CEV: Es inaceptable que continúe la situación que vivimos

El pasado 30 de mayo la Conferencia Episcopal Venezolana emitió un comunicado a Venezuela, el cual reproducimos a continuación.

1. Estamos viviendo momentos muy problemáticos en nuestro país; por una parte, compartimos con el mundo entero la grave situación de la pandemia del COVID-19 que se extiende masivamente en el país, pero, por otra parte, sufrimos los estragos de los graves problemas económicos, políticos y sociales que se intensifican cada día más generando sufrimiento e incertidumbre en la población.

2. Los arzobispos y obispos de Venezuela, pastores de esta iglesia y hermanos que vivimos en medio de nuestro pueblo y optamos preferencialmente por los pobres, compartimos esta dramática situación de dolor, violencia, y sufrimiento que padece la inmensa mayoría de los venezolanos y que hemos calificado como moralmente intolerable. La presencia de la pandemia no ha hecho sino poner en evidencia las múltiples carencias que sufre el pueblo y la incapacidad de dar respuestas adecuadas a ellas, más allá de soluciones parciales, necesarias, pero insuficientes, pues los males hay que arrancarlos de raíz.

3. Las medidas de cuarentena social y aislamiento lograron frenar por un tiempo la cadena de contagio de la enfermedad. En la última semana, ha aumentado alarmantemente el número de contagiados. Algunos de ellos son venezolanos migrantes que, ante la crisis global, están regresando al país. Se imponen, además del aislamiento al que son sometidos especialmente en las zonas fronterizas, programas de ayuda para su debida atención y una digna reincorporación social.

4. En esta difícil situación, hay que agradecer a los médicos, enfermeras y trabajadores del sector salud, por los esfuerzos que están haciendo al prestar la debida asistencia a los enfermos, sin contar muchas veces con los medicamentos, equipos e insumos en los centros de salud para evitar el contagio ni con la necesaria agilización del expendio de combustible para el cumplimiento de sus funciones. Es urgente, que, para el tratamiento de la enfermedad, las autoridades tomen más en cuenta las opiniones de los médicos, académicos e investigadores, así como garantizar la libertad de los comunicadores en su deber de informar a la población.

5. La mayoría de la población ha tenido un gran comportamiento cívico, acatando la cuarentena y medidas sanitarias. En medio de las carencias, se han multiplicado gestos de solidaridad entre los vecinos y de atención a los más pobres y desvalidos. La Iglesia católica, conjuntamente con otras Iglesias cristianas y confesiones religiosas, están acompañando a la población con la oración continua y propuestas creativas. Las “Cáritas”, a nivel parroquial, diocesano y nacional, y otras organizaciones sociales siguen comprometidas en la atención a las personas más vulnerables, al distribuir medicinas y alimentos en la medida de sus posibilidades. Se hace necesario elaborar, lo más pronto posible, con la amplia participación de todos los sectores sociales, una hoja de ruta de levantamiento de la cuarentena que incluya la facilitación de la movilización de los trabajadores, la reactivación de la economía y del comercio, la apertura progresiva de los templos para las celebraciones litúrgicas, en el respeto a las normas sanitarias que aconseje la emergencia. No se puede administrar la crisis solo como un arma de control social y político.

6. No obstante, escuchamos en medio de la cuarentena social un inmenso clamor que sube al cielo ante el desamparo de millones de hombres y mujeres sin recursos económicos, sin comida, sin medicinas, sin trabajo, sin servicios adecuados de electricidad, agua, transporte, gas doméstico y combustible. . Nuestro pueblo, todo, sin distinción, está inmerso en una cadena de calamidades. Como dice el profeta Jeremías: “se oye una voz de alguien que llora amargamente” (Jr 31,15); por eso nos sentimos llamados como Jesús, quien “sintió compasión por las gentes porque estaban angustiadas y desamparadas” y les mostró el amor y misericordia de Dios (cf. Mt 9,36), a hacernos eco de los sufrimientos y expectativas de la gente que llora amargamente, caminando juntos en la búsqueda de soluciones.

7. La merma de la capacidad de producción y distribución de bienes se ve agravada porque en esta crisis muchas empresas y comercios que ya se venían debilitando antes de la pandemia, no logran pagar a sus trabajadores. Económicamente vemos al país a la deriva, sin planes económicos ante la posibilidad del cierre de empresas y que muchos trabajadores queden sin empleo; igualmente ocurre con los trabajadores de la economía informal que son la mayoría de ellos. Sin el sustento diario, habrá más hambre y sufrimiento en las familias. El país está cerca de una quiebra económica de grandes proporciones. El malestar de la gente por las múltiples carencias se ha expresado en diversas protestas que, en ocasiones, han sido reprimidas con violencia, pero no se puede contener el hambre con represión. Las actuaciones de algunos cuerpos de seguridad quedan en la oscuridad y constituyen en muchos casos violaciones a los derechos humanos. Se añade también el hostigamiento a algunos líderes comunitarios, periodistas y médicos, e incluso la persecución y el encarcelamiento, sin el debido proceso, de algunos activistas políticos.

8. Es inaceptable que continúe la situación que vivimos. Ya ha quedado atrás el tiempo de las palabras: debemos comprender no solo los síntomas, sino sus causas económicas, políticas y sociales; no debemos reducirnos a aliviar los efectos, sino acompañar y alentar los procesos para que se den las transformaciones y los cambios necesarios a nivel político, social y económico. Lo más urgente a la vista de la inmensa catástrofe nacional, material, institucional y social que padecemos es una acción moral de gran calado, una sacudida ética y una convergencia político-social que nos encauce hacia el gran deseo común: un cambio fundamental que, partiendo de las necesidades y deseos del pueblo mayoritariamente sufriente, violentado en su dignidad y derechos, asuma en ejercicio de su soberanía el protagonismo de su propio destino de justicia, libertad y paz, todo esto enmarcado en el respeto a los derechos humanos y a la justa institucionalidad.

9. No es eliminando al que piensa diferente que se saldrá de esta crisis, sino incluyendo en la búsqueda de soluciones concertadas a todos los factores políticos y a las distintas instituciones que hacen vida en el ámbito nacional: militares, académicos, universitarios, empresarios, profesionales, estudiantes y trabajadores, organizaciones no gubernamentales, confesiones religiosas y todos en general. La desunión y el perenne enfrentamiento agravan la situación y nos hunden más como pueblo. Venezuela no podrá salir de esta situación, si el pueblo todo no interpela definitivamente a las autoridades y al conjunto del liderazgo político, social y cultural, y se declara en emergencia nacional. Es urgente superar la actual exclusión política, social, económica y hasta espiritual, con la conciencia y voluntad inequívocas de un cambio fundamental acordado con el máximo de legalidad y legitimidad, sin violencias y en paz. Para ello, urge lograr la reconciliación y el perdón, construyendo caminos de justicia y vida. Necesitamos un nuevo clima espiritual y liderazgos renovados que, superando la corrupción y el fraccionalismo, sean capaces de inspirar y movilizar los ánimos y el trabajo creativo de todos.

10. Llamamos, pues, escuchando a nuestro pueblo, a un acuerdo nacional inclusivo de largo alcance que salve a Venezuela de la gravísima crisis en la que se encuentra sumergida y a iniciar procesos para rescatar y recuperar el país social, política y económicamente. Dejar el radicalismo y el favoritismo para pensar en los demás, en los pobres, en los olvidados de siempre, para que Venezuela vuelva a tener esperanza en la que todos cabemos sin distingos. La insostenibilidad moral de la situación actual exige ese cambio radical, ir a la raíz, al fondo, en función de la vida, libertad, solidaridad, fraternidad, exigidas por el Dios del amor y por la confesión de fe en la dignidad y fraternidad humanas. El mejor aporte que como ciudadanos podemos hacerle al país, es que desde nuestras instituciones sociales acompañemos la búsqueda de una salida, que necesariamente pasa por la inclusión de todos, el diseño de un nuevo modelo de país y la conformación de instituciones públicas, con valores democráticos, que sirvan al pueblo y procuren el desarrollo humano integral y social. Esto implicará nuevos liderazgos políticos que enrumben al país hacia el progreso y se deslastren de ideologías asfixiantes y tóxicas que generan sufrimiento y muerte. Así la esperanza renacerá con disposición misericordiosa y samaritana.

11. El Venerable Doctor José Gregorio Hernández, ejemplo de laico comprometido en el servicio de asistencia a los enfermos como médico abnegado y de investigador en la búsqueda de conocimientos científicos para la curación de diversas enfermedades, nos alienta y anima, en vísperas de su esperada beatificación, a seguir el camino que él transitó como hombre, médico y cristiano comprometido con su pueblo. José Gregorio es un símbolo de unión del país y camino de esperanza. La Virgen de Coromoto, patrona de Venezuela, nos bendiga en la culminación de este mes de mayo dedicado a tantas devociones marianas e interceda ante Dios por el cese de la enfermedad y de la profunda crisis que vivimos. Caracas, 28 de mayo de 2020. Con nuestra bendición, Los arzobispos y obispos de Venezuela