El matrimonio: un tabú para muchos

Hoy en día el matrimonio es una realidad que casi no se comenta. Las personas evitan hablar de él y de las obligaciones que se contraen durante su duración. Pero, ¿por qué lo vemos de esa forma?, ¿qué sucede? En esta época se ven muchas cosas que difieren de los matrimonios antiguos, aquellos que para nosotros eran como los de los cuentos de hadas. Ya no existe el respeto, amistad entre la pareja, la unión; eso quedo atrás. Se ven más jóvenes solteros y divorciados.

Pero el divorcio: ¿por qué?, ¿por que es una salida fácil? No lo creo así. Más bien pienso que el camino llega hasta ahí -por lo que a mi respecta- no se lo que es un matrimonio consolidado, duradero y de ahí se deriva todo, porque creo que el mundo hoy no sabe lo que significa y encierra un matrimonio. Las parejas hoy, ya no se saben, si se casan por amor o por subsistir dentro de una sociedad que se desequilibra en cada momento. Quizás, muchos me cuestionen; pero existe un punto en que, en algún momento, todos pensamos igual. ¿Y por qué?, porque nos dejamos llevar por los amigos, por el día a día; pero siempre tenemos a alguien a quien echarle la culpa de nuestros propios errores.

Cuando nos casamos, sea por civil o por la iglesia, todos pensamos en lo que viene después, y se nos olvida que no es un juego; quizás al principio cuesta y a la vez entretiene, pero cuando vemos que estamos solos nos desespera, nos sentimos presionados y buscamos salidas, salidas hirientes y nos descarrilamos. Una es la infidelidad, y se afianza más cuando la mujer quiere procrear; se siente lista para ser aun más mujer, para dar el paso más importante de un ser humano y dar vida, llenarse de la dulzura y del calor maternal para un pequeño ser que es parte de ella y de el. Pero aquí comienzan más las diferencias, quizás porque el camino que escogimos no es el indicado para nosotros y a que nos lleva, nos impulsa a dañar los sentimientos de las personas que una vez dijimos amar. Nuestra sociedad, está dejando muy atrás los valores familiares, y se hunde cada día más en un mundo que no logra entender.

Según Don Alfonso López Quintás, catedrático emérito de filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Academia Española de Ciencias Morales y Políticas, ha resaltado en varias de sus obras, el carácter creativo de la fidelidad y, a juzgar por el número de separaciones matrimoniales que se producen, expresa que: “la fidelidad conyugal es un valor que se halla actualmente cuestionado. Entre las múltiples causas de tal fenómeno, deben subrayarse diversos malentendidos y se confunde, a menudo, la fidelidad y el aguante.¨

Aguante, palabra fuerte pero verdadera; todavía a estas alturas y con la fuerza que ejercemos dentro del mundo, algunos se mantienen en sus matrimonios simplemente aguantándose unos a otros. Pero ¿y el amor?, ¿dónde queda ese don que se nos entregó, que nos hace resaltar?, ¿existe de verdad?. Sí, el existe, sólo que como no podemos verlo y oírlo dentro de nuestro mundo lleno de computadoras, celulares y videojuegos; no le prestamos atención a él cuando nos toca la puerta. Cada vez que nos levantamos, que respiramos, que nos vemos los unos a los otros y, más, cuando estamos con la persona que elegimos, deberíamos ver que hay amor, y a él como tal, respetarlo.

Así, muchos de nosotros no terminaríamos ante un juez, peleándonos por la custodia de nuestros hijos o, peor aun, por un bien material. ¿Y vemos a quiénes les hacemos daño? No, eso no nos importa, sólo importa vengarnos por lo que el otro ocasionó, por el desvío. ¿Y quiénes sufren? Nuestra gente, y más aun, nuestros hijos; y así se crían y así terminan en el mismo ciclo en el que nosotros comenzamos y los introducimos. Con la misma suerte y la misma soledad interna. Nos olvidamos de por qué quisimos traer una vida a este mundo y hacerla parte nuestra.

Nuestros, hijos criaturas de Dios, indefensas y especiales, son quienes sufren las consecuencias, sin importarnos lo que piensan, lo que sienten, lo que desean. Saben, todos fuimos niños alguna vez y cómo nos sentíamos cuando nuestros padres discutían o en la ocasión que se divorciaron; o en su segunda separación, o el día en que alguno de los dos nos abandonó. Creo que si pensáramos en todo eso, y analizáramos nuestras experiencias, nos daríamos cuenta que hacemos de la vida lo mismo que vivimos, y seguimos aumentando el ciclo. En vez de redefinirnos como personas y pensar que lo más cursi, lo que más afecte a otro ser humano en cuanto a la moda, a la tontería, a lo más extravagante, eso quizás es lo más dulce que podemos hacer por quienes amamos. Y de repente, sólo así, las cosas cambiarían y empezarían a existir más matrimonios duraderos, más familias juntas, más unión, más fidelidad.

Veámonos en un espejo y sepamos, lo que cada uno de nosotros estamos expuestos, pero también veamos el ser espiritual que tenemos dentro.

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