Cuidado con la vanidad

Jacinto Benavente nos dice sobre la vanidad, que esta hace siempre traición a nuestra prudencia y aún a nuestro interés. No obstante, para el escritor argentino Ernesto Sábato La vanidad es tan fantástica, que hasta nos induce a preocuparnos de lo que pensarán de nosotros una vez muertos y enterrados.

El gran filósofo Friedrich Nietzsche escribió sobre ella: «La vanidad es la ciega propensión a considerarse como individuo no siéndolo…», asimismo, Mason Cooley dijo «la vanidad bien alimentada es benévola, una vanidad hambrienta es déspota».

Lo cierto es, que la vanidad involucra muchos aspectos que afectan significativamente nuestro crecimiento personal, sino le prestamos la atención necesaria, porque encierra orgullo, ego, soberbia, engreimiento, arrogancia, aspectos muy negativos, hasta el extremo que se sabe como se nos recuerda, que alrededor de 375, Evagrio Póntico se unió a un monasterio fuera de Constantinopla, allí clasificó «los ocho pecados que, según él, atraían al hombre al infierno». Evagrio creía, que había ocho «tentaciones terribles para el alma», y la vanidad era una de las más letales. Evagrio advirtió, que la vanidad «corrompía todo lo que tocaba y la denominó, un tumor del alma lleno de pus que al alcanzar la madurez, se descompone en un desagradable desastre». En 590, el papa Gregorio Magno, reexaminó la lista y redujo los pecados a siete. Anteriormente, Evagrio las había denominado «tentaciones», el papa cambió el nombre por el de «pecados» y proclamó que eran mortales. Para el papa Gregorio, la vanidad era el peor de los siete pecados capitales, el que contiene la semilla de todo el mal. Él escribió: La vanidad es el comienzo de todos los pecados.

Corazones.org, sobre ella comenta, que la vanidad, es el orgullo basado en cosas vanas. Cosa vana es todo aquello que se tiene por valioso, pero que en realidad desvía de lo que en verdad vale. Lo vano nos apega a una falsa imagen del hombre, medido por sus riquezas, fama y poder mundano. Lo vano carece de solidez en relación a la vida eterna.

Despreciaron sus decretos y la alianza que hizo con sus padres y las advertencias que les hizo, caminando en pos de vanidades, haciéndose ellos mismos vanidad, en pos de las naciones que les rodeaban, acerca de las que Yahveh les había ordenado: «No haréis como ellas.» II Reyes 17,15. ¡Vanidad de vanidades! – dice Cohélet -, ¡vanidad de vanidades, todo vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? Eclesiastés 1,2-3.

«Vanidad de vanidades, y todo es vanidad». El hombre, en efecto, es incapaz de cambiar nada en el orden del mundo; es impotente ante las injusticias que a diario se producen a su alrededor. La vanidad lleva a creerse algo distinto a lo que uno realmente es. El vanidoso piensa que hace maravillas y se siente herido si los demás no lo valoran. El hechizo de la vanidad los problematiza y sufren tremendamente. El mejor remedio es un poco de realismo:

• para unos, será comprender que los genios suelen ser inteligencias trabajadas por un estudio profundo;

• para otros, abrir un poco los ojos y descubrir las cualidades de los demás, que es una excelente forma de aprender;

• para los que pasan horas ante el espejo y aún así no están seguros de que les guste lo que reflejan, ser menos puntillosos en cuanto a su aspecto físico;

• para todos, rechazar el engañoso halago de la adulación (propia o ajena), y comprender que el objetivo de la vida no puede ser algo tan pasajero, como la opinión ajena o el brillo de los aplausos.

personarte.com, opina que la vanidad, no tiene entidad propia, pues queda asimilada al orgullo. El máximo logro de los vanidosos tal vez haya sido, imponer su pasión -que es la de aparentar para conseguir- como valor dominante en la actual cultura mercantilista de Occidente.

Nos comenta por su parte bajo otra óptica, ayuda-psicologica.info que tengamos presente, que la vanidad está presente en nuestras vidas por doquier. Quien la padece no debe avergonzarse de ella, ni intentar disfrazarla bajo otras motivaciones. Forma parte de un mecanismo íntimo y universal del ser humano. Maslow, en su famosa teoría de las necesidades, las jerarquizaba en una pirámide donde, tras la satisfacción de las necesidades fisiológicas, de salud y seguridad, situaba las necesidades de pertenencia, de estima y reputación y, finalmente, de autorrealización. La vanidad tiene que ver con los tres últimos niveles. Hay una vanidad de ostentación hacia los demás, pero también hay una vanidad de ostentación hacia uno mismo. La cuestión es, que estamos dispuestos a pagar para aumentar la propia vanidad: pagar en forma de trabajo, o pagar dinero.

Muy cierto cuando se nos recuerda, que la vanidad moviliza grandes energías y hay un segundo tipo de vanidad: la ostentación hacia uno mismo. Sería lo que Maslow llama la autorrealización; consiste en el incremento de la satisfacción con uno mismo, de las propias habilidades y saberes. Generalmente esta vanidad se realiza por vía del trabajo, a que se te reconozca tu contribución. La vanidad puede movilizar grandes energías.

En la caracterización de los mecanismos de la vanidad, hay una regla universal: hay poca disposición a reconocer (pagar), las ideas de los demás, y en cambio se puede estar dispuesto a pagar mucho para alcanzar el reconocimiento (la difusión o publicación) de las propias ideas.

En definitiva, consideremos lo que Honoré de Balzac dijo sobre ella: Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir.

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