El deporte y el fanatismo: ingredientes para la violencia

En pleno siglo XXI donde el hombre ha logrado avances importantes, como por ejemplos, el estudio del genoma humano, los computadores de bolsillo, los teléfonos celulares, la conquista del espacio, armas nucleares y hasta lo impensable, como lo es la clonación de seres vivos, seguimos viendo cómo la gran mayoría de las personas sigue manifestando conductas violentas muy propias de civilizaciones antiguas.

Estas conductas o comportamientos violentos hoy en día, se han trasladado al mundo deportivo de una manera increíble, pues, aunque la violencia o el “fanatismo deportivo” como lo llaman algunos estudiosos del tema, se ha hecho presente desde la época de los griegos, los romanos y de los antepasados indígenas de nuestro continente; no es menos cierto que en los últimos años, el deporte en general ha vivido experiencias violentas que han marcado de alguna manera esta actividad tan importante para el hombre.

Cuando hablamos de violencia en el deporte, no necesariamente se refiere aquellas prácticas que por su misma naturaleza y reglas, se generan entre los atletas; por ejemplo, el hockey sobre hielo, el rugby y los diferentes deportes de contacto físico; si no aquellas que, de una u otra forma, se generan por un fanatismo exacerbado que trata de imponer sus propias reglas, que para el caso, la podemos catalogar de sucias; afín de, según ellos, apoyar a sus equipos.

Una de las expresiones de fanatismo deportivo más denigrante e incoherente, y que se está desarrollando en el deporte, especialmente en algunos estadios de fútbol en países de Europa como: España, Inglaterra e Italia entre otros, es la polémica y criticada discriminación racial.

Según el diccionario la discriminación racial “…es la ideología, que afirma la superioridad de un grupo racial respecto a las demás, y que preconiza en particular, la separación de estos grupos dentro de un país, por segregación racial, incluso su eliminación…”

Auque parezca mentira, este concepto tan terrible se ha mostrado de diferentes formas desde hace mucho tiempo en el deporte; por ejemplo, la prohibición que tuvo la participación de la mujer en diferentes disciplinas deportivas, la negativa en Estados Unidos que personas de color participaran en el béisbol a principios del siglo XX, al igual que sucedió en el baloncesto y el tenis.

Ahora bien, la violencia deportiva se ha trasladado de forma vertiginosa, donde las reglas y el juego limpio tienen poca o ninguna importancia, es decir, las gradas. La exacerbación violenta que los fanáticos exhiben, se ha vuelto constante y peligrosa; es más, podríamos afirmar que hasta se hace parte del espectáculo deportivo cuando, de manera frecuente, grupos de personas que por lo general son pequeños, realizan cánticos y gritos racistas, contra algunos jugadores de color, llevando en algunos casos a que éstos se retiren del campo de juego.

Quisiera darles algunos ejemplos y que ustedes saquen su propias conclusiones: en diciembre pasado, la Federación Húngara de Fútbol, multó al club Ujpest, porque sus aficionados corearon insultos antisemitas durante un partido; hasta el árbitro fue suspendido por no tomar medidas extraordinarias.

No crean que esto lo hacen los fanáticos nada más; lo indignante es que jugadores alientan a estos grupos de desadaptados a realizar discriminaciones raciales, como es el caso del jugador italiano de la Lazio, Paolo di Canio, quien fue multado por la Federación Italiana de Fútbol, por realizar el saludo fascista, aupando a la segregación; y por no ser la primera vez que este jugador haya hecho estas expresiones, en el seno de la FIFA se analizaría la posibilidad de suspenderlo de por vida del fútbol.

Bueno, así como estos ejemplos hay muchos más; pero lo importante es que estas expresiones sean sancionadas por los organismos correspondientes, y que nosotros mismos como fanáticos, rechacemos cualquier acto antideportivo dentro y fuera de la cancha, siempre pensando que el deporte es para disfrutarlo y vivirlo con sus penas y glorias, sin importar color de piel, ideología o religión del atleta.