El judío errante y su música

Siguieron muchos años de relativo sosiego hasta la caída d el reino de
Granada en 1492, derrota caracterizada por la consecuente coexistencia de
reinos musulmanes y cristianos en el territorio peninsular. En realidad,
los acontecimientos en 1492 se pueden considerar como una drástica línea
divisoria para el Viejo Continente. A partir de ese momento una serie de
consecuencias ocurrieron, que cambiaría la forma de Europa para siempre.

La primera de estas transformaciones fue la expulsión de hebreos de España que,
inmediatamente, dio lugar a una dispersión por toda Europa de los judíos
“sefardícos”, (de la palabra hebrea “Sefarad” aplicada en España). Muchos
judíos fueron obligados a convertirse, en cambio de poder seguir en la
Península. Estos llegaron a ser conocidos como “conversos” o “maranos”, (dos
palabras que indicaron que la conversión era simplemente una cuestión de
conveniencia y no de creencia).

Es necesario aclarar que la política real basada en la unidad dinástica, el
poder real y la unidad religiosa, se apoyó en la Inquisición y en fray Tomás
de Torquemada, para conseguir la conversión de los judíos. Todos aquellos
que no aceptasen el bautismo, deberían abandonar España en un plazo de cuatro meses, dejando todos sus bienes. Según los historiadores, de las doscientos mil personas que integraban la comunidad judía en Aragón y Castilla, ciento cincuenta mil optaron por el destierro. La mayor parte de los judíos castellanos se dirigió a Portugal, desde donde muchos pasaron más tarde a África. Por su parte, los judíos aragoneses eligieron los puertos del Mediterráneo para embarcar hacia Italia, Grecia y Turquía, donde fueron bien acogidos. Otros, en cambio, procedieron hasta Palestina y Egipto.

Sus descendientes son los “sefardíes”, que cinco siglos después, mantienen
viva su herencia; como prueba el hecho de que conservan el legado cultural y
lingüístico: hablan un peculiar castellano antiguo, medieval, que es un
idioma casi exclusivamente hablado, con muy escasos textos escritos
fonéticamente.

… Eso sí… en su Diáspora por todo el Mediterráneo llevaron en su corazón
dos nombres: Sefarad y Jerusalén.

Sonidos agridulces

La palabra “espíritu”, en español, tiene la misma raíz etimológica que el
aliento, lo respirable. Pero el verdadero origen está en una traducción del
hebreo de la palabra “neshamá”, a la vez espíritu, alma, aliento,
respiración. Y de ese mismo tronco común arranca la historia de la música de
los “klezmer”: los sonidos espirituales de los judíos de Europa Oriental.

En realidad, la palabra klezmer no podía ser más elocuente: en hebreo es un
vocablo compuesto (kli-zemer) que significa instrumento melódico. Pero ése
es el nombre con que se ha generalizado esa música lánguida, salpicada de
referencias orientales, generalmente interpretada al clarinete o el violín,
que es característica de aquella parte del judaísmo que se instaló en la
Edad Media en tierras de lo que hoy sería Rusia, Polonia, Alemania, Hungría,
Ucrania y Moldavia (o Besarabia) : las tierras de “Ashkenaz”.

Los judíos tendrían una larga historia de gozos y tragedias en algunos de
aquellos lares, sometidos a esporádicos y frecuentes pogromos y ataques
contra sus “ghettos”, (barrios integrados en su totalidad por miembros de
aquella religión). Es indispensable mencionar aquí, al gran rabino Baal Shem
Tov, (literalmente, “el del buen nombre”), fundador de la corriente del
“jasidismo”, corriente que pretendía experimentar el gozo divino de forma
directa, a través de la música y el éxtasis del baile, en lugar de hacerlo a
través de las fórmulas milenarias del estudio minucioso de los textos
sagrados en las “yeshivot”, (escuelas teológicas).

Los que han visto la obra “El Violinista en el Tejado”, recordarán las
canciones y bailes llenos de felicidad, humor y alegría de vivir que Tevie
el lechero y su familia demostraron. Esta “línea directa” con Dios, que
explotara Tevie encontraría su camino y a la vez sería vehículo en la
música. Hay que saber que, hasta entonces, los rígidos mandatos rabínicos
apenas permitían más jolgorio sonoro que el que se hacía en alabanza a Dios,
en ciertas fechas señaladas. La aplicación del placer sonoro, tal como
sucede en muchas comunidades orientales, estaba “encasillado” en las
ceremonias practicadas durante milenios, especialmente bodas, circuncisión y
“bar mitzvá”, (ritos de paso a la mayoría de edad a los trece años de los
varones judíos, sometidos a partir de entonces al estricto cumplimiento de
todas las obligaciones y preceptos de la religión). Los cantos litúrgicos
que recreaban la época de la segunda destrucción del Templo de Jerusalén,
prohibían utilizar acompañamiento musical en los relatos bíblicos.

Ya hemos visto como surgieron las primeras señales de la música hebrea en
la diáspora judía. Con el paso del tiempo, los hebreos que se instalaron en
Europa Oriental durante la Edad Media, incorporaron elementos de las
armonías polacas, rusas, ucranianas y húngaras para animar sus fiestas.
Desde entonces desarrollaron una música única de desenfrenados violines, y
clarinetes como voces centrales. Mucho más tarde, sumaron el címbalo, el
acordeón, las trompetas y los trombones

Nuevos intérpretes de sonidos antiguos

El genocidio del pueblo judío en el Holocausto, a manos de los
nacionalsocialistas, segó las bases de esa música ancestral. Pero su huella
no se perdió definitivamente, gracias a la firmeza de las tradiciones en el
seno de la comunidad sobreviviente. Unas melodías que se escucharon en
Argentina, Brasil y Canadá y, sobre todo, en los Estados Unidos y en otras
partes donde emigraran, y que ahora es posible conocer a través de ejemplos
discográficos y alguna que otra actuación en “vivo y directo”.

“Fuego desciende de lo alto en la forma de un león / quema el sacrificio
del orgullo y cabalga al Monte Zión.”… Así comienza la primera canción del
disco “Youth”, (“Juventud”, 2006) del músico estadounidense Matthew Paul
Miller, más conocido por su nombre artístico de “Matisyahu”. El joven de 27
años acaba de dar un exitoso recital en el santiaguino teatro Caupolicán. Su
gran aceptación no sorprende para nada, puesto que sus discos han triunfado
en ventas y dos de sus cinco CD’s, (Compact Discs), han sido platino en
Estados Unidos.

Sin duda alguna, hoy por hoy, el es uno de los mejores exponentes
contemporáneos de la música espiritual ashkenazi, sin olvidar el
clarinetista Guiora Feldman, nacido en Argentina y radicado en los Estados
Unidos. Su obra más conocida es, la banda sonora de la película “La lista de
Schindler”, en una partitura escrita en parte por John Williams, autor de
las melodías del ya clásico “El Violinista en el Tejado”.

No es de extrañar que sea en tierra estadounidense, donde la música klezmer
suena con más frecuencia y éxito. Es que muchos de los primeros exiliados
por el zar ruso Nicolás II a fines del siglo XIX, recalaron en Nueva York.
Entre sus curiosidades, llevaban también los instrumentos musicales del
klezmer. Así las cosas, las siguientes generaciones de músicos
hebreo-americanos pudieron interpretar un nuevo repertorio, que integraba
canciones no judías y fusionaba las antiguas melodías klezmer con las de
polca, el vals, el foxtrot, el ragtime, el swing y otros compases que habían
conocido en Nueva York.

Nació así hace bastantes décadas la muy sui generis “música yiddish”.
Constantemente surgieron nuevos nombres dentro de la comunidad, para
mencionar sólo unos pocos: el prócer Naftule Brandwein, competidor directo
de Louis “Satchmo” Armstrong; el prolífico violinista y conductor de
orquesta Abe Schwartz; el acordeonista de origen húngaro Mishka Ziganoff, y
el clarinetista Dave Tarras, considerado el eslabón musical entre la época
clásica y la contemporánea.

Por suerte, de todos ellos existe música original de los años 20 y 30,
recuperada no hace mucho, con la ayuda de los más modernos métodos de “high tech” (“tecnología de punta).

… Es curioso… Apenas unas cuadras separan en Manhattan la catastrófica zona cero, del antaño vetusto edificio de una fábrica de textiles, hoy
transformado en un centro de arte de vanguardia de varios pisos,
acertadamente llamado “The Knitting Factory”, (Fábrica de Tejidos)… Sobre
el escenario principal, el aclamado cuarteto “Masada” ofrece un show
brillante, de un contenido desbordante de adrenalina. A la cabeza del
conjunto está el insuperable e internacionalmente admirado saxofonista John
Zorn, un viejo conocido de aquellas generaciones que hoy se empinan por los
30. Para ellos, Zorn es el delirante creador del famoso grupo “Naked City”.

Es consabido que el compositor de ascendencia judía y miembro de la elite de
la comunidad inmigrante, firmemente establecida en el Lower East Side se ha
transformado en la piedra angular de uno de los movimientos musicales más
consistentes de las últimas décadas: “Radical Jewish Culture” (Radical
Cultura Judía), hoy ampliamente conocida como “la escena del downtown” en
alusión a la zona de Manhattan en que constantemente se retroalimenta.

Supervivencia cultural

Actualmente, numerosos núcleos se encuentran diseminados por el orbe, a pesar de que la existencia de un Estado Judío moderno es ahora una realidad
consumada.

Sin tener un territorio propio durante largos siglos, los judíos lucharon
cotidianamente contra la desaparición de su cultura y lograron preservar su
herencia y su esencia. El anhelo del retorno ha pasado a ser para muchos
judíos, una metáfora de su renacimiento como individuos libres y soberanos,
iguales ante la sociedad de naciones.

… Tampoco perecieron las antiguas melodías agridulces, pues todas, sin
excepción están presentes en el klezmer… una música hebrea que es testigo
presencial y moldeador de la supervivencia cultural de un sufrido pueblo.

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