¿Cómo enfrentar la pobreza ante los pronósticos de reducción de los ingresos en Venezuela?

Es cierto que los pobres ahora tienen mayor acceso a los beneficios del Estado, que hay una mayor inclusión social; eso no es mentira, es un hecho cierto. No obstante, la población en general presume, que los canales que han sido utilizados para la distribución de los recursos económicos, no han sido lo suficientemente eficaces y muchos de esos recursos han sido canalizados de forma muy ineficiente.

Habría que hablar de una mezcla de circunstancias que, uno supone, han dado lugar a esta percepción del proceso de reducción de la desigualdad. Esto es, la desigualdad no ha aumentado, sino que se supone que se han desperdiciado las oportunidades para continuar reduciéndola.

Las causas más importantes de esta situación, son los cambios que se han producido en el mercado de trabajo, ya que buena parte del empleo generado ha sido temporal e inestable y los salarios han crecido muy poco como consecuencia de la alta inflación.

Por otro lado, una clave fundamental para explicar lo que ha pasado, es también la gestión de las políticas sociales, que han sido poco eficientes en su aplicación, a pesar de la buena intención que haya existido al momento de su concepción.

Otro aspecto, quizá el que más daño nos pueda ocasionar en el futuro, es la del enfrentamiento con el sector privado, que es el llamado a generar fuentes de trabajo; sin embargo, éste no ha sido estimulado, más bien atemorizado en ocasiones.

Cabría preguntarse qué, si en un período de crecimiento económico tan intenso no hemos ido más lejos, en cuanto reducir la problemática de la desigualdad; lógicamente, cuando cambien las condiciones, será cada vez más difícil acceder a un empleo para muchas familias, que además estarán endeudadas, es lógico pensar que los problemas se agudizarán.

En cuanto a lo que sucederá, realmente no lo sabemos, pero pudiésemos imaginarnos cómo se desenvuelva la tasa de desempleo de los sustentadores principales de la familia. Este factor es más importante que aún la tasa de desempleo del conjunto de la sociedad. Otro indicador será, el de la inflación con respecto a la adquisición de vivienda, alimentos, ropa, calzado, educación, transporte y gastos sanitarios.

Hay dos factores muy claros. En primer lugar, el bienestar de los niños depende de la situación económica de los padres y hay una mayoría de familias que perciben rentas muy cercanas a los umbrales de pobreza. Por lo tanto, el primer factor relevante, es la dificultad para que el empleo se traduzca en un nivel suficiente de rentas.

Hace falta que el Estado actúe en función de crear empleos estables y mantener una ecuación muy básica, que defiende que los países con mayor nivel de gasto social eficiente, son los países con menor desigualdad y pobreza.

Los niveles de desigualdad y pobreza en nuestro país, son mucho más sensibles al mercado de trabajo cuando va mal, que cuando va bien. El empleo no se traduce directamente en reducción de desigualdad y pobreza, pero el desempleo sí. Este factor explica las transiciones, sobre todo, en hogares de clase media o baja, con cargas familiares y que están por encima o justo por debajo del umbral de pobreza.

El fin de la pobreza es un objetivo muy complejo, muy complicado. El contexto actual nos hace ser relativamente pesimistas, pero lo cierto es que hay países que han evolucionado a pesar de la disminución en cuanto a crecimiento económico y, sin embargo, han mejorado sus cifras de pobreza, en algunos casos espectacularmente.

Cuando hay un compromiso público y es aceptado por los ciudadanos, cuando se ponen recursos encima de la mesa, hay situaciones que se pueden mejorar. Pero sin una inversión eficiente de recursos y acuerdo dentro del país, es muy difícil que cambie la situación. Se necesita otro tipo de actitud política, de cambio social.

Creemos que nuestra sociedad es mucho menos madura, en temas de solidaridad y sacrificio, que otras sociedades, porque con mayor gasto se reduciría la desigualdad y la pobreza, pero mayor gasto en el futuro -a menos que los precios del petróleo cambien-, significaría mayores impuestos, mayores costos para los ciudadanos y, sinceramente, tenemos dudas de que en el actual contexto haya ese deseo generalizado de contribución de mejora de los derechos sociales.

En fin, por lo que se vislumbra para el 2009 y los años por venir, deberíamos educar, concertar, hacer girar nuestras actitudes hacia la solidaridad y entender que los que más tienen, deben ser más responsables socialmente, mientras que el Gobierno aceptar que existe una gran porción de la población que no quiere que le impongan las cosas, sino ser partícipe de la sociedad a la que pertenece y, por lo tanto, aprovechar sus buenos gestos.