Cómo adaptarse al cambio y no morir en el intento

Hoy día el tema del cambio se ha vuelto algo cotidiano y parece ser que esta vorágine se mantendrá durante bastante tiempo en lo que queda del siglo, que es bastante. Cuando daba mis clases de Neurofisiología para los futuros psicólogos hace dos años, en algunas ocasiones divagaba sobre lo que podría ser el futuro de nuestro Sistema Nervioso ayudado por los microcircuitos de plasma electrónicos y les decía que probablemente en unos cincuenta años sería algo de la vida común…pues no señor, ayer disfruté de un relajante espacio al ver las maravillas que ya están funcionando, aunque sea de forma experimental. En el programa presentaron a un señor de unos 40 años cuadrapléjico (con parálisis de las cuatro extremidades) a quién le insertaron un “chip” en el área motora de su cerebro y estaba manejando la computadora con sus pulsos nerviosos y además una mano mecánica haciendo sus movimientos básicos bajo su comando cerebral. Ni que decir de lo adelantado que están los diseños y producción de prototipos de vehículos propulsados por hidrógeno, que según los expertos en unos 15 años sustituirán completamente a la gasolina…en fin el avance de la ciencia nos lleva paulatinamente a lo que el antropólogo y filósofo francés Teillard de Chardin llamó el proceso de “hominización” del hombre: la búsqueda de una convivencia armónica del hombre con la naturaleza y con sus semejantes basado en el respeto al otro y sus peculiaridades, eliminación del fanatismo y la búsqueda de los grandes y pequeños consensos poniendo el avance tecnológico al servicio del hombre.

Sin embargo todavía nos falta camino por hacer y este camino estará lleno de cambios tecnológicos, filosóficos, éticos, sociales, biológicos, etc.

¿Entonces qué hacer para adaptarse al cambio y no morir en el intento?

En primer lugar tenemos que luchar contra el temor y la ansiedad que produce el enfrentarse a cosas nuevas o poco conocidas. En efecto filogenéticamente los mamíferos tenemos algunos “arquetipos” o grabaciones mentales muy determinadoras de la conducta y entre ellas es bueno citar la territorialidad, ese espacio que según Wynne Edwards provee de tres componentes básicos: seguridad, identidad y estimulación. El cambio bien sea cultural, social, físico, o cualquier otro vulnera directamente nuestra territorialidad, nuestro “status quo” y dispara una emoción también ancestral: el miedo en forma de angustia o “ansiedad libremente flotante”.

En segundo lugar tenemos que desacondicionarnos de algunos lastres inconscientes que según Freud generan rechazo al cambio y el más importante de ellos, recalcado por la famosa psicoanalista infantil inglesa Melanie Klein es librarnos de la neurosis infantil temprana que genera nuestro crecimiento natural bloqueado por los límites y autoridad (con frecuencia mal usada porque nace del poder y no del liderazgo) que crean una dicotomía: por una parte siento odio hacia mi madre (o padre) porque no me deja crecer y ser yo mismo y por otra siento terrible remordimiento porque si no hago lo que ella (o él) quiere estoy dejando de quererlos y eso significa que me abandonarán. Esta situación se graba en el subconsciente y está lista para jugarnos malas pasadas en las épocas de cambio.

En tercer lugar debemos tener en cuenta nuestra neurofisiología y especialmente nuestro sistema perceptivo y los mapas cognoscitivos que vamos formando en nuestra vida. En efecto nuestro sistema nervioso, una verdadera maravilla todavía bastante inexplorado, funciona como un sistema de doble bucle con retroacciones positivas y negativas y recursos de aprendizaje. En el “input” contamos con un aparato perceptivo muy sofisticado que nos hace partícipes de la “realidad” en que nos movemos, pero filtrada por diversos factores del comportamiento humano (emociones, paradigmas, aprendizajes, ideologizaciones, etc., además de interferencias físicas en el aparato receptor). Cuando percibimos el cambio como peligroso, entonces la percepción de todo lo que tenga que ver con el cambio será bloqueado automáticamente y generará la consiguiente carga de ansiedad y angustia. Nuestro sistema de respuesta también filogenéticamente preparado en el Sistema Nervioso desencadenará una serie de reacciones de tipo fisiológico: alerta en el núcleo amigdalino con su respuesta a los sistemas límbico, simpático, parasimpático y entérico y en fin una cadena de sensaciones fisiológicas de los más diversos tipos que nos llevará a un estado tensional que rebosa el nivel del que estamos acostumbrados a manejar.

Hasta ahora hemos hecho un esbozo de cómo se genera la tensión por el cambio, pero lo importante es buscar como adaptarse al cambio y no morir en el intento. Tenemos varios elementos que son generales al estrés y otros más específicos con respecto al cambio.

Empecemos por los primeros: El combate del estrés tiene tres elementos que es absolutamente necesario tomarlos en cuenta ya que sin un buen tono vital no se pueden abordar los cambios. a) Bajo el punto de vista físico tenemos tres cosas para hacer: primero dedicar a la semana por lo menos tres espacios para caminar o hacer un ejercicio equivalente por al menos veinte minutos; segundo tener una dieta balanceada procurando evitar comer en exceso o privilegiar ciertos tipos de alimento y tercero dormir bien (generando ondas alfa en nuestro cerebro), para lo cual hay que valerse de diversos sistemas de relajación (Yoga, autorrelax físico, psicorrelajación, ducha de agua tibia, etc.). b) Bajo el punto de vista psicológico tener un hobby u ocupación placentera que nos permita relajar la mente y disfrutar de un entretenimiento solo o acompañados por lo menos cuatro horas a la semana… c) Por último bajo el punto de vista espiritual es muy importante crear una plataforma de creencias sustentables que nos permitan explicar el sentido de nuestra vida, respetando profundamente el mundo donde vivimos y a las otras personas, multiplicando nuestra capacidad de “estar” con los otros y disfrutar de su compañía. La creencia en una religión y la pertenencia a ella, así como el esfuerzo por cumplir con sus preceptos harán de nosotros personas felices y con un sentido profundo del por qué de la existencia.

En cuanto a los elementos específicos a cuidar para adaptarnos a los cambios podríamos citar los siguientes: a) Minimizar las trabas tradicionales del pensamiento evitando estancarnos o encerrarnos en los paradigmas. Esto en efecto puede ser mortal al momento de cambiar, puesto que si tenemos “sólo nuestra verdad”, el cambio implicará ruptura, angustia con las consecuencias que apuntamos en los párrafos anteriores. b) Mantener un espíritu activo de indagación y un comportamiento que promueva el pensamiento colectivo. Leer, buscar los nuevos inventos, las perspectivas sociales y psicológicas del hombre de mañana y discutirlas con nuestros amigos en una conversación abierta y no paradigmática es una forma excelente de prepararse para los cambios. c) Usar nuestro pensamiento lateral y construyendo una base de conocimientos apropiados. El saber no ocupa espacio, y nuestro pensamiento lateral se mueve sin que nosotros podamos impedírselo; entonces aprovechemos estos elementos para “cargar” nuestro “disco duro” de pensamientos actualizados que generarán nuevas perspectivas del mundo donde vivimos.

Por último, si quiere hacer un cambio personal le recomendamos 5 estrategias: a) Escríbalo en forma clara, b) Entiéndalo, reflexiones sobre él para crear una imagen concreta en su mente c) Factibilícelo para que tenga una oportunidad razonable de éxito. d) Temporalícelo delimitándolo en el tiempo, a través de fechas tope y e) Mídalo para identificar el nivel de logro.

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