Burguesía Parasitaria y desarrollo de las Fuerzas Productivas

Un ministro del Gobierno actual se sintió recientemente en la necesidad de repetir -e incluso tratar de profundizar- en lo que había dicho poco antes el Sr. Presidente de la República, en el sentido de que la burguesía nacional no solo era parasitaria -puesto que no había producido un  solo dólar en los últimos 14 años- sino que no contribuía en absoluto al desarrollo de la fuerzas productivas.

Hay que decir, al respecto, que  el carácter de parasitario y/o de contribuyente o no al desarrollo de las fuerzas productivas, no se mide única y exclusivamente por la producción de dólares.  Existen una serie de actividades productivas en todo país que generan bienes y servicios, que se comercializan en el mercado interno. No producen, por lo tanto, un solo dólar, pero son actividades productivas sumamente necesarias e imprescindibles. Nadie puede decir que el que produce tomates para el mercado interno, o el que produce pan, textiles, cerveza o carne, para nombrar una mínima cantidad de actividades productivas que no están, hoy en día, en Venezuela, orientadas al mercado externo, son una tropa de parásitos, flojos e improductivos.  Es altamente probable que todas o varias de esas actividades que producen para el mercado interno necesiten insumos, repuestos o bienes de capital importados. Es decir, necesitan dólares para llevar adelante sus particulares procesos productivos. Necesitan dólares, pero no los producen. ¿Son por ello, una cuerda de flojos, parásitos e improductivos que no merecen que se les asigne ni un solo dólar?

Si solo el que produce dólares deja de ser un parásito improductivo, entonces casi el 99% de los trabajadores de este país son flojos, parásitos e improductivos, pues el 95% de los dólares los producen en Venezuela solo esos 100 mil trabajadores que laboran en PDVSA.  Los demás producen servicios, trabajan en la administración pública y/ o trabajan en empresas que producen para el mercado interno. Habría que tener en cuenta, en todo caso, como una excepción a lo anterior, al pequeño grupo de empresas privadas que, con grandes sacrificios, exportan bienes y servicios y generan una cierta cantidad de dólares, de los cuales pasa a disponer rápidamente la voracidad y la burocracia estatal. Esos empresarios, según la teoría que comentamos, dejarían de ser considerados flojos y parasitarios, y pasarían a  constituir la élite productiva del país, mereciendo por ello todo tipo de consideraciones. 

De acuerdo a esa concepción, si solo los que producen dólares tienen derecho a ellos, entonces el 99% de los habitantes de este país, incluida toda la administración pública, no tendrían derecho a disponer de dólares para ningún motivo, pues ellos no los producen. Los trabajadores de PDVSA serian los únicos que tendrían derecho a viajar al extranjero, de vez en cuando, y a recibir para ello alguna cuota de dólares por parte de Cadivi. Todos los demás solo tendrían derecho a  unos pocos dólares, si es que la generosidad del Gobierno así lo permite, pues derecho a los dólares -lo que se llama un derecho ciudadano- no lo tendría casi nadie, según la moderna teoría que comienza a desarrollarse en el seno del Gobierno.

Lo del desarrollo de las  fuerzas productivas –que ya hemos dicho que no tiene que ver directamente con la producción o no de dólares- dice relación con la productividad de las empresas, concepto altamente despreciado por la actual élite gobernante. Es decir, con la capacidad de incrementar la producción  de bienes y servicios -por unidad de trabajo empleada-  por medio de la ciencia y la técnica y por medio las adecuadas relaciones sociales de producción. Desgraciadamente es bien difícil que el actual Gobierno pueda decir, sin sonrojarse, que las empresas que han sido expropiadas, o las que desde hace años pertenecen al Estado,  han dado un salto adelante en materia de desarrollo de las fuerzas productivas gracias a la capacidad y el aporte de sus nuevos gerentes y directores. Eso es casi imposible de decir y, más aun, de creer. Pero además, las relaciones sociales de producción -que no se circunscriben a lo que sucede al interior de las empresas, sino que incluyen también las condiciones relativas a la circulación y distribución de las mercancías- y que son en alta medida responsabilidad del Gobierno, no han contribuido para nada a que aumente la productividad del trabajo humano, ni en la empresas públicas ni en las privadas.  

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