El Discreto Encanto de los Chinos

Desde el punto de vista mediático, el viaje del Presidente Maduro a China se intentó mostrar como un éxito completo. Se necesitaba presentar – más hacia el interior del país que hacia el exterior – que Venezuela todavía tiene quien crea en ella, en su Presidente y en su Programa Económico.

Los grandes centros fácticos del poder a nivel internacional – los gobiernos, las grandes empresas trasnacionales, los grandes centros financieros – tienen sus embajadores, sus centros de estudios y sus propias fuentes de información de modo que no es fácil intentar engañarlos con fotos, sonrisas y declaraciones diplomáticas. Pero hacia el interior del país, donde se tiene un control altísimo de la información que se difunde por todos los medios de comunicación de masas, y donde la información puede tener todos los grados de opacidad que se deseen, las cosas son diferentes. Intentemos, en todo caso, aun con los déficits de información existentes, reflexionar sobre lo que se obtuvo en el viaje de la Vicepresidente de la República, primero, y con el viaje del Presidente, casi inmediatamente a continuación.

En primer lugar, quedó claro que el viaje de la Vicepresidente no fue suficiente. Ya sea porque no obtuvo las respuestas y los apoyos que buscaba, o porque los gobernantes chinos, aun cuando insinuaban dichas respuestas, querían un besamanos de mayor nivel: que fuera un Presidente en persona quien fuera a dialogar, a solicitar, a ofrecer y a firmar. Sutilezas de la diplomacia y de la cultura china.

En segundo lugar, no está claro que se haya obtenido dinero fresco, es decir, divisas constantes y sonantes y de libre disponibilidad, que puedan ser utilizadas para cualquiera de las cosas para las cuales se usan la divisas internacionalmente: para pagar deudas y para adquirir bienes y servicios en los mercados internacionales. En ninguna de las declaraciones se habla de una cosa de esa naturaleza, ni mucho menos de su eventual monto. Nuevamente, sutilezas de la diplomacia y de la economía china

En realidad, es posible decir que ya ningún país proporciona a otro ayudas en esa forma. Los tiempos de esa forma de ayuda ya pasaron. Hoy en día los que prestan plata en forma de dinero líquido, factible de ser usado en varios usos alternativos en el mercado internacional – nunca tampoco en lo que al país receptor se le de la gana – son los grandes bancos de carácter multinacional – tipo CAF, Banco Mundial, BID, FMI –  y otros existentes en otras regiones del planeta.

Dentro de un país con mediana capacidad financiera, los bancos de desarrollo y los bancos de comercio exterior, y también las empresas públicas o privadas, suelen dar créditos atados, por la vía de abrir líneas de crédito, para financiar proyectos de inversión y/o para financiar la compra de bienes y servicios en el país prestamista. También el prolongar los plazos para el pago de las deudas anteriores asume en la práctica el carácter de un nuevo crédito, que tiene que renegociarse en lo que dice relación con sus montos, sus tasas de interés y sus formas de pago.

Estos créditos y financiamientos no se manifiestan en la entrega de dinero líquido, pero cuando el país deudor compra a crédito en el país prestamista – o deja de pagar en el corto plazo sus deudas –   libera fondos propios que pueden eventualmente utilizarse en otros fines. Es dable pensar que los créditos concedidos por las autoridades chinas – donde empresas públicas o privadas, los bancos y el propio gobierno tienen un alto grado de simbiosis e interconexión – tengan consecuencias de esa naturaleza sobre las cuentas externas de Venezuela.

Se supone que el Presidente Maduro firmó alrededor de 28 acuerdos con el gobierno, los bancos o las empresas chinas. Muchas de ellos son meramente declaraciones de intenciones que no tienen consecuencias prácticas. Pero otras sí tienen consecuencias más concretas. En materia de proyectos de inversión es dable suponer que los chinos invertirán en yacimientos petroleros venezolanos y en la minería del oro. Ganancia neta para los chinos, aun cuando esas inversiones tendrán a mediano plazo consecuencias positivas en términos de aumentar la capacidad productiva y exportadora de nuestro país, pero en el corto plazo tendrán muy poco impacto en el incremento de la disponibilidad de divisas, que es lo que Venezuela requiere en forma dramáticamente urgente.