Diferentes formas de hacer Política Económica

El Gobierno de Venezuela tiene una sola óptica roja rojita.

Las políticas económicas, entendidas como las acciones y decisiones que en materia económica toman los Gobiernos Centrales -y que tienen impacto, por lo tanto, sobre el conjunto del país- no sólo pueden tener diferentes metas y llevarse adelante mediante la utilización de diferentes instrumentos, sino que pueden diferir también en la forma misma de concebirse.

Una posibilidad es concebir la política económica como un problema técnico, que debe ser resuelto, por lo tanto, por equipos de tecnócratas suficientemente lucidos, que dominen la economía, la ingeniería, y otras áreas de las ciencias exactas o positivas. Se asume en este esquema que la elección de las metas en materia de política fiscal, política monetaria, política cambiaria, etc., son suficientemente claras u obvias, y que las decisiones sobre las herramientas que deben ser utilizadas para lograr esos fines no pueden descansar en las manos o en las mentes de políticos irresponsables -que están preocupados por defender intereses particulares, y no el gran interés nacional- o en manos de políticos ignorantes que no entienden las complejidades y las interrelaciones sistémicas del conjunto de la economía. La elección de los medios o de los instrumentos es un problema que hay que depositarlo en manos de expertos, preferiblemente apolíticos, que se asuman a sí mismos como una élite capaz de tomar las decisiones que el país necesita. Ellos saben lo que pueblo necesita y saben cómo llevar la situación presente hasta un escenario futuro en que esas aspiraciones quedarán resueltas.

LUCIDEZ

Esta concepción tecnocrática está emparentada –y puede derivar fácilmente- hacia una concepción autoritaria y/o mesiánica. En realidad, la máxima expresión de esta concepción tecnocrática es asumir que un sólo hombre -que sea suficientemente lúcido, capacitado, sabio y bienintencionado- puede decidir por todo el equipo de tecnócratas y por todo el país, sobre todas y cada una de las decisiones relativas a cómo generar el mayor bienestar posible al pueblo. Si un equipo de tecnócratas podía sustituir al pueblo en su capacidad de participar y de decidir sobre las grandes cuestiones de la economía nacional, un hombre puede también sustituir al equipo de tecnócratas, y facilitar y agilizar así el conjunto de las decisiones.

Esta situación -ya de por si complicada y poco deseable- se complica más aun, cuando el hombre que asume la totalidad de la capacidad de decisión no es tan lúcido, tan capacitado, tan sabio, ni tan bienintencionado; y por lo tanto, las decisiones que toma -sobre los medios y sobre los fines- no son coherentes, sensatas, ni viables, sino que son sólo una expresión de su imaginación y de su voluntarismo.

En las democracias modernas se tiende a que las grandes decisiones de política -incluidas las decisiones sobre política económica- se tomen de otra manera. El Gobierno está constituido por diferentes partidos, que tienen visiones e intereses diferentes en algunas cosas y coincidentes en otras. Una primera instancia de diálogo y de aproximación sobre lo que se tiene que hacer se realiza, por lo tanto, en el seno del Gobierno mismo. El Gobierno, a su vez, consulta y dialoga con el Parlamento, donde están los representantes del pueblo y de los partidos -los de gobierno y los de oposición- los cuales a su vez dialogan con la sociedad civil: sindicatos, cámaras empresariales, organismos no gubernamentales, gremios estudiantiles, o asociaciones sociales de todo tipo.

DIÀLOGO

De todo ese proceso de diálogo, de negociación y de aproximaciones reciprocas, se va delineando lo deseable y lo posible de realizar en los diferentes planos de la actividad nacional. El mecanismo es indudablemente más complejo y puede que hasta más largo, y hasta se podría aceptar que, en algunas ocasiones, ni siquiera es totalmente eficiente –en el sentido de que los medios elegidos para conseguir un fin determinado pueden no ser los mejores– pero es un mecanismo que gozará de mayor aceptabilidad social y de mayor legitimidad, y que representará en mejor medida las metas que pueden generar la mayor cuota de felicidad ciudadana. Puede que estas cuestiones sean demasiado obvias, pero es bueno recordarlas en momentos en que el país se prepara para decidir qué tipo de sistema político y económico es el que quiere para sus hijos y para sus nietos.

Blog: sergio-arancibia.blogspot.com