El Espíritu Olímpico (*)

Mariano Arnal – elalmanaque.com – Confiamos en que el material que aportamos sea útil para todos los que han de informar sobre este gran acontecimiento cultural y deportivo, (destaco en negrita toda palabra y concepto que será objeto de estudio y comentario en esta sección). A menudo los informadores minusvaloran a sus lectores u oyentes y rehúsan los temas de más enjundia cultural por temor a aburrirlos. Es evidente que si no se les ofrece cultura estructural no la consumirán; pero eso es una forma artera de devaluar la demanda. Queda pues ahí nuestra oferta y nuestra apuesta por añadirle a lo deportivo todo el lustre cultural que sea posible. Estamos seguros de que la audiencia lo agradecerá.

Lo primero que nos hemos de plantear al enfrentarnos al colosal fenómeno del olimpismo es el espíritu que lo mueve. En 1896 se celebran en Atenas los primeros juegos olímpicos de la era moderna, gracias al impulso del barón Pedro de Coubertin, que empleó más de 10 años en la preparación de este acontecimiento político-deportivo. Podríamos decir que los juegos olímpicos fueron la más espléndida plasmación de la elevación del deporte a interés político de primer orden. Esta magna exhibición cuatrienal del vigor físico de la juventud de los distintos países que participaban en las competiciones, fue el desencadenante de que un país tras otro introdujeran en la escuela, (desde la primaria a la universitaria), la educación física como actividad formativa de primer orden. En efecto, el barón de Coubertin fue miembro vitalicio del comité para la propaganda de la educación física en los colegios y liceos. De hecho su idea de promocionar los juegos olímpicos estuvo al servicio de este objetivo; es decir que se concibieron éstos como una fórmula de propaganda para una finalidad educativa.

Estamos en las postrimerías del siglo XIX, que ha entendido que la prosperidad y la seguridad del estado dependen no sólo de la calidad intelectual de sus habitantes, sino también de su calidad física. Y del mismo modo que los griegos entendieron que los juegos atléticos eran una excelente preparación para la guerra, los estados del XIX, (tanto los ya configurados como los emergentes), entendieron que la forma física de su juventud era un valor indispensable para la defensa. Por eso se introduce la formación física en las escuelas. El barón de Coubertin, responsable de esta actividad y de su promoción, para estimular a los miles de jóvenes franceses que se ejercitaban en ella, inventó la competición internacional de los juegos olímpicos. Todos los estados que seguían esta misma política, aceptaron entusiasmados.

HISTORIA

La Olimpiada era el espacio de cuatro años comprendido entre la celebración de dos Juegos Olímpicos. Durante su desarrollo se paralizaba cualquier otra actividad, comercial o laboral, y por supuesto la actividad bélica; en caso de que hubiera alguna guerra en ese tiempo se establecía una tregua sagrada que nadie podía quebrantar.

Se disputaron 194 Juegos antes de Cristo y 97 en la época posterior, sin que dejara de celebrarse ninguno hasta su desaparición, hasta entonces sólo había sido aplazada una edición, la del año 211, por decreto imperial. El renacimiento de los Juegos gracias al aristócrata normando Pierre de Fredi, barón de Coubertin, 2.672 años después, no fue capaz de instaurar la tregua olímpica, (se ha interrumpido su celebración en tres ocasiones a causa de dos guerras mundiales), algo que si hacían aquellos pueblos.

Las condiciones para poder participar en los Juegos eran la de ser griego, hijo legítimo, ciudadano libre, y que no existiera constancia de haber cometido ningún delito. Hasta la mitad del siglo VIII a. C. solo podían participar los helenos, dóricos, y arcadianos. Desde entonces se admitió a todos los helenos hasta que llegó la dominación romana y se abrió la participación a otros pueblos.

El primer campeón olímpico del que se tiene constancia fue un cocinero de la Elida llamado Koroibos, que ganó la carrera del estadio en el año 776 a. C. El primer vencedor de raza no griega fue Tiberio que ganó la carrera de cuádrigas, y el último campeón conocido fue el armenio Varazdate, un representante de la raza «bárbara», que ganó en la prueba de pugilato.

Los Juegos se celebraban en primavera y tenían una duración de cinco días, de los cuales el primero y el último se dedicaban a ceremonias. Había competiciones de carreras, lanzamientos y combates, con o sin armas.

Pocas instituciones humanas pueden siquiera aproximarse remotamente a la antigüedad de los Juegos Olímpicos.

Los primeros de los que se tiene constancia se celebraron el año 884 a. C., pero los resultados más antiguos que se conocen se remontan al año 776 a. C.

Pero leyenda y realidad se confunden en sus orígenes. Según la mitología fue Zeus quien instauró las Olimpiadas para celebrar su victoria sobre los titanes, a los que arrojó del valle de Alfeo.
Hay quien atribuye su origen a los Pisates, primeros pobladores del referido valle, y otros a Píos, el fundador de Pisa, antigua capital del Peloponeso.

Incluso hay quien los hace originarios de la isla de Creta, desde donde llegaron a Grecia a través de un sacerdote llamado Hércules, quien arrivó a Olimpia quince siglos a.C. estableciendo la tradición olímpica cretense. Por su parte Píndaro los atribuye a Heracles, un caballerizo del rey Augias, soberano de la Elida.

También Turquía reclama su invención basándose en el hecho de que las estatuillas de deportistas más antiguas que se conoce fueron halladas en la Anatolia, de donde lo habrían importado los griegos copiando modalidades tradicionales de los turcos, entre ellos la carrera de velocidad sobre una distancia de 192,25 metros que se disputaba en honor del dios Marduk.

Sea como fuere, los primeros datos reales que se conocen nos remontan al año 884 a.C. Esos primeros Juegos se celebraron por iniciativa de Ifitos, rey de la Elida, que pactó una tregua con Licurgo, rey de Esparta, y que tuvo la idea de que hubiera paz entre todas las facciones en guerra en Grecia: la paz olímpica o Ekecheiria. Esta paz se extendía desde los tres meses anteriores a los Juegos y después de ellos, lo suficiente como para permitir a los participantes un regreso seguro a sus hogares.
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