El liderazgo y la productividad

Una de las características fundamentales del líder (entendiendo por líder aquel individuo que ejerce poder o influencia sobre el grupo y que surge de las necesidades del grupo mismo), es justamente que se interesa por las necesidades de sus seguidores, es decir, que manifiesta conductas amistosas, abiertas y de accesibilidad y representación de los intereses de los subordinados. Por otro lado, el líder tiene la facultad de definir su propio papel y permitir que los seguidores averigüen lo que se espera de ellos. El líder establece metas y en general organiza el trabajo o, como lo define, entre otros, Hollander, desarrolla las conductas instrumentales.

Ahora bien, estas dimensiones, por un lado aptitudinales y por el otro actitudinales, deberían constituir la esencia de un verdadero liderazgo.

Ciertamente muchos de los estudios que se han realizado se basan en la creencia de que éste juega un papel fundamental en el éxito de las organizaciones, vistas éstas como agrupaciones humanas que persiguen un fin determinado. El líder entonces tiene como función principal ser eficaz para que gracias a su capacidad pueda dirigir y motivar a las personas del grupo, sección o departamento a que se consigan los objetivos planteados por la organización.

Las conductas instrumentales del grupo también están encaminadas al mantenimiento de las buenas relaciones y la armonía dentro del grupo, al mismo tiempo se piensa que un auténtico líder puede incrementar la motivación del grupo dando retroalimentación a los integrantes, es decir, informándoles del grado en que se acercan a la consecución de los objetivos y también ofreciendo recompensas adecuadas en función del desempeño de la tarea. Cuando hay cohesión grupal se observa unidad de criterios en los grupos, lo cual hace que las relaciones sean positivas; y si el objetivo grupal se acepta, existirá una relación positiva entre motivación y productividad. Esto conduce a pensar que el liderazgo tiene entonces dos funciones fundamentales por un lado determina las acciones que van a permitir alcanzar los objetivos de la organización y por el otro debe conseguir que el grupo permanezca unido.

Hasta aquí todo parece indicar que las cosas estarían claras, sin embargo la literatura acerca del liderazgo arroja más interrogantes que respuestas, en el sentido de que la gran parte de las investigaciones, la mayoría de ellas realizadas por universidades norteamericanas entre ellas la universidad de Harvard en Boston, acerca de la relación entre liderazgo y productividad concluyen que no hay una relación directa entre las conductas instrumentales del liderazgo y la productividad. La relación parece más bien indirecta, es decir, las conductas instrumentales del líder junto a las de apoyo influyen de forma positiva en la cohesión y motivación del grupo y éstas, a su vez , interactúan para influir en la productividad.

Toda esta reflexión nos lleva a concluir que los nuevos liderazgos exitosos están orientados a privilegiar las relaciones humanas y la interacción social, partiendo de la premisa que sólo un grupo cohesionado y motivado es capaz de cumplir a cabalidad los objetivos de la organización. De allí que las organizaciones y empresas modernas estén invirtiendo grandes sumas de dinero en programas de desarrollo del liderazgo, mediante talleres, cursos, seminarios de crecimiento y desarrollo personal, que evidencien la necesidad de lograr un clima en la organización que permita avanzar hacia el éxito.
En la actualidad, términos como cultura de la organización y clima organizacional forman parte del argot empresarial conjuntamente, por supuesto, con los referidos al fenómeno del liderazgo.