Choroní

El bosque nublado, característico del Parque Nacional Henri Pittier, es la antesala de Choroní, fundada en 1616, en pleno período colonial; uno de los pueblos más visitados de las costas venezolanas. Este pueblo ofrece al temporadista, la comodidad que necesita para pasar una estadía confortable y sin problemas, a una hora y media de camino desde la ciudad de Maracay.
Atravesando las seductoras montañas, espera al turista el pintoresco y acogedor pueblo de Choroní, embriagando al visitante con su apariencia arquitectónica enclavada en el siglo XVIII. Pero el encanto de Choroní no se queda sólo en sus calles, casas, ventanales, ríos, afluentes y hermosas playas. También su gente irradia el calor humano que invita a compartir en esta tierra aragüeña. Y de ellos surge, no sólo el trato singular, sino una gran cantidad de manifestaciones culturales, entre las que prevalece el ardiente toque del tambor, que ha llevado a más de uno, a contonearse en las excitantes figuras rítmicas del baile negro.

Choroní es un pueblo dentro de un parque nacional; por lo tanto, su crecimiento ha sido muy limitado. Mantiene una arquitectura de antaño y con gran cantidad de posadas turísticas, para todos los gustos y bolsillos; siempre dispuestas a recibir a los temporadistas, ya que el turismo es su principal fuente de trabajo. Igualmente, la variedad gastronómica está presente, con platos basados en frutos de mar y pescados frescos que son una delicia para el paladar.

Siguiendo la carretera se llega a “Puerto Colombia», con muchas posadas, restaurantes, tiendas, su plaza, el puerto para los peñeros (embarcaciones pequeñas) que llevan a los interesados a los cayos cercanos, donde pueden disfrutar de un día de sol y olas altas; o comprar pescado fresco. Y el famoso Malecón, sitio de encuentro al atardecer y principal locación para el baile de tambor.
Muy cerca encontramos a Playa Grande; es una playa muy linda, llena de palmeras, olas y vendedores que ofrecen recuerdos y platos típicos. En temporadas altas es muy concurrida por los turistas.
En treinta minutos, dependiendo del viaje por mar, se llega a Chuao. Allí se aprecia la siembra del cacao y el pueblo es sumamente colorido. Y, en una hora, a Cepe, con playas bellísimas, tranquilas y, también, pueden pasar la noche. Otras alternativas son la solitaria Uricao y La Ciénaga, donde se puede disfrutar de aguas más tranquilas y aptas para los niños, a diferencia de las demás, que son ideales para surfear.