboquen a sobrevivir y no ha desarrollarse”.

Para finalizar, y refiriéndose a las posibilidades de tienen las industrias venezolanas de adoptar normas de calidad, Lozano manifiesta que “siempre hay una oportunidad”. Añade que “la calidad es un elemento diferenciador…” pero que también “hay que pensar localmente, buscar nichos y especializarnos”.