¿Crecimiento humano o trampa?

¿Crecimiento humano o trampa?

P. José March – Cuando tratamos de definir la autoestima o de cultivarla, de hacer cosas para “estar bien”, muchas veces aparece un egoísmo velado, higiénico, que a primera vista pareciera saludable, pero que es un camino equivocado. Llega a ser en definitiva un camino hacia la autosatisfacción.

He visto personas que en un afán de sentirse bien ellas mismas “para luego poder darle al otro” nunca llegan a conectarse con el otro. Y con el argumento de estar sanándose a sí mismas, piden al otro que apoye un proceso que solo llevará a separarlos. Centran su atención en sí mismas, en sus necesidades, gustos, deseos, preferencias y manejan el entorno para que se adecue, y poder brindarse a los demás en una etapa posterior, que rara vez llega.

Hay personas que no se valoran y que entablan relaciones aparentemente desinteresadas, pero su DAR no es dar de verdad. Son personas que todos califican de altruistas, y en el fondo tal vez sea éste un mejor camino que el primero. Pero que se postergan siempre, y a la vez se sienten vacías, mártires, sometidas. En realidad siempre necesitan ser como el otro espera que sean. No se sostienen ante el otro, es como si se licuaran, como si perdieran su contenido, lo escondieran, mostrando a veces una cara que no es exactamente su propia cara. Buscan siempre contemporizar, buscan el equilibrio, la convivencia con el entorno adaptándose indefinidamente a él, pensando que luego, después de que todo esté tranquilo y haya paz, podrán ocuparse de sí. Cosa que rara vez llega.

También he visto quienes necesitan de algún modo huir de sí mismos y volcarse hacia el afuera de sí. Y esto tiene más urgencia que lograr una comunión interior con el otro. Traban vínculos que son para tapar vacíos, para llenar alguna necesidad primaria no reconocida, o curar alguna herida no cerrada. Son relaciones donde el dar no viene a ser un don de sí, sino un acto compulsivo, tal vez por miedo al rechazo, a la indiferencia, al abandono, al desamor. Piensan que cuando se calme ese vacío, cuando estén definitivamente acompañadas, allí podrán realmente ser sí mismas y vivir en plenitud. Pero esto también rara vez llega.

Tenemos los dos extremos de una balanza que puede fluctuar entre el egocentrismo, y la compulsividad. En ese sutil equilibrio la balanza está inclinada hacia algún extremo y nos volvemos egocéntricos o nos quedamos vacíos.

En los casos que expresábamos antes, hay un denominador común entre aquel que se posterga siempre porque cree que no vale nada y aquel que sólo piensa en sus necesidades y está convencido de que sólo siendo feliz él mismo podrá satisfacer en una segunda etapa a los demás. Hay un desorden en ese amor primero. En los dos casos uno cree que no vale, son las dos caras de una misma moneda.

Si soy de los que siempre se postergan, estoy esperando que los demás me den la valía que no puedo darme, por lo cual las personas se vuelven objetos que necesito para satisfacer esa ansiedad que me provoca el vacío de sentirme insignificante y poco digno.

La autoestima nos lleva a valorar todo bajo estas «posturas»: O centrado en uno mismo o el vacío…

Respecto al psicólogo

La ciencia es y debe ser neutral en cuanto sistema de saber; pero no es ni debe ser neutral en cuanto actividad humana. Por tanto al hacer ciencia, el psicólogo debe satisfacer estas dos exigencias complementarias, pero no contrapuestas. ¿Cómo?

1º. La atención a no extrapolar la validez circunscrita de las propias afirmaciones, pretendiendo erigirlas en criterio único de verdad incluso en otros campos, como consecuencia de la conciencia de la relatividad y falibilidad del conocimiento científico.

2º. El reconocimiento de que el conocimiento científico no es el valor supremo y ha de armonizarse con una constelación más amplia de valores, pudiendo ser en algunos casos limitadas.

3º. La preocupación de los fines de la investigación aplicada, que no pueden dejarse únicamente a la libre elección del poder y del beneficio.

4º. La atención a hacer que la investigación propia colabore a la mejor realización de valores y finalidades dignos del hombre, de su naturaleza y de su destino.

5º. La disponibilidad a reconocer que, en la elaboración de tales fines, la ciencia en cuanto tal no tiene competencia, y que por tanto deben intervenir otros criterios y otras voces.

6º. La corresponsabilidad en el análisis de tales valores y en el estudio del mejor modo de realizarlos.

¿Objetividad? Sí. ¿Cómo no? Pero… ha de entenderse en dos sentidos diversos y complementarios:

a) . En primer lugar, toda ciencia delimita un campo restringido de objetos de que se ocupa, seleccionando en la realidad sólo muy pocos aspectos que indagar.

b) . En segundo lugar, esos aspectos son estudiados mediante procedimientos operativos de observación y medida, que permiten el control intersubjetivo de los resultados, su crítica y su consiguiente aceptación o rechazo.

Yo respeto, sigo y uso los distintos caminos abiertos por las distintas teorías psicológicas, ahora bien, en cuanto a sus «valoraciones del yo» que hacen tomar decisiones morales «hitlerianas» por ahí no entro… ni la ética humana ni la religión, ni la teología.

Ninguna de las teorías abarca toda la verdad sobre el hombre. Pero cada una aborda un aspecto importante para conocerlo mejor. Todo es bueno. Ahora bien, repito, términos como autoestima, autorrealización o voluntarismo (que son lo mismo) no tengo por qué tragarlos ni someterme a ellos. Lo siento, pero mi centro no es el yo, sino la negación del yo por Cristo… ¡No hagan sufrir más a la gente con sus egolatrías!…

Benedict Groeschel, CFR, sigue diciendo algo muy interesante respecto a la naturaleza y la gracia:

«(Evitemos) la trampa de equiparar madurez psicológica (psicología simbólica) con crecimiento espiritual. Esta es una idea semi-pelagiana (por ahí va la autoestima), que ha sido tan popular en años recientes que se acepta como verdad.

En realidad, un examen de la vida de los santos o aun de personas que están en consideración para canonización en el presente, no revela a muchas personas que se ajusten al modelo psicológico moderno de personas muy bien balanceadas. Mientras yo si creo que los santos tienen madurez espiritual, con frecuencia personas muy santas y personas profundamente religiosas luchan con otros conflictos de personalidad… mi propio patrón, San Benito José Labre, era un hombre sin hogar y mentalmente enfermo. Sin embargo, lo que le quedaba en su pobre alma, se lo entregó todo a Dios.

¿Cuál es el punto en hacer esta distinción? El punto es que la gracia puede edificar sobre la naturaleza pero no son la misma cosa. Las personas se hacen espiritualmente maduras rindiéndose a Dios con todo lo que tienen y con toda la sinceridad que pueden. Esto es cierto también de los sacerdotes. Porque algunos tengan conflictos de personalidad (¿y no los tenemos todos?), no deben desesperar de la posibilidad de un auténtico crecimiento espiritual.»

Cada una de las teorías psicológicas son objeto de crítica: la psicoanalítica es demasiado subjetiva; la del aprendizaje es demasiado mecanicista; la humanista es excesivamente idealista; y la existencial es demasiado voluntarista. Cada teoría, aisladamente considerada, es demasiado limitada para dar cuenta de la amplitud y diversidad de la persona humana. Y como no hay ninguna teoría que pueda abarcar todos los aspectos del comportamiento humano, la mayoría de los estudiosos dice que tiene una perspectiva ecléctica, indicando con ello que se vale de todas sin adoptar exclusivamente una teoría específica.

Ninguna de estas teorías abarca toda la verdad sobre el hombre. Pero cada una aborda un aspecto importante para conocerlo mejor.

Görres, Kennt die Psychologie den Menschen, Internationale Katholilsche Zeitschrift (1977): Este autor expresa claramente una sospecha cuando se pregunta si la psicología conoce de verdad al hombre… y su respuesta es realmente descorazonadora.

Esta falta se debe a que se ha expulsado el espíritu de la psicología por considerarlo un concepto poco científico. Pero es imposible comprender al hombre sin tomar también en consideración sus dimensiones existenciales y religiosas.

Se trata de ver la experiencia humana desde su globalidad, de lo biológico (científico) a lo personal (psicología-sociología…) y a lo espiritual (fe-religión).

Los datos de la investigación experimental sobre el hombre proporcionan conocimientos válidos, aunque parciales; pues, por ejemplo, la aceptación en bloque de la concepción positivista reduciría al hombre a un puro dato objetivo, a una estructura formal matemáticamente estudiable, pero carente de referencias a valores existenciales.

Tratamos de superar el “determinismo” psicológico…hay que abrirse a todas las dimensiones de lo “humano”. No hemos de psicologizar lo espiritual ni confundir al sacerdote con el psicólogo.

En fin:

Psicología y realidades psicológicas: estudio del comportamiento humano desde la naturaleza. Estudia el cómo “funcionan” (o cómo se comportan) los hombres en situaciones concretas y delimitadas…En todo lo que se refiere al cómo.

Lo espiritual o la Gracia: todo lo que se refiere al por qué de nuestra vida: dependemos de Dios, somos de Dios, pertenecemos a Dios, somos para Dios. En definitiva somos lo que somos por pura misericordia y no porque “yo” (autoestima, autorrealización o voluntarismo) me puedo valorar, puedo alcanzar metas por mí mismo o por mi voluntad pueda realizarme.

Es la Soberbia de cualquier ciencia considerada por sí sola que quiera explicar la verdad del hombre: cae en “determinismos”, reduce la verdad a la naturaleza sola. Y en la ciencia hay conceptos «absolutos» que conviene rechazar -autoestima, voluntarismo, autorrealización- ¿Por qué? Porque en sí mismos se encuentra la «naturaleza» sin la «gracia», lo cual es anti-cristiano. Nosotros creemos que hemos sido creados para Dios, no para nosotros mismos, y en nosotros mismos no se encuentra la verdad. El hombre es un ser indigente…

Si expulsas la “Gracia” de tu vida, tu naturaleza queda “vacía” y “sin-sentido”, pero la base del «trabajo de la gracia» es la naturaleza.

Por eso, hagamos psicología pero sin pretensiones deterministas, sino como «aportes» que no eliminan sino que exigen el espíritu (la gracia).

Fuente: http://es.catholic.net/psicologoscatolicos/435/2428/articulo.php?id=28062