El efecto Capriles

(*) José Antonio Rivas Leone – Los venezolanos teníamos años no sólo observando el desarrollo de un Gobierno que socava, conculca y lo que menos hace es gobernar, como dice Henrique Capriles Radonski este gobierno es pura cháchara, cháchara y más cháchara, además y como si fuera poco el país registra uno de los gobiernos más nefastos, incapaces y corruptos en su historia, paradójicamente con la venia de un grupo de venezolanos que legítimamente han creído en las promesas de Chávez y lo eligieron presidente y reeligieron posteriormente, otro sector importante de la sociedad lucía impávido e indiferente ante tantas tropelías, y un tercer sector es aquel que jamás se le vio brazos caídos, jamás ha pensado dejar el país y en las peores circunstancias ha mantenido una esperanza que le ha permitido vivir esta larga agonía de trece años de desventuras y que sabe además de que la cháchara se agotó y en su lugar emergerá un gobierno serio, prudente y responsable.

Todos sin excepción, los más afectos al Gobierno y hoy traicionados, los que hoy marcan distancia de sentirse revolucionarios y no apoyar la decisiones del alto gobierno y el estado de caos del país, junto a quienes legítimamente hemos sido críticos y creemos que Chávez tuvo una oportunidad de oro y no fue capaz de transformar positivamente al país; todos tenemos hoy en común una esperanza, un sentimiento e idea de que si se puede soñar con otro país, más cuando vemos que todos los países vecinos avanzan, crecen, progresan junto a sus pueblos menos el caso de Venezuela.

Estoy de acuerdo con las ideas básicas y el Programa de Gobierno enarbolado por Henrique Capriles Radonski basado en reformas, mayor gestión, eficiencia del aparato del Estado, inversión, transparencia, rescate de las regiones, federalismo y descentralización, diversificación energética, disciplina fiscal, eliminación gradual del control cambiario, acuerdos con entre sectores públicos y privados, nacionales e internacionales, la propuesta del segundo empleo, su propuesta contra la inseguridad y otros. Más allá de esas meritorias y viables ofertas él representa una opción, una esperanza, un medio de contención frente al populismo, militarismo y personalismo actual que define al gobierno de Venezuela.

Sin embargo, Capriles Radonski requiere de apoyos, y si algo tiene claro su comando de campaña, es cómo transformar emotividad en votos. Un aspecto que tenemos en esta elección es que nunca antes en trece años, la unidad fue monolítica; es una realidad y además, en cada acto de ciudad, pueblo o calle, a Capriles Radonski se le ve bañado por pueblo. De Norte a Sur, de Este a Oeste Capriles Radonski, aparte de lucir auténticamente un ganador en las elecciones de 7 de Octubre, día a día suma y suma y suma pueblo, venezolanos de aquí y de allá, La clave está en el ejercicio activo de la ciudadanía; es decir, la manera de derrotar a este Gobierno e iniciar un cambio es ni más ni menos que por la vía democrática y electoral, sencillamente votando.

La coyuntura actual no permite tercerías. Es Chávez o Capriles. El país tiene sólo dos propuestas, dos visiones, dos líderes y no hay punto de encuentro entre ambos; la sociedad venezolana gravita -queramos o no aceptarlo- entre el autoritarismo y democracia, el pasado o el futuro, el conflicto o la unidad, el conformismo o el emprendimiento, las ilusiones o realidades, el desarrollo endógeno y la productividad, las promesas y los logros, la hostilidad o el encuentro, el militarismo o el civilismo, el siglo XIX o el siglo XXI, la incapacidad manifiesta o la eficiencia, el centralismo a trocha y mocha o la descentralización y el federalismo; el intervencionismo marcado actual y el desarrollo productivo, la dependencia o la autonomía energética y económica, el rentismo petrolero o la diversidad, el clientelismo o la meritocracia, el paternalismo o la competitividad, una visión atrasada en el manejo de PDVSA e hidrocarburos o una viable revolución tecnológica y energética.
Venezuela y quienes anhelamos un país serio, emprendedor, una sociedad segura, una economía pujante que se traduzca en calidad de vida, capital social, emprendimiento, orden, justicia y más, estamos subidos en el Autobús del Progreso que tiene como chofer a Henrique Capriles Radonski; sin embargo, el cambio depende de cada venezolano y no podemos nunca olvidar que la democracia se construye y destruye cada día. John Dewey, en los inicios del siglo XX, señaló que: “las instituciones democráticas no garantizan la existencia de individuos democráticos… los individuos que son democráticos en pensamiento y en acción, son la única garantía última de la existencia y pervivencia de las instituciones democráticas”.

La democracia en Venezuela hay que volverla a parir como empresa de libertad frentes a las desventuras del actual Gobierno.

Hay un camino.

(*) Profesor de la Universidad de Los Andes

Dirección-E: [email protected]

Fuente: http://www.analitica.com/va/politica/opinion/9510334.asp