El comercio con Colombia

Hay un viejo cuento de un sacerdote que enojado por la escasa cantidad de fieles que asistía a misa –y no pudiendo enfrentar a los que no asistían- no encontraba nada mejor que desahogarse de la rabia que esta situación le generaba, regañando en la misa a los que estaban presentes.

Algo parecido parece estar sucediendo en lo que dice relación con el comercio con Colombia. Aceptemos que hay una gran cantidad de mercancías que son contrabandeadas a través de la línea fronteriza.  Sin perjuicio de ello, hay una cantidad importante de mercancías que atraviesan la frontera cumpliendo con todos los trámites que las leyes de ambos países imponen.  Pero como la lucha contra los contrabandistas es difícil, entonces se embiste contra los comerciantes formales.

Con esto se consigue, por un lado, que el comercio legal y formal disminuya, con el consiguiente perjuicio para el país y para muchos empresarios de uno y otro lado de la frontera que llevaban adelante una actividad económica absolutamente transparente.  La otra consecuencia –o falta de consecuencia- es que el comercio ilegal, informal, bachaquero o como quiera que se le llame, no se ve afectado, a menos que se asuma que ese comercio se hace precisamente por las aduanas establecidas para controlar el comercio formal, y que están resguardadas por los funcionarios correspondientes del Estado venezolano. 

Si el comercio informal, ilegal y bachaquero se realiza por la vía de los caminos verdes, hay que controlar los caminos verdes, para lo cual no se necesita cerrar los caminos aduaneros normales.  Si el comercio informal, ilegal y bachaquero se realiza teniendo como agentes o protagonistas a las bandas delictivas de una u otra nacionalidad, entonces hay que atacar esos núcleos delictivos, lo cual no se logra en absoluto mediante el cierre de la aduanas legales y formales, a menos que se asuma que las mercancías que pasaban la frontera lo hacían tranquilamente por esa vías aduaneras, lo cual es, desde luego, un supuesto absolutamente negado.

Con el cierre de los puntos fronterizos más usuales Venezuela, que ve reducidas año a año sus exportaciones no petroleras, pierde un mercado que en otros momentos ha sido uno de los destinos fundamentales de sus ventas internacionales. Perder el mercado colombiano para las exportaciones venezolanas es un daño económico grave. No se ve fácil que Venezuela pueda suplir el mercado colombiano por la vía de exportar hacia otros mercados. No hay nada que indique que se está en vías de venderle más productos no petroleros al Mercosur, o al Caribe, o al Alba, y ni siquiera a China. No hay nada que indique que Venezuela tenga un plan serio y sostenido de fomento o promoción de sus exportaciones no petroleras.  Sencillamente las exportaciones no petroleras disminuyen año a año sin que se tomen medidas para revertir esa tendencia.  El cierre total o parcial del comercio con Colombia aumentará esa tendencia. Estamos en presencia, por lo tanto, de un auténtico tiro en el pie.

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