El Descontrol Monetario, Hiperinflación y la Implosión del Dólar Paralelo.

¿Qué es el precio de un bien cualquiera?

Simple: su valor expresado en dinero.

¿Qué es una tasa de cambio?

Digamos, por ejemplo el dólar americano al cambio en bolívares, pues, la cantidad de moneda local que han de entregarse a cambio de un dólar. Luego, lo que suceda con la cantidad de dinero que circula en una economía -su oferta- respecto a su demanda constituyen elementos claves en la explicación tanto del comportamiento del índice nacional de precios al consumidor -INPC- como de la tasa de cambio en el mercado cambiario no regulado, esto es, la cotización del dólar a bolívares en el mercado paralelo y, dado que el sector económico privado está en un 90% importando bienes y servicios a dólar según se cotice en el mercado negro, pues obviamente, su impacto en los precios de buena parte de lo poco que se consigue en el país, es exactamente proporcional a la devaluación que sufre nuestra moneda nacional. En definitiva, variables -tasa de cambio y cantidad de dinero- que se retroalimentan dando curso a un círculo destructivo que han hecho añicos el nivel de vida del venezolano de a pie, que según ENCOVI de 2017, somos más del 90% de la población; ¡Casi todo el país!

Una precisión conceptual necesaria.

Hay distintos tipos o categorías de dinero, las cuales se diferencian por su grado de liquidez, lo que significa su factibilidad de concretar transacciones. Es así, que en economía, hablamos de agregados monetarios: base monetaria (BM) -liquidez o dinero que crea directamente el Banco Central; M1: suma de billetes, depósitos a la vista, y otros depósitos girables a través de cheques y dispositivos electrónicos como tarjetas de débito, comúnmente denominada liquidez monetaria (LM); M2; M3; M4; que contienen formas menos líquidas de activos monetarios.

Una carrera suicida.

En abril del 2013, hace apenas 5 años, los medios de comunicación informaban con un dejo justificado de asombro, que la liquidez monetaria (M1) había alcanzado la cifra de 1 billón de bolívares; pero en diciembre de 2014, 20 meses después, se había duplicado arribando a los 2 billones de bolívares; en septiembre de 2015 trepaba los 3 billones de bolívares; 9 meses luego, junio de 2016 se ubicaba en 5,4 billones de bolívares. En el año 2017 el gobierno pisó el acelerador, pues lo iniciamos con una liquidez de 10,4 billones y lo finalizamos con 127,6 billones de bolívares. El crecimiento ese año fue de 1126%.

Al 30 de marzo de este 2018 dicho indicador se ubicó en 422 billones, por lo cual solo en este primer trimestre la liquidez monetaria se incrementó 231% -se duplicó- lo que representa un aumento promedio mensual de 32%. Pongamos está cifra en perspectiva: un aumento de 32% de la liquidez monetaria en un país que goce de estabilidad de precios, que además presente crecimiento del PIB entre 3%-5% anual sumado a un sector público voluminoso en términos de su participación directa en la provisión de bienes medido por el coeficiente del gasto público como porcentaje del PIB, requerirá entre 30-40 meses para materializarlo. Nuestro gobierno solo necesitó desde enero a marzo del año corriente.

Una proyección de terror.

En el 2017 la liquidez monetaria aumento en promedio, cada mes en 22%; pero en lo que va de 2018 dicho indicador se ubica en 32% cuestión muy natural en países que atraviesan procesos hiperinflacionarios, debido fundamentalmente, por lo que en economía se denomina: la curva de Laffer del impuesto inflación (TI) y el efecto Olivera-Tanzi. Veamos.

La inflación es, a fin de cuenta, un impuestos que pagamos los ciudadanos y que, como todo impuesto, financia al gobierno. Cuando los precios suben ininterrumpidamente, el poder de compra de la moneda nacional disminuye, exactamente, como cuando se reduce nuestra capacidad de compra porque una parte de nuestro ingreso se destina a pagos de impuestos; y así, como la parte de nuestro patrimonio que servimos vía impuesto pasa a formar parte de la estructura de ingresos del sector público, la parte del capital que perdemos vía reducción del poder de compra de nuestros ingresos por la inflación, también va a parar a manos del gobierno para financiar sus múltiples gastos, en forma de emisión inorgánica de dinero. Es lo que la teoría económica denomina el impuesto inflación. Aquí entra en escena el economista Arthur Laffer, con su muy estudiada y validada curva de Laffer para el impuesto inflación, que refiere que llegado a un cierto nivel de aumento del nivel de precios la ganancia que percibe el gobierno comienza a caer, por lo que al incrementarse la tasa de inflación aumenta la necesidad de imprimir más dinero y cual bola de nieve la tendencia inexorable de la liquidez monetaria es a crecer con el tiempo.

 

En el punto M, El gobierno devenga la mayor proporción de ingresos vía impuesto inflación, pero a partir de ese punto, dicho ingreso, comienza a disminuir, por lo que «nace» una necesidad de imprimir cada vez más dinero inorgánico adicional.

De modo que, si en el primer trimestre de este año la liquidez monetaria creció en 32% mensual  -10 puntos por ciento más alto que el aumento observado en el 2017-, debemos esperar un crecimiento promedio para todo el 2018 que rondará entre 40%-50%; aupado además por el efecto Olivera-Tanzi -en honor a los 2 economistas que lo formularon en el siglo pasado- que postula que dado el rezago que existe entre el momento en que se causan los ingresos por impuestos respecto al momento en que los mismos son cancelados, el proceso inflacionario erosiona de tal manera la capacidad real de compra de esos impuestos, significando una reducción sustantiva de los ingresos reales percibidos por el ejecutivo. Por ejemplo, los recursos tributarios por concepto de IVA, derechos aduanales e ISLR que se cancelan este año pero que se causaron el año pasado han perdido tal capacidad de compra que hoy representa apenas una fracción de lo que significaban el año anterior.

Si asumimos que la liquidez monetaria crezca este año 40% mensual, dicho indicador crecería este año 5669%, por lo que en términos nominales al final del mes de diciembre, M1, se ubicaría en 7200 billones de bolívares – réstele 3 ceros para convertir esa cantidad en bolívares soberanos que será el cono monetario que regirá a partir de junio-.

Su impacto en los precios.

El modelo económico que a partir de validaciones empíricas mide con mayor exactitud el comportamiento de los precios en sociedades que padecen procesos inflacionarios crónico – Jeffrey Sachs- es el siguiente:

INPC=([(1+LM)n/(1-DRD)]-1)*100

Siendo; DRD, la demanda real de dinero.

Existe consenso en cuanto a que la demanda de dinero es, fundamentalmente, una demanda de saldos reales, es decir, la fracción de la riqueza que se mantiene en forma de activos monetarios – demanda de dinero- tiene relación solo con el poder adquisitivo del efectivo, no de su valor nominal y por supuesto, con el costo de oportunidad de poseerlo; en consecuencia: DRD= LM/INPC; de modo que proyectar una caída en la demanda real de dinero para el año que corre de 50%-55% luce congruente dado la carrera alcista en los precios que vivimos y alto costo de poseerlo, cuestión propia de todo proceso hiperinflacionario; en el 2015, por ejemplo cayó 46%; en el 2016: 57% y el 2017 :52%. En ese ordene ideas, el índice nacional de precios al consumidor que se proyecta para este año es:

INPC= ([1+56.69%)12/(1-55%)]-1)*100

INPC=48.572%

A inicio de año aplicando el mismo modelo proyectamos un INPC para 2018 inferior al resultado presente; la razón es obvia: el comportamiento de los agregados monetarios este primer trimestre que concluyó obligan a reestimar los cálculos. El manejo monetario y fiscal promete ser más irresponsable que lo que pensamos unos meses atrás.

Y el cambio paralelo, ¿Qué?

Sí desde el 2014 hasta el 2017 la economía presenta niveles negativos de crecimiento económico, expresado en una disminución del producto interno bruto per cápita de 45,3%, lo que significa que hoy por hoy somos una economía improductiva, reducida, empobrecida, respecto a lo que era un quinquenio atrás, pues entonces, resulta obvio la depreciación observada en el tipo de cambio. No podía ser de otra manera, dado que el tipo de cambio real -e, por su simbología convencional- expresa el poder de compra relativo entre monedas de diferentes países, en consecuencia, su cotización o valor relaciona, a fin de cuentas, el stock de riqueza que genera una nación respecto a otra – Paul Krugman-. Un modelo matemático muy asertivo para proyectar la depreciación del tipo de cambio nominal -E, como se le denota generalmente, en nuestro caso sería equivalente a la tasa de cambio en el mercado paralelo-, es el siguiente:

E= (1+LM)n *(1+TDe)/ (1-DRD)

TDe= depreciación del tipo de cambio real

E= (1+40%)12 *(1+75%)/ (1-55%)

E=218

218, significa que la tasa de cambio paralela se multiplicaría por ese factor, por lo que sí a inicios de año la misma se cotizaba en bolívares 151 mil por dólar, pues a final de año se ubicaría en 33 millones de bolívares por cada verde norteamericano (151000*218) ¿Mucho?: Ecoanalítica maneja escenario de: 85 millones de bolívares.

Llegar a estas cotizaciones implica la desaparición, de hecho del bolívar como medio para realizar transacciones y servir de unidad de cuenta, lo que a todo efecto práctico representa su extinción como unidad monetaria y su sustitución de facto, por otros medios de pago, el dólar esencialmente.

¿Llegaremos allá?

Es posible. Pero no tiene que ser así. Alemania en 1921; Hungría en 1956; Bolivia en 1985; Nicaragua en 1988; Perú y Argentina en 1989, por solo citar algunos casos de ingrata recordación, vivieron crónicos procesos de desajustes económicos que permitieron probar la eficacia de las prescripciones de la ciencia económica para reestablecer los equilibrios macroeconómicos y a partir de ahí, reiniciar el camino de la recuperación y el crecimiento económico con mejoramiento social. La receta ya se inventó. Solo se requiere «nuevos hombres y nuevos procedimientos». Claro que se puede.