BRASIL ESTÁ SEMBRANDO EL PETROLEO.

Se fortalece en la producción de crudo y refuerza la de etanol como combustible complementario.

Desarrollar al unísono, el petróleo y la agricultura no es una utopía. Ambas actividades pueden ser un binomio exitoso.

El avance del etanol en el mercado interno brasileño libera petróleo y gasolina que puede colocarse en los mercados internacionales.

La vieja y ya casi abandonada consigna venezolana de “sembrar el petróleo” tiene en Brasil una manifestación concreta y positiva. La producción de etanol a partir de la caña de azúcar, para reemplazar total o parcialmente el consumo de gasolina, es una actividad impulsada activamente por el Estado y por el gigante petrolero Petrobras.

En el año 2007 se produjeron en Brasil aproximadamente 18 mil millones de litros de etanol, producidos a partir del cultivo de la caña de azúcar. En el año 2010 se espera que esa cifra se eleve a 28 mil millones de litros. Obviamente con la caña de azúcar se puede producir etanol pero también se puede producir azúcar en su condición primaria de edulcorante. Que la producción de caña vaya a uno u otro de esos destinos posibles depende fundamentalmente de los precios del mercado. Si suben los precios del azúcar, como está sucediendo en el presente, una parte importante de la producción de caña se canaliza hacia esa cadena productiva. Si los precios del azúcar bajan, como ha sucedido en otros momentos de la historia, la agroindustria cañera no sufre un colapso, pues siempre está abierta la posibilidad de canalizar la producción hacia el mercado del etanol. Si en el mercado internacional suben tanto el precio del petróleo como del azúcar, mejor todavía, pues ambos destinos posibles se hacen sumamente rentables. Para los agricultores de caña, por lo tanto, la producción de etanol ha incrementado sus opciones, su producción y sus ganancias.

MERCADO CAUTIVO

Dentro de Brasil, existe un mercado cautivo importante para el etanol. Circulan por el país más de 30 millones de automóviles y en el año 2010 se calcula que se produjeron 2,5 millones adicionales. De los carros nuevos, dos millones tienen el dispositivo “flex-fuel” que les permite optar en cualquier momento entre usar íntegramente etanol o usar la gasolina mezclada con etanol. Los carros viejos no tienen más opción que usar la gasolina mezclada con un 25 %de etanol, pues no se vende gasolina pura en la mayoría de los estados brasileños. El uso de etanol puro es más barato que usar la mezcla de gasolina con etanol, pero tiene el inconveniente que obliga a cargar el estanque con mayor frecuencia, pues tiene un radio de acción más corto. Pero para viajes cortos dentro de la ciudad, el etanol representa una manifiesta ventaja en precios para el consumidor. Todo ello se apoya, además, con impuestos discriminatorios que estimulan el uso del etanol

Como además el etanol tiene la posibilidad de exportarse al mercado norteamericano, su producción representa una entrada de divisas y un estimulo positivo en las cuentas externas del país.

La empresa petrolera Petrobrás – que ha descubierto recientemente importantes yacimientos de petróleo- ni es ajena al negocio del etanol y de la caña, ni ve esa actividad como una competencia peligrosa. Lejos de eso, Petrobras invierte fuertes sumas en producción y en ductos para el etanol e invierte también en empresas productoras de azúcar, sin por eso impedir la presencia de múltiples empresas nacionales y extranjeras en todo este pujante mercado. Es evidente que el avance del etanol en el mercado interno brasileño libera petróleo y gasolina que Brasil puede colocar en los mercados internacionales.

EL BINOMIO IDEAL

Todo esto es importante de conocerse y de analizarse no sólo por ser parte de las cosas curiosas e interesantes que pasan en el mundo contemporáneo, sino por ser un ejemplo de las cosas positivas y posibles que se hacen en nuestra propia y cercana América. Desarrollar al unísono el petróleo y la agricultura no es una utopía. Ambas actividades pueden constituir un binomio en que las partes se apoyen y se complementen mutuamente, siempre y cuando existan estímulos y reglas de juego claras y sostenidas. Además, la inserción de Brasil en los circuitos comerciales internacionales contemporáneos se basa en alta medida en la producción de soya, carne, café y de otros productos agropecuarios, con lo cual se rompe o por lo menos se pone en duda la vieja visión que postulaba que sólo la industrialización abría posibilidad de progreso para los países en desarrollo. Brasil y otros países de nuestra propia América y de otras partes del mundo – Argentina, Chile, Australia, Nueva Zelanda- muestran crecientemente que es posible ser productores eficientes de productos agropecuarios y lograr con ello beneficios elevados en el comercio internacional. Pero para ello se necesita no sólo lo que la naturaleza otorgue como un don, sino que se necesita también la más elevada tecnología agrícola, de modo de obtener los más elevados rendimientos. Y los elevados rendimientos agrícolas no se obtienen hoy en día – como suponen algunos teóricos que se quedaron pegados en la de cada del 50- con tractores y fertilizantes. La mecánica y la química fueron la base de la revolución agrícola posterior a la segunda guerra mundial.

SIN NADA

Hoy en día, la biotecnología es la ciencia que acompaña a los países que avanzan en el desarrollo agropecuario. Desgraciadamente estas cosas están lejos de estar a la orden del día en aquellos países que avanzan aceleradamente hacia el siglo XIX, y que corren serio riesgo de quedarse sin petróleo y sin agricultura.