Cuaresma

Redacción .Quadragésima es su nombre latino. Sólo podemos entender la palabra cuaresma, con la que traducimos el término latino, en el contexto de la cuenta atrás que se establece para señalar el tiempo pascual. Con la “Dominica VI post Epiphaniam” concluye el ciclo litúrgico de la Navidad (que empezó con el Adviento), y empieza el ciclo pascual. A partir de aquí se nombran los domingos por la distancia a que se encuentran de la Pascua. El más alejado del ciclo pascual es la “Dominica in Septuagésima”, el séptimo domingo antes de la Pascua. Le siguen la “Dominica in Sexagésima” y la “Dominica in Quinquagésima”; y de ahí se pasa a la “Dominica I in Quadragésima”, después de haber pasado por la “Feria quarta cínerum” (el Miércoles de Ceniza). Y aquí se detiene la cuenta atrás. Este es el actual contexto litúrgico de la cuaresma. Pero claro, no fue éste un invento litúrgico, ni mucho menos.
Esta palabra empezó a sonar ya en el concilio de Nicea, relacionada con el ayuno cuaresmal. Se ve formada fuera de los cánones de la lengua latina. Es el ordinal de quadraginta (cuarenta); su traducción literal, por tanto, es “cuadragésima”, es decir el ordinal de cuarenta, en femenino. En la época clásica se llamó quadragésima (sobreentendiendo pars) a un tributo que respondía a esa fracción. Vista, pues, la palabra que inventaron para denominar la cuaresma, está claro que queda un tanto descolgada de la ortodoxia léxica: ¿Qué pinta un adjetivo sin nombre? ¿Y un número sin indicar el objeto al que se refiere? ¿Y por qué en femenino? Aún en la hipótesis de que supusiésemos el sustantivo dies para sostener el adjetivo, resultaría la expresión quadragésima díes, que significaría “día cuadragésimo”, que tampoco tiene ningún sentido. Se adivina la intención de decir “una cuarentena de días” (quadragésima dierum); pero no es legítima esta utilización del ordinal. Por todo ello es evidente que no salió esta palabra de ninguna curia ni de ninguna universidad: no se hubiesen permitido tales incongruencias gramaticales. Si la Cuaresma la hubiesen inventado las jerarquías eclesiásticas, si hubiese tenido su origen en la Santa Sede, su nombre hubiese sido formalmente perfecto. Queda patente, pues, por el nombre, que la Cuaresma fue idea de legos o de seglares; gente iletrada en cualquier caso. En efecto, eran los fieles los que decidían por su cuenta, sin que nadie se los impusiera, los días de ayuno que querían hacer para conmemorar la pasión de Cristo y prepararse para la Pascua.
El ayuno traía ya un gran prestigio viniendo del judaísmo, y tenía gran implantación. No sabemos a ciencia cierta cuándo se iniciaron los ayunos de preparación para la Pascua. La primera noticia la tenemos de san Ireneo, obispo de Lyón, cuyo martirio está fechado en el 202. Pero no había ninguna norma común para toda la iglesia, ni estaba ésta suficientemente vertebrada como para que la hubiese. Así, mientras en unas diócesis se ayunaba sólo el Viernes Santo, en otras se añadía el Sábado Santo. En las iglesias de Oriente, ya en el siglo III, alguien pensó en el número cuarenta, en recuerdo del ayuno de 40 días que nos narra el evangelio. Pero ni de lejos pensaron en 40 días, sino en 40 horas. Ahí estaba ya el germen de la cuaresma, con su referente bíblico. La evolución de esta idea y de su aplicación hasta llegar a la forma actual de la cuaresma, fue cuestión de tiempo: de siglos.
El paso siguiente fue extender el ayuno a seis días seguidos. Cuando hablamos de estos ayunos de pocos días (hasta 6) estamos hablando de ayunos rigurosos, de las mismas características de la huelga de hambre, por poner un referente a nuestro alcance. Mientras se entendió el ayuno con ese rigor, no fue posible extenderlo más allá de los 6 días. Tuvo que suavizarse mucho el concepto de ayuno para pasar a los cuarenta días de ayuno, que ese pretende ser el significado de cuaresma. (Continurá)

Mariano Arnal – Artículos – Buscador temático del Almanaque LÉXICO