Aterrizando Protocolos en la Empresa Familiar

Nos encontramos con frecuencia en el despacho a numerosas Empresas Familiares con flamantes Protocolos metidos en un cajón, o peor aún, sobrevolando en círculos sobre la familia empresaria sin llegar a posarse.

Al margen de que estamos de acuerdo, en que un Protocolo Familiar no es un fin, un logro, sino una mera herramienta, que además vale más cuánto más vale su proceso de producción. Es cierto que muchas empresas hicieron hace unos años, en el «Baby-Boom» del Protocolo Familiar, distintos Protocolos que no han vuelto a tocar, y que no han servido para lo que se esperaba, ni cumplido todos sus objetivos.
Pasado el tiempo es momento de «aterrizarlos», de traerlos a la realidad, de desempolvarlos y ponerlos de nuevo encima de la mesa para realizar una nueva reflexión (asumiendo que esto puede aparentar el reconocimiento de algún error).

En estos Protocolos se establecían obligaciones para los socios, para los miembros de la familia directiva; se creaban órganos (en ocasiones impronunciables), pero no se explicaba cómo llevarlo a la práctica, ni se valoraba su idoneidad en la ejecución, ni muchas empresas se ocuparon de implantarlo. En numerosas Pymes se recibió el Protocolo Familiar casi como un producto de moda, como una ISO, como un «algo que había que tener».

Hoy, con muchas empresas familiares en nuestro trabajo de asesoramiento, nos encontramos inmersos en un pequeño proceso, consistente en revisar qué se hizo en su día, qué de los mandatos del protocolo han «dormido el sueño de los justos» y porqué y que se puede hoy pulir y «aterrizar».

Con el paso de los años y con esta perspectiva, es el momento de desgranar la paja, descubrir qué es lo verdaderamente importante y/o urgente y pulir los «flamantes protocolos», en ocasiones un poco estándar, que descansan en los cajones de la mesa del fundador, o del Hijo-Gerente, o del Hermano semi-díscolo.

Convendrá seguramente:

• realizar las operaciones de régimen económico familiar que no se han realizado aún (separación de bienes, etc.),
• aclarar y hacer las cuentas de los dividendos reales,
• acometer las medidas testamentarias que en su día todo el mundo se comprometió, pero que aún no se han hecho,
• eliminar los órganos formales que no valen para nada y que casi no se han reunido,
• valorar si realmente se han puesto en marcha los objetivos fundamentales que se pretendían,
• comparar el antes y el después del protocolo,
• pulir y retocar lo que no sirve y que, además, puede ser hoy contraproducente (incluso los «ya lo decía yo»).

¡Que nadie se asuste! No se trata tanto de reiniciar y rehacer el proceso, sino de «podar» y, a la vez, retomar el espíritu que en su día se consiguió obtener cuando se realizaba el protocolo.

En todo caso, también será una buena excusa para ponernos manos a la obra, con aquello que hoy nos preocupe y que no sepamos muy bien cómo plantear en el seno de nuestra familia empresaria.

En este proceso, es imprescindible el asesoramiento técnico especializado en materia jurídica. La figura del abogado profesional se vuelve imprescindible.

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Así como para el asesoramiento, preparación de protocolos, identificación de Roles, consultoría al fundador, etc., existen grandísimos profesionales, especializados en la empresa familiar. Entendemos que en esta fase, es imprescindible que el asesoramiento sea eminentemente jurídico. La mayoría de las cuestiones serán jurídicas y, muchas de ellas, no se habrán llevado a cabo precisamente, por no estar bien entendidas o enfocadas jurídicamente.

Por supuesto que el abogado deberá ser experto en materias de empresa familiar, pero para esta fase, sobre todo, deberá tener una formación multidisciplinar de derecho de familia y sucesiones por un lado y de derecho mercantil y societario por el otro.

El abogado, -que en estos años podrá o no, haber sido asesor del Consejo de Familia-, tiene además la obligación profesional de no permitir, que el trabajo realizado cuando se elaboró el protocolo, que seguro requirió un importante esfuerzo de toda la familia empresaria, se esté desvirtuando y perdiendo valor, por no acometer los cambios que allí se propugnaban ni las medidas legales que establecía.

Por supuesto, todo ello desde el «don de la oportunidad» no vaya a ser un arma de doble filo, y por el mero formalismo de ejecutar algo. Debemos, pues, descubrir antes la causa última del porqué del protocolo durmiente, y si ésta es relevante y razonable mejor «no-menearlo», o mejor aún intentar tratar esa causa como se merezca.

No caigamos en el legalismo ni en el positivismo, sin calcular las consecuencias. Será tarea del abogado profesional en estas lides, saber impulsar, frenar o dar carrete a los intervinientes.

Por último, también es necesario destacar, que en estos años se han producido numerosas novedades y cambios legislativos que, sin duda, podrán afectar al Protocolo, o que convendrá cambiar o retocar. Esta función de asesoramiento y «actualización» es quizás, una de las más importantes del abogado de Empresa Familiar. Ha habido numerosos cambios fiscales (y los que se avecinan) que pueden haber variado las previsiones iniciales. Pero también, y no menos importante, habrá, sin duda, habido relevantes cambios en la familia, que -algunos ya previstos o previsibles- requerirán sin duda una «puesta al día».

En fin, y sin ánimo de príncipe azul, es el momento de que alguien venga a despertar a la Cenicienta, aunque quien venga a despertarla sea el propio fundador o su porquero. Eso sí, si alguien la despierta que sea para ponerla a trabajar.

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