Asesinos de buenas ideas

En las empresas, los resultados extraordinarios se logran con gente ordinaria que sabe como presentar sus ideas para su aprobación, bajo un ambiente participativo propiciado por el líder. En ese ambiente participativo se incluye a quienes por lo general –como abogados del diablo-, solo ven el lado negativo de las propuestas. No basta con que la idea se presente en la forma correcta, quienes nos desarrollamos en los niveles directivos de las empresas hemos sido testigos, o hemos experimentado personalmente la muerte de algunas ideas excelentes que fueron transmitidas perfectamente bien pero que se decidió enviarlas prácticamente al “archivo muerto”.

Alguien propone una idea para solucionar un problema crítico después de haber consultado al personal de la empresa, a algunos clientes y a consultores expertos. Cuando surgió esa idea, confirmaron la viabilidad de la misma con otros grupos de especialistas y prepararon una propuesta clara, sencilla y concisa que resaltó los principales factores, las alternativas consideradas, las ventajas y los riesgos y la innovación que representaba implementarla. La presentación de la idea era impecable, parecía caso de libro de negocios.

Un miembro del comité de evaluación ve la propuesta como una amenaza personal para su posibilidad de ascenso y propone que antes de aprobar la idea, ésta se envíe al comité de asuntos legales –mejor conocido como comité de asuntos sin importancia- , el comité vota y se decide enviar la propuesta a dormir. Las ideas mueren en las empresas por motivos que no son completamente racionales y esto puede ocasionar elevados costos de oportunidad.

Los grupos directivos están compuestos en su mayoría por personas que quieren los mejor para la empresa y trabajan en equipo con honestidad. Sin embargo, debemos de aceptar que como personas, somos complejos y susceptibles a fallas o defectos como los celos, el temor, la desconfianza, la envidia, la complacencia, la frustración, los conflictos de interés, la falta de visión de futuro, la vanidad o la ingenuidad. Los ataques a las ideas se disfrazan de análisis profundos, bien estructurados y bien intencionados aunque su objetivo principal sea matar la idea y son muy difíciles de refutar si uno no está preparado para hacerlo.

Quienes en la empresa se encargan maquiavélicamente de que las buenas ideas no prosperen usan varias tácticas: a) Demora, el oponente usa argumentos razonables para convencer que la idea propuesta debe esperar hasta que se logren ciertas condiciones o que se termine algún proyecto pendiente. b) Confusión, el oponente usa un sinfín de cifras y datos irrelevantes, su lógica parece intrincada y trata de crear confusión para que los miembros del comité concluyan que la propuesta no está bien elaborada. c) Sembrar miedo, el oponente menciona algún proyecto pasado que fracasó y busca similitudes con la propuesta haciendo creer que puede pasar lo mismo de nuevo. El concluir que un hecho pasado puede afectar una nueva idea propuesta parece incorrecto o hasta tonto, pero cuando se logra el objetivo del ataque, el resto del comité duda, teme, se le despierta la ansiedad y se dificulta convencerlos con refutaciones analíticas. d) Ridiculizar, en esta táctica el oponente no centra su ataque en la idea sino en la persona o personas que la proponen y de manera directa o indirecta trata de que quien propuso la idea sea visto como un tonto o incompetente. Cuando esta táctica funciona, se presentan daños colaterales además de matar la idea: quien o quienes la propusieron ven mermada su reputación y su credibilidad.

Para combatir las tácticas anteriores debemos ser más listos que el o los atacantes para evitar que las buenas ideas sean convertidas en nada. Las propuestas para responder a los atacantes son: a) No rechazar las opiniones opuestas, en otras palabras “deja que los leones entren a la arena”, es mejor que estas personas estén presentes, incluso hay que enviarles por anticipado copias de la propuesta. Podemos ganar admiración y respeto por el hecho de saber pararnos frente a los “profetas del desastre”. b) No responder a los ataques con un cúmulo de datos y cifras, debemos responder las preguntas de forma breve y con enfoque. No se debe usar un vocabulario complejo sino una buena dosis de sentido común. c) Ser respetuosos, no tomar la situación como algo personal, no perder el autocontrol. Para lograr la aprobación, se requiere una conexión intelectual y también una emocional. Fomentar el respeto mutuo en una discusión sobre nuestra propuesta nos permitirá ganarnos el corazón de los presentes. d) Enfócate en el resto de los presentes y no solamente en el atacante, debemos tener en mente que lo que buscamos es la aprobación de la mayoría aunque algunos se opongan. Hay que mantener la atención en el resto para que no se confundan o se asusten y para evitar que consideren la idea de demorar el proyecto. e) Prepararse cuidadosamente, preparar una sesión previa con nuestros colaboradores de la idea para revisar las posibles formas de ataque y con ello, descubrir ataques potenciales que de otra manera no imaginaríamos y de esta forma, tener respuestas efectivas, respetuosas y a la mano cuando las necesitemos para responder bien y en tiempo real ante un ataque sorpresa.

Las propuestas aquí mencionadas nos ofrecen una manera directa de prepararnos para enfrentar el ataque de los “asesinos de ideas” que por celos, temor, desconfianza, envidia, frustración, conflictos de interés, falta de visión de futuro o vanidad, sistemáticamente se oponen a quienes tienen buenas ideas.

Asesinos de buenas ideas