Don Lisandro

(Al inmenso potencial de la juventud que se prepara para el futuro )

“El alcoholismo es quizás una tendencia fatal de la época”.
Lisandro Alvarado

Se atribuye a Napoleón la frase según la cual “el sabio busca la sabiduría; los necios creen haberla encontrado”. Un largo camino buscando esa fuente del saber fue el periplo terrenal de un hombre nacido para eso y para lo grande: Don Lisandro Alvarado. Un venezolano del que todos, sin distinción, podemos estar orgullosos. Nacido en la musical tierra de El Tocuyo, ciudad madre de Venezuela, pues desde allí salían las expediciones que poblaron a la Provincia, de allí salió también a la luz un 19 de Septiembre de 1858 Don Lisandro, un hombre que de cuando en cuando es saludable y necesario recordar (curiosamente se desconoce su vida y sólo vemos su nombre asociado a instituciones educativas y otros honores) por sus extraordinarias cualidades y legendaria sed por comprender su mundo y su época.

Probablemente en el sigo XX, el cual vivió en parte pues falleció en 1931, hace precisamente 80 años, sólo se le acerquen en virtud polifacética Arturo Uslar Pietri y Miguel Otero Silva. Alvarado incursionó, a diferencia de ellos, en la medicina, no dejando de avocarse al estudio de la historia, costumbres populares, estudio de la fauna y la vegetación, filología, literatura, periodismo, matemáticas y sociología. Estas disciplinas, a lo Goethe, las abordó con profundidad, pasión, rigor y mucho amor por el conocimiento, que deseaba compartir con sus contemporáneos para elevar su condición física. Fue tan grande esa necesidad de prodigarse en conocer e interpretar al mundo y en el compartir lo aprendido que, junto a César Zumeta, Luis López Méndez y José Rafael Revenga, fundó hacia finales del siglo XIX la “ Sociedad de Amigos del Saber”. Sus vastos conocimientos le merecieron que fuera elegido para las Academias de Medicina, Historia y Lengua. A todos estos blasones sumó Don Lisandro el dominio de varios idiomas: inglés, alemán, francés, italiano, latín, griego, hebreo, árabe e incluso el pekinés.

Haciendo uso de esta prodigiosa habilidad tradujo al castellano 7 de los 9 volúmenes de “Viaje a las regiones Equinocciales del Nuevo Continente” de Alejandro Humboldt. Como para todo hay tiempo, Alvarado lo encontró para casarse y procrear siete hijos, de modo que pudo complementar esa parte esencial de nuestro desarrollo como seres humanos que, de seguro, potenció ese afecto que abrigaba por crear y ser útil a la sociedad en la que se desenvolvía.

No obstante esta colosal muestra de enciclopedismo, aspecto que debería estimular a las generaciones en formación, Don Lisandro Alvarado fue un hombre sencillo, sin poses ni lo que llaman ahora “divismo», y ello es corroborado en el juicio que de él hijo José Gil Fortoul: “Sabio de gran sencillez adusta, que ironizaba sonriendo como Sócrates y filosofaba dudando como Descartes». El profesor Efraín Subero, nos contaba en la Universidad una anécdota que retrata de cuerpo entero, la admirable humildad de este sabio personaje. En una ocasión, refería el desaparecido profesor margariteño, que en una pulpería se encontraba Don Lisandro, vestido en forma muy humilde; de pronto apareció un hombre adinerado y de maneras bruscas, que al ver este señor a Don Lisandro, le confundió con un peón y le ordenó que le bañase al caballo. Mansamente Alvarado fue a realizar la tarea, al tiempo en que los que observaban la escena dijeron al hombre que ése, al que había ordenado el trabajo, era el sabio Lisandro Alvarado.

Avergonzado el hombre fue a disculparse con Don Lisandro quien a modo de respuesta le dijo: “yo no lo hice por usted, yo lo hice por el caballo”.

Un existir pleno y valioso como el vivido por este venezolano de excepción debe y tiene que llamarnos al asombro y a la reflexión. Hoy, en momentos en los que nos encontramos viviendo horas menguadas, es cuando sus compatriotas debemos tomar fuerzas y ejemplo de este gran ser humano, que como la llanura de Gallegos fue todos “horizontes como la esperanza, todo caminos como la voluntad”.

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