El tantas veces postergado aumento del precio de la gasolina tendrá –si es que llega a concretarse- un impacto inmediato sobre el gasto que tienen que hacer los automovilistas y los motorizados para poder adquirir el combustible necesario para mover sus máquinas. Todo indica que ese impacto directo –llenar sus tanques- será relativamente modesto, o por lo menos, plenamente asimilable por el grueso de los afectados.
Pero las consecuencias no terminan allí. En la fase siguiente aumentarán los costos de producción de todo tipo de mercancías, en la medida en que el precio de la gasolina actúe como referente general del precio de la energía. También aumentarán los precios del transporte de mercancías y de personas, a lo largo y ancho de todo el país. Las mercancías tienen que recorrer grandes distancias antes de llegar a la casa de cada consumidor. Aumentará, por lo tanto, el costo por concepto de flete, y eso hará aumentar el precio al consumidor de todas las mercancías que se transan en el país. También aumentará el costo del transporte de personas que van y vienen diariamente desde sus domicilios a su trabajo. Es dable suponer que esos incrementos de precios pesarán más sobre el bolsillo de los consumidores que los costos directos de llenar sus propios estanques, que mencionamos en el párrafo anterior.
Si los trabajadores de todo el país se quedan tranquilos frente a toda esta situación, -es decir, no exigen aumentos de salarios que compensen el mayor costo de los bienes y el menor poder de compra de sus ingresos- entonces la cadena de incrementos de costos no sufre nuevos embates por concepto de alzas de salarios. Pero si el incremento en el precio de la gasolina, de los transportes, de los fletes, de los alimentos y de todas las mercancías transables lleva a los trabajadores a exigir aumentos salariales, entonces no solo la cadena inflacionaria crece y se extiende, sino que se extienden también las luchas por mejores salarios y por detener los incrementos de precios. El incremento del precio de la gasolina tiene, por lo tanto, no solo un impacto inflacionario, sino que también un impacto político y social –que es lo que siempre se ha temido en relación a esa medida- pues los sectores de la población que tengan fuerza como para ello tratarán de lograr medidas compensatorias que les permitan no sufrir en tan alta medida la pérdida de poder adquisitivo.
Por otro lado, el incremento en el precio de la gasolina implicaría que PDVSA recibe más ingresos en bolívares. En dólares, en primera instancia, sus ingresos no tienen por qué aumentar, a menos que ante el mayor precio, los consumidores venezolanos terminen por consumir menos gasolina y quede, por lo tanto, un mayor excedente para exportar.
Si los consumidores terminan por acostumbrarse al mayor precio y siguen consumiendo lo mismo, entonces el efecto será nulo por el lado de la obtención de mayores ventas en el mercado internacional.
Pero si PDVSA obtiene más bolívares de sus ventas de gasolina en el mercado interno, entonces tendrá que vender menos dólares al BCV para efectos de solventar sus gastos en moneda nacional. También podríamos decir que el BCV se verá en la necesidad de entregar menos bolívares en calidad de préstamos a PDVSA para efectos de solventar sus gastos operativos en el mercado interno. Aun cuando parezca entraño a los ojos del común de los mortales, eso se traduce en una medida que empuja en contra del crecimiento de los precios internos, pues el BCV estaría lanzando menos bolívares a la circulación por la vía de los créditos o del financiamiento a PDVSA.
También se podría decir que al quedarse con mas dólares en sus manos PDVSA puede aumentar sus inversiones, pagar las deudas acumuladas con contratistas, pagar sus deudas internas y externas, y hasta generar más ingresos al gobierno por concepto de impuestos sobre la renta.
También podría suceder –nunca se sabe- que con todo esto se incrementen los fondos disponibles en dólares como para seguir vendiendo petróleo barato o en cómodas condiciones de pagos a diferentes países de la región. En última instancia, lo importante no es tanto la discusión sobre la medida puntual del incremento del precio de la gasolina, sino la discusión sobre las grandes orientaciones estratégicas de la política económica y de la política petrolera del país.
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