Editorial

Se habla mucho en los últimos tiempos de la “responsabilidad social”, como de una dimensión ética que toda organización o institución debería tener como visión, y promover en su actividad diaria. Hace buen tiempo que el mundo empresarial ha acogido y desarrollado la idea, pero la reflexión acerca de la responsabilidad social, recién empieza a darse en el ámbito universitario. También quisiéramos fijar el «horizonte de radicalidad», si se puede decir, hacia el cual debería caminar todo esfuerzo académico e institucional, si pretendemos practicar la Responsabilidad Social Universitaria de modo responsable, y no como mera receta cosmética.

La Responsabilidad Social aparece, cuando una organización desarrolla una toma de conciencia compleja y holìstica de sí misma, su entorno, y su propio impacto sobre su entorno. Presupone la superación de un enfoque egocéntrico, instrumental y reductor, y el acceso a una conciencia organizacional global e integrada, (incluye tanto a las personas como al ecosistema, tanto a los trabajadores como a los clientes y proveedores), que es capaz de «contagiar» en toda la institución, (todas las personas de la organización deben de poder acceder a ese nivel de conciencia).

La Responsabilidad Social en general debe estar basada en un conjunto de valores éticos, entre los que podemos mencionar figuran entre otros los siguientes: 1)Una ética servicial de responsabilización, por las consecuencias de las acciones emprendidas; 2) Una ética democrática y solidaria entre todos los participantes y afectados, en igualdad de condición para reivindicar el respeto de sus intereses propios, igualmente válidos (se trata, en la medida de lo posible, de favorecer a todos por igual); 3) Una ética de la complejidad, que necesita una visión holìstica y global de todos los aspectos «entretejidos», (complexus), de los cuales la organización participa; y 4) Una ética regulativa para la autoorganización: servir los intereses de todos, permite corregir permanentemente los errores (retroalimentación) y asegurar la sustentación y el equilibrio de la organización, (cualquier interés desatendido terminaría, a la larga, por afectar el funcionamiento de la organización).

La Responsabilidad Social Universitaria, al igual que la empresarial que ha debido superar el enfoque filantrópico de la inversión social, (como gasto extra), para entenderse a sí misma bajo el nuevo paradigma de la Responsabilidad Social. La universidad debe tratar de superar el enfoque de la «proyección social y extensión universitaria», como “apéndices” bien intencionados a su función central de formación estudiantil y producción de conocimientos, para poder asumir la verdadera exigencia de la Responsabilidad Social Universitaria. Todo parte, en nuestra opinión, de una reflexión de la institución académica sobre sí misma en su entorno social, un análisis de su responsabilidad y sobre todo de su parte de culpabilidad en los problemas crónicos de la sociedad, dejando de pensarse como una burbuja de paz y racionalidad, en medio de la tormenta en que se debate el “Titanic planetario”, como llama Edgar Morin a nuestro “barco Tierra”, esa lujosa nave tecnocientífica, pero sin rumbo.

La verdad es que todos los líderes que hoy gobiernan las instituciones públicas y privadas que dirigen a este Titanic, salen de las mejores universidades y aplican a diario ciencias y tecnologías aprendidas ahí, que -sin embargo- crean y reproducen el mal desarrollo en el cual la mayor parte de la humanidad trata de sobrevivir. La relación entre la crisis del saber tecnocientífico hiperespecializado, (fragmentado), y su ceguera crónica concerniente a los efectos globales que engendra por un lado, y la crisis social y ecológica mundial por otro lado, tiene que ser el punto de partida para una reforma universitaria de responsabilización social que no sea meramente cosmética, sino una profunda reflexión sobre el significado social de la producción de conocimiento y la formación profesional de líderes en la era de la ciencia.

Después de reconocer que, no sólo se trata de reformar a las malas políticas, sino también a los malos conocimientos y epistemologías, que la universidad contribuye en producir y transmitir, y que inducen estas malas políticas; cada Universidad podrá empezar a elaborar su propio diagnóstico y reforma. La Responsabilidad Social Universitaria exige, desde una visión holística, articular las diversas partes de la institución en un proyecto de promoción social de principios éticos y de desarrollo social equitativo y sostenible, para la producción y transmisión de saberes responsables y la formación de profesionales ciudadanos igualmente responsables. La profundidad y la radicalidad de la reforma puede asustar, pero no debemos olvidar, que el proceso puede ser gradual y empezar por cambios organizacionales sencillos. Además, muchos de los elementos de la reforma de responsabilización social están ya presentes en la mayoría de nuestras universidades, (como por ejemplo, la investigación interdisciplinaria, la articulación en ciertos cursos de la docencia con la proyección social, el desarrollo de los métodos pedagógicos del Aprendizaje Basado en Problemas y el Aprendizaje Basado en Proyectos), pero las mismas, están implementadas en la realidad, de modo desarticulado y sin perspectiva institucional integrada.

Para precisar orientaciones estratégicas generales de responsabilización social universitaria, es provechoso enfocar cuatro líneas de acción institucional: 1.- En lo que concierne la Gestión Interna de la Universidad: La meta es orientarla hacia la transformación de la Universidad en un pequeña comunidad ejemplar de democracia, equidad, (supresión de las segregaciones y corrección de los privilegios), transparencia, (política y económica), y hacer de ella un modelo de desarrollo sostenible. Hacer de la Universidad una comunidad socialmente ejemplar; 2.- En lo que concierne la docencia: La meta es de capacitar a los docentes en el enfoque de la Responsabilidad Social Universitaria y promover en las especialidades el Aprendizaje Basado en Proyectos de carácter social, abriendo el salón de clase hacia la comunidad social como fuente de enseñanza significativa y práctica aplicada a la solución de problemas reales. Aquí se trata de ser creativos, y de imaginar, (no sólo a través de prácticas profesionales sociales, sino también en los cursos teóricos de cada carrera), cómo el estudiante puede aprender lo que tiene aprender, haciendo cosas socialmente útiles y formándose como ciudadano informado y responsable; 3.- En lo que concierne la investigación: La meta es de promover la investigación para el desarrollo, bajo todas las formas posibles. Por ejemplo, una estrategia posible es que la Universidad firme convenios de ayuda y asistencia con zona marginales o rurales e invite a los departamentos de las diversas carreras, a desarrollar investigaciones interdisciplinarias aplicadas con dichas localidades; y 4.- En lo que concierne la proyección social: La meta es de trabajar interrelacionados con los departamentos de investigación y los docentes de las diversas facultades, para implementar y administrar proyectos de desarrollo, que puedan ser fuente de investigación aplicada y recursos didácticos para la comunidad universitaria.

La articulación entre las líneas de acción institucional y las diversas carreras que propone cada universidad, se formula a través de los diferentes tipos de ejes temáticos, que el campo del desarrollo ofrece, y que las ONG’s y Organizaciones Internacionales han puesto en la agenda social: desarrollo humano y calidad de vida, desarrollo económico, desarrollo tecnocientífico sostenible, desarrollo ciudadano y de la democracia, desarrollo de capacidades y cultural, etc. Tantos temas que pueden interesar a todas las carreras universitarias posibles, desde las ingenierías hasta las artes plásticas, pasando por la psicología o la educación.

Si la Universidad ha tardado tanto, (en relación con la empresa privada), en poner a la Responsabilidad Social en su agenda, motivado a múltiples razones que no podemos detallar aquí, pero debemos sospechar por lo menos, la existencia de resistencias institucionales arraigadas con las que, sin duda, la reforma de Responsabilidad Social Universitaria tiene que liderar y componer. Se trata de develar una especie de pedagogía invisible, estrechamente relacionada con la ejecución de rutinas en la institución, rutinas ínter subjetivas que legitiman, de manera sutil, y no tan sutil, prejuicios, valores poco defendibles, discriminaciones, etc. ¿Qué valores promueve efectivamente la academia, en la educación de los estudiantes? ¿Qué comportamientos y actitudes incentiva la vida cotidiana en la universidad? Se debe estudiar la malla curricular y analizar qué saber se transmite, el cual permite revelar los olvidos y las jerarquizaciones/discriminaciones ocultas que definen cómo se entiende y valora el saber y su relación con la sociedad.

Este aspecto, muy relacionado con lo anterior, permite anticipar cómo el futuro profesional se comportará frente al saber que habrá adquirido, reproduciendo el comportamiento que sus profesores habrán tenido con él. Una relación vertical entre profesor y estudiante, sin posibilidad de intercambio simétrico entre las personas fijadas en sus roles y funciones jerarquizadas, enseña de modo permanente, aunque invisible, que el saber es un poder en manos de quien lo detenta, poder que le permite mandar y manipular a los demás, poder que es provechoso conservar, para mantener su propio status social. Así, la cultura docente y los métodos pedagógicos empleados influyen mucho sobre la vida institucional y la ética realmente enseñada. La pregunta es: ¿Nuestra universidad enseña que el saber se comparte entre ciudadanos autónomos, para el mejoramiento de la vida o que es un instrumento de poder, que otorga privilegios sobre los demás? El estudio de estos cuatro aspectos medulares: ¿Qué saber se transmite?, ¿Cómo se transmite?, ¿En qué ambiente general se transmite? y ¿Cómo es la calidad de la trasmisión?, así como el empleo de las herramientas de investigación sociológicas y psicológicas idóneas, deben de permitir responder a la pregunta central: ¿Qué ética, qué forma de vida y valores realmente trasmiten las universidades a los estudiantes?

Como ejemplo de Responsabilidad Social Universitaria en América Latina, existe la muy interesante experiencia chilena: “Universidad construye país”, que agrupa varias universidades alrededor de un proyecto, que se basa en una visión integral de Responsabilidad Social dentro de la universidad, (cubriendo los aspectos de Gestión, Docencia, Investigación y Extensión). Terminamos nuestro editorial de esta edición, con una frase del Padre Fernando Montes, Rector de la Universidad Alberto Hurtado, de Chile: “Los problemas de los más pobres, van a entrar a la universidad para que nos enseñen, que entramos para aprender y salimos para servir”.