Con el ALBA pero mirando a Europa

Ecuador ha firmado un acuerdo comercial que libera de aranceles a gruesa parte de sus intercambios con la Unión Europea. Con algunos retoques – o algunas especificidades propias de la situación ecuatoriana – se está, en lo sustantivo, en presencia de una adhesión al Tratado Comercial Multipartito ya firmado hace unos pocos años atrás entre la UE y Colombia y Perú. Pero más allá de las diferencias que puedan existir en materia de redacción, la gran diferencia es que Colombia y Perú firmaron antes y llevan, por lo tanto, ventaja en lo que respecta a la colocación de ciertas mercancías en el mercado europeo. Ecuador se da cuenta, con algo de retardo, que el quedarse fuera de un acuerdo de esa naturaleza le hace perder competitividad y le hace perder mercado para muchas de sus exportaciones, pues las mismas mercancías, producidas y exportadas por Perú y/o por Colombia entran con preferencias al mercado europeo. 

Además, Ecuador ha sufrido la baja de sus ingresos de exportación como consecuencia de la caída del precio del barril de petróleo, y tiene que ser realista. No puede cometer el mismo error de Venezuela, de basar su desarrollo exclusivamente en la venta de petróleo, e incluso cuando el petróleo baja de precios en el mercado internacional, seguir amarrado a lo que suceda con los precios de este hidrocarburo, esperando ingenuamente que las cosas vuelvan a ser como antes. No. Ecuador, presidido por un hombre de buena formación económica y buena formación cultural en general, y con una dosis importante de pragmatismo, se da cuenta de que sus relaciones económicas internacionales tienen que estar al servicio del país, y no puede estar atado en ese campo a una arrogante consideración ideológica. En otras palabras, hay que buscar que el país se inserte en el comercio internacional contemporáneo con otros productos diferentes al petróleo, y eso implica buscar la creación de competitividad tanto por la vía de la modernización y la innovación tecnológica de los procesos productivos internos, como por la vía de la negociación bilateral o multilateral de las normas que presiden el comercio entre aquellos países que son o que pueden llegar a ser socios comerciales importantes para el país.  

Los países del ALBA – que se han quedado sin líder, sin proyecto y sin plata- abandonan por esta vía una de sus ideas fuerza más largamente sostenida: la idea de que los tratados de libre comercio son un engendro de satanás para perjudicar a los países pobres y beneficiar a los países ricos. En realidad, ya con anterioridad Nicaragua, que también es miembro del Alba, había firmado y puesto en vigencia su adhesión al tratado de libre comercio que une a Estados Unidos con Centro América y República Dominicana. Ahora es Ecuador quien protagoniza políticas similares en el contexto de América Latina y del Alba. Bolivia y Venezuela siguen, sin embargo, tozudamente atados a la idea de que los tratados de libre comercio son intrínsecamente negativos. En el caso de Bolivia es comprensible una actitud de esa naturaleza, pues ese país todavía no sufre todo el impacto de la caída de los precios de los hidrocarburos y sigue vendiendo gas a Brasil y Argentina en condiciones favorables. Vivir de la exportación de materias primas todavía es viable como modelo de desarrollo para ese país. Pero si el precio del gas acompañara en mayor medida al precio del petróleo, la situación de Bolivia se complicaría, y pasaría a conocer una situación similar a la de Venezuela y de Ecuador. Venezuela es sin duda el caso más dramático y patético, pues sigue atado a la esperanza de que el mercado petrolero pueda cualquier día amanecer al alza y salvar a la revolución bolivariana. Mientras tanto, no implementa sino medidas de sobrevivencia, muchas de ellas sin sentido ni horizonte alguno, pero sin ni siquiera plantearse seriamente la posibilidad de buscar nuevas formas de insertase en las complicadas corrientes del comercio internacional contemporáneo. 

El acuerdo recientemente firmado por Ecuador debe entrar en vigencia el 1 de enero del próximo año. En esa fecha caducan las preferencias arancelarias unilaterales que la Unión Europea concede a Ecuador. Eso implica que de no haberse firmado el acuerdo que comentamos, Ecuador no solo hubiera quedado sin las preferencias allí contenidas, sino que además hubiera perdido las preferencias arancelarias unilaterales hoy en día existentes.  
El acuerdo firmado implicará que el 95 % aproximadamente de las mercancías exportables ecuatorianas entrarán con cero arancel al mercado de los 28 países que conforman- todavía-  la Unión Europea, incluyendo allí los producto manufacturados y los productos derivados de la pesca, que son tan importantes en la canasta de exportaciones de Ecuador.  El 5 % restante será objeto de un proceso gradual de desgravación que se tomará 17 años. En sentido inverso, solo el 60 % de las mercancías provenientes de la Unión Europea gozarán en forma inmediata del cero arancel. Eso permite proteger algunos productos – tales como la leche, el queso y el arroz – que Ecuador no veía como conveniente exponer de inmediato a la competencia externa. También el banano, producto crucial para Ecuador, gozará de preferencias en el mercado europeo, pero ellas se pueden suspender si se supera un determinado umbral de exportaciones.  

Además de este acuerdo con la Unión Europea, Ecuador ha entrado en negociaciones con la EFTA, acuerdo de libre comercio entre Suiza, Noruega, Islandia y Leichtenstein, cuatro países que no pertenecen a la Unión Europea y que tienen su propio acuerdo de asociación y liberación comercial. Es decir, todo parece indicar que Ecuador ha cambiado su visión sobre los tratados de libre comercio, y busca ahora, por nuevas vías, una mayor y mejor inserción en los circuitos del comercio internacional contemporáneo.