¿Cuanto nos cuesta a los consumidores los formatos comerciales modernos?

Todavía el número de establecimientos comerciales tradicionales o independientes predomina sobre los establecimientos de formatos modernos (hipermercados, supermercados y tiendas de grandes superficies, etc.). Sin embargo, estamos en presencia de un proceso de reducción en su número y, de forma mucho más significativa, en su cuota de mercado.

Si se analizan los volúmenes de ventas de este sector, se observa una gran concentración en los formatos de mayor tamaño y, además con una tendencia en constante crecimiento en los últimos años en nuestro país, especialmente en los mercados de bienes de alimentación, droguerías y otros bienes de conveniencia.

Lo que queremos destacar, es que si el incremento de la concentración supone un mayor poder de mercado, esta situación se traducirá en márgenes mayores, especialmente entre las empresas más grandes. Esa situación, ya es una realidad constatada en otros países.

Ahora bien, por el mayor bienestar de nuestra sociedad y una mayor responsabilidad empresarial de nuestras empresas, cabría esperar que al menos parte de las ventajas en eficiencias derivadas de la mayor concentración y el tamaño, debieran trasladarse hacia los consumidores por la vía de los precios más bajos. De no actuarse de esa manera, la existencia de ese poder de mercado o de ausencia de competencia llevará a que no se produzca la reducción de los precios y si un incremento en los márgenes de los que tienen el poder de concentración. Cabría entonces preguntarse ¿cuanto le está costando a la sociedad los nuevos formatos comerciales modernos?

El poder desarrollado en la concentración con la presencia de los nuevos formatos, no solo afecta a los más pequeños (los comerciantes tradicionales e independientes), sino que la concentración supone un mayor poder de compra sobre los proveedores. Ya que al comprar mayores cantidades se obtienen mejores precios, tanto por reducciones en los costos de suministros como en mayor medida por el ejercicio del poder de negociación.

Si lo vemos desde la perspectiva del bienestar del consumidor, un menor precio de compra obtenido pudiese trasladarse hacia el comprador final en un porcentaje importante, ocasionando precios más bajos y un efecto positivo en el poder de compra de los venezolanos, dándose a través de una reestructuración interna del reparto de márgenes en la cadena de valor: menores márgenes para el fabricante y mayores para el distribuidor. Si por el contrario, las economías de escalas obtenidas en las compras van en todo o en parte a incrementar el margen de los distribuidores, el ejercicio del poder de compra no beneficia a los consumidores y si a los distribuidores.

Cabría preguntarse, ¿qué papel está jugando Pro-competencia en esta problemática de la sociedad? ¿Quien defiende a los consumidores?

Continuaremos con el tema en la próxima edición.