China falsifica los productos Italianos

Gran preocupación se ha dado en Italia, ante el hecho de que la China, con su avance tecnológico y maestro de la copia e imitación, ha estado incursionando en varios productos; entre ellos la ropa de moda, alimentos, fabricándolos de tal forma que es muy difícil reconocer su real originalidad. Desde luego, ello no ha sido muy aceptado por las autoridades italianas, hasta el extremo que una delegación ha ido ha tratar el asunto con el gobierno de ese país.

A todo ello se agrega, que China fabrica productos como textiles, vestidos y zapatos al estilo Mao Tsetung. Son artículos de baja calidad, pero con precios al alcance de todos los bolsillos, especialmente en esta época de crisis. Compiten con el “Made in Italy” de excelente calidad, pero con costos hasta las estrellas.

Carla Maldonado, corresponsal en Milán, señala, que un ejemplo de esto se aprecia en las calles de cualquier ciudad italiana. En Milán, el “chinatown” (zona sarpi), acapara la atención no sólo de los inmigrantes, sino también de los italianos. En ese pequeño universo, se vende de todo a precios imbatibles e impensables en otros almacenes, aun en los mercados callejeros: un pantalón a 13 euros (contra 40 euros en saldo), una camisa a 5 euros (contra 30 euros en saldo), una chompa a 12 euros (contra 50 euros en saldo).

Lo interesante es, cómo China gracias a la imitación y a la fabricación artículos a bajo costos, por tener una mano de obra barata, puede competir con bajos precios como lo hace y conquistar mercados, especialmente de la clase baja que es un número representativo en los países donde incursiona, como en el caso al que nos estamos refiriendo Italia.

Narra Carla, en el diario El Comercio, que los Chinos ya se llevaron el target de clientes de bajo poder adquisitivo, ahora atacan al sector medio, que representa el 85% de la producción italiana. Y ese es el verdadero temor de los empresarios locales. La entrada del “enorme Panda” al comercio internacional asusta. “Hay un doble debate sobre China. Se la mira como una potencia económica y como una amenaza. Es un país de oportunidades para el mercado, pero su producción crea serios problemas a nuestras empresas”, dice el responsable de Políticas Internacionales de la Federación Nacional de la Moda (Federmoda), Antonio Franceschini.

Las consecuencias de esta “invasión” son evidentes en las compañías locales. El sector del calzado se lleva la peor parte. En el 2002 se importaron 67 millones de zapatos de China por 215 millones de euros. Mientras se exportaron 153.000 pares de zapatos por 4 millones de euros. Según la Asociación Nacional de Productores de Calzado (Anci), se han despedido a 4.000 obreros y se cerraron 120 negocios. La amenaza “amarilla” incluye la falsificación de marcas. La etiqueta “Made in Italy” se reproduce en todo lado, sin ningún respeto para la propiedad intelectual. Los diseñadores de la “haute couture” local, encuentran nombres similares en China. La “maison” Pucci, por ejemplo, tiene su hermana “Anna Pucci” en China. Patrizio Bertelli, cabeza de Prada, tiene una “prima” llamada “Giovanna Bertelli Italy”. Según un estudio oficial publicado en la prensa, en un análisis en 620 puntos de venta, con 440 marcas, en Shangai y en Guangzhou, el 65% es chino, el 15% italiano, y el 20 % es internacional.

La Unión Europea (UE) asegura que la falsificación de marcas factura entre 3.000 millones y 5.000 millones de euros al año, y representa pérdidas de entre el 10 y el 25% para los productores europeos. Los consumidores tampoco conocen que en China, India y Paquistán se explota el trabajo infantil y se usan productos contaminantes que provocando severas alergias.

Se sabe, que en estos países, se obtiene el color negro de las prendas con sustancias tóxicas. Este procedimiento reduce los costos de producción hasta 10 veces, con respecto a la mercadería italiana. China atrae a los empresarios por la mano de obra barata y la inmensidad de su mercado (1.295.090.000 habitantes).

Por ello, marcas como Ermenegildo Zegna, que opera en China desde 1991 y tiene 29 puntos de venta, cree en la potencialidad de este mercado asiático pero, al mismo tiempo, dice que es necesario proteger la propiedad intelectual (en China no existe una Ley). Giorgio Armani, el “rey de las pasarelas”, desembarcó en Shangai en el distrito de la moda “Tree on the Bund”. Allí abrió el primero de 30 negocios multimarcas previstos a inaugurarse hasta el 2008. Benetton (target clase media), en cambio, contrata a los chinos para que confeccionen sus diseños. Luego revende los productos a las franquicias de su marca en Italia.

Otras firmas, compran telas en Beijing y arman sus modelos en Italia, sin declarar que lo hicieron. Mientras un tercer grupo da una parte del trabajo a supuestos socios chinos en Italia. Estos confeccionan decenas de vestidos en tiempo récord y a bajos precios. Así, los italianos pagan menos impuestos y ahorran en la producción. Por ello, se dice que el “Dragón» juega con inteligencia en el mapa mundial.

Se hace referencia, que Stefania Saviolo, docente de Gerencia de Moda de la Universidad Bocconi de Milán, en una entrevista con Líderes, aseguró que China es un peligro, porque la producción italiana no es sólo el target alto o bajo, sino también el medio. Están en juego miles de puestos de trabajo y la capacidad de innovar y de hacer nuevos productos, materiales, vestidos, o telas. El fenómeno de la falsificación de marcas es muy amplio y es para todos: americanos, franceses e italianos. Algunos productores como Louis Vuitton ganaron procesos contra la falsificación china. Se trataron de juicios largos y costosos que no todos pueden permitirse. Por otra parte, los chinos ricos no quieren productos falsos, porque son sofisticados y van en busca de los originales.
Las textiles chinas avanzan sobre el mercado italiano con buenos precios y marcas falsas. La producción de textiles y zapatos chinos constituye una amenaza, porque la importación está liberalizada y pueden entrar en la Unión Europea sin ningún problema. No tienen barreras tarifarias y sus productos ya pueden competir con los italianos. Sin embargo, se sabe que actualmente, el debate se centra en que el origen de la confección china debe declararse. Por tanto, el sistema debe competir trabajando en la marca, en el servicio de distribución, en la calidad y en la innovación que los chinos aún no tienen. Ellos sólo copian, nada más se comenta

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