El incremento de las tasas de política monetaria

Las noticias llegan y se van, sin que necesariamente se llegue a fondo en el análisis de las causas y consecuencias que están detrás de las mismas y, en muchas ocasiones, sin que el ciudadano de a pie tenga tiempo ni información suficiente como para digerir adecuadamente los hechos que pasan por su espectro visual. Con ello, la información queda en el subconsciente colectivo con las connotaciones cualitativas o adjetivas que el informante primero le proporciona. Con el incremento de la tasa de política monetaria por parte del Banco Central ha pasado algo de esa naturaleza. Salió del espacio noticioso y se pasó rápidamente a cualquier otro punto. Pero el tema sigue mereciendo algunas reflexiones complementarias.

¿Cuál es la razón por la cual se asume que las tasas de política monetaria deberían subir? La respuesta es que esa es una medicina amarga que hay que tomar porque la economía está sobrecalentada y la infame inflación se asoma en el horizonte de la economía nacional.  ¿Qué significa que la economía está sobrecalentada? En pocas palabras significa que la demanda, globalmente considerada, está por encima de la oferta, y que eso amenaza con generar inflación, y la inflación es tan mala, que hay que combatirla con todo, sin importar las consecuencias colaterales que esa batalla pueda tener. También se puede decir que las empresas están trabajando al límite de su capacidad, con las maquinas e instalaciones “calientes” de tanto producir, y así y todo, no logran generar la oferta necesaria de bienes como para ponerse a la altura de la demanda.  La solución a esta situación es reducir la demanda, pues la oferta ya no se puede subir más arriba de donde llegó. Para ello hay al menos tres caminos posibles: reducir la demanda de bienes de consumo, reducir los niveles de inversión, o reducir ambas variables económicas.

Al subir la tasa de política monetaria, suben casi todas las tasas de interés imperantes en la economía, o por lo menos, todas las tasas de la economía formal, entre la cuales se encuentran en primer lugar las tasas a las cuales los bancos prestan dinero a sus clientes.

Si las tasas de interés suben, es dable suponer que las compras a crédito que realiza un consumidor cualquiera aumentarán de precio en el mercado local. Y eso, a su vez, supone que el ciudadano de a pie se verá inducido a reducir sus compras de electrodomésticos o de otros bienes de consumo no esencial y, por tanto, se logrará el objetivo de hacer bajar la demanda. Es altamente posible que esa menor demanda se traduzca también en menor producción y en menor absorción laboral por parte de las empresas, o en reducción pura y simple de los trabajadores en activo – los cuales pasarán a ser desocupados, pero de una economía sin inflación – pero todo ello entra ya en el campo de las consecuencias colaterales que se generan en toda guerra. En todo caso, los que reducirán sus niveles de consumo serán los sectores de bajos ingresos, pues los de altos ingresos seguirán consumiendo la misma cantidad de todos los bienes que caracterizan su tren de vida y de ostentación.

Paralelamente, si la tasa de interés aumenta, se supone que una serie de inversiones no podrán llevarse a cabo, pues el costo del capital será mayor y eso reducirá las ganancias esperadas de una serie de inversiones con lo cual se conseguirá el otro de los objetivos: reducir la inversión.  Es altamente probable que esta relación negativa entre las tasas de interés y los niveles de inversión correspondan con la realidad de las cosas en el caso de la pequeña y mediana empresa. Habrá muchos pequeños proyectos que dejarán ser viables porque la tasa de interés bancaria aumenta y por lo tanto, los costos de esa inversión se elevan y la ganancia disminuye o se reduce a cero. No está claro, en todo caso, que eso suceda con el gran capital nacional o extranjero, pues los empresarios ubicados en esos niveles de la pirámide empresarial basan sus decisiones de inversión en análisis de largo plazo, tanto de los mercados nacionales como internacionales, y no se detienen por un punto más de las tasas de interés interna. Una demostración de ello es que la inversión extranjera en Chile se ha incrementado en forma sustantiva en los últimos 12 meses, lo cual parece mostrar que a los capitales internacionales no les importa mucho el incremento de las tasas de interés locales o las perspectivas de inflación. Siguen visualizando que Chile es una buena plaza para llevar adelante inversiones de mediano o de largo período de maduración.

En síntesis, el incremento de las tasas de interés y la consiguiente reducción del consumo y de las inversiones es altamente probable que no afecten a todo el país por igual, sino que golpeen con más fuerza a los sectores de más bajos ingresos y a la pequeña y mediana empresa. 

Foto de Tima Miroshnichenko en Pexels