El pulso Obama-Pentágono

El pulso Obama-Pentágono: La retirada del Secretario de Defensa, Robert Gates y la salida del Consejero para la Seguridad Nacional, James Jones, (encargado de consensuar las divergentes posturas de la Casa Blanca y el Pentágono sobre Afganistán), han dejado en evidencia las diferencias irreconciliables entre el Pentágono y el Comandante en Jefe, Presidente Obama.

Los primeros desencuentros tuvieron lugar a finales del 2009, cuando Obama envió otros 30.000 soldados al frente afgano y, a continuación y sin consultar con la escala de mando, dictó la temeraria orden de retirada de tropas de Afganistán a partir de julio de 2011, mientras el Pentágono proseguía con la defensa de un incremento notable de tropas y la implementación de la nueva estrategia contrainsurgente del entonces todavía Comandante de la Fuerza Internacional de la Asistencia a la Seguridad de Afganistán (ISAF), general Stanley McChrystal.

El siguiente paso en la ceremonia del desencuentro Obama-Pentágono tuvo lugar con la fulminante destitución de McChrystal, tras haberse sincerado con el periodista de Rolling Stone, Michael Hastings y su sustitución por el general Petraeus, sin duda el general más reputado del ejército estadounidense que, sin embargo, sería contrario a la “estrategia de salida” de Obama, (cuya fecha de inicio sería julio de 2011) y, por el contrario, sería partidario de un notable incremento de fuerzas (Estados Unidos y la OTAN tienen casi 100 mil efectivos en Afganistán, cifra que se podría elevar a 150 mil en agosto, en el marco de una estrategia secreta del Pentágono para contrarrestar la ofensiva de los talibanes).

Además, Obama se habría visto obligado a dar el visto bueno al Programa Phoenix, (un programa dirigido por Cheney para asesinar a dirigentes de al-Qaeda, iniciado en 2001 después de los ataques del 11-S y mantenido en secreto ante el Congreso de EEUU), con el éxito mediático de la muerte de Bin Laden a manos de un comando de élite y designar al director de la CIA, Leon Panetta, como nuevo secretario de Defensa de Estados Unidos (reemplazando al secretario de Defensa, Robert Gates, quien dejará su puesto el 30 de junio) y a su comandante en jefe de la ISAF en Afganistán, el general David Petraeus, para suceder a Panetta al frente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), reestructura que se produce en un momento crucial para reconducir el enfoque del Gobierno de Obama respecto a la guerra en Afganistán, supeditándolo a los intereses del Pentágono, que baraja la opción de una sensible escalada de la intervención militar de EEUU en Afganistán para el verano del 2011.

Resistencia del Pentágono a la retirada agresiva de tropas de Obama: En discurso televisado en recientemente, Obama dijo que retiraría 10.000 soldados de Afganistán para finales de 2011 y otros 23.000 más al final del próximo verano boreal; pero, aún tras la retirada, permanecerán en el país unos 70.000 soldados estadounidenses y las tropas serían retiradas de forma constante posteriormente.

Según Reuters, el almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto reconoció, en una audiencia en la Cámara de Representantes, que: «Las decisiones del presidente son más agresivas y suponen más riesgos de los que originalmente me preparé para aceptar», y a pesar de que midió cuidadosamente sus comentarios, dejó entrever el descontento del Pentágono con la agresiva retirada de Afganistán.

Los talibanes han sido expulsados de algunas zonas de su bastión del sur, pero la insurgencia se ha intensificado a lo largo de la frontera oriental con Pakistán. Así, según Reuters, Clinton reconoció «que no hay una solución militar al conflicto y que Estados Unidos tiene un amplio espectro de contactos en la búsqueda de una salida política».

La CIA contaría además con informes que confirmarían el inicio de la ayuda militar rusa, (asesores militares, logística e información de los satélites- espías) a las milicias talibanes de Afganistán en su lucha contra las fuerzas de la ISAF allí desplegadas, con el objetivo de alargar el conflicto y, aliado con la falta de liquidez monetaria de los aliados europeos, lograr su gradual retirada de Afganistán antes del 2012 dejando en soledad a EEUU.

El incierto futuro de Karzai: Afganistán, objeto de duras críticas internacionales por la corrupción e inestabilidad, podría hundirse en una nueva crisis, tras un fallo judicial que declara nulos los resultados de 62 escaños parlamentarios en una asamblea de 249 representantes, estando el pais sumido un estado de parálisis política, sin un gabinete completo desde las elecciones del 18 de septiembre pasado.

El presidente afgano, Hamid Karzai, un aliado de Washington acusado de incompetencia y corrupción, dio la bienvenida al plan y dijo que los afganos confiaban cada vez más en sus fuerzas de seguridad; pero los talibanes, que resurgen una década después de ser derrocados por la invasión estadounidense tras los atentados del 11 de septiembre del 2001, restaron importancia al anuncio y dijeron que sólo una retirada total e inmediata de las fuerzas extranjeras detendría un «derramamiento de sangre sin sentido», citando a Reuters.

Convendría recordar que cuando irrumpieron en el tablero afgano, los talibán (milicia ultraintegrista procedente de las madrazas deobandis del norte de Pakistán), el Presidente Karzai dispuso lo necesario para facilitarles el control de las ciudades en las regiones de influencia popalzai, ya que pese a su fanatismo religioso, los consideraba como una milicia de hombres virtuosos que buscaban pacificar un país sumido en los desmanes de los numerosos señores de la guerra, por lo que la CIA habría iniciado la búsqueda de un sustituto a Karzai, al no gozar ya de su confianza.

Así, mediante una operación de propaganda orquestada por la CIA, sería acusado del inicio de conversaciones secretas, que tendrían como mediador a su hermano Ahmed Wali, para la gestación de un Gobierno de Coalición islamista entre pastunes y talibanes (con el objetivo de conseguir en unas elecciones anticipadas la legitimación democrática en las urnas en el horizonte del 2011 y proceder a la creación de la República Islámica de Afganistán), lo que exigiría la retirada de las tropas de EEUU y la consecuente pérdida de presencia en un país considerado por el alto mando de EEUU «como pieza geoestratégica vital » en el rompecabezas del Oriente Medio.

Por todo ello, no sería descartable la creación de un ambiente propicio al golpe de Estado y posterior derrocamiento de Karzai, reviviendo uno de los aspectos más oscuros de la política exterior de Kennedy (el derrocamiento y asesinato del presidente survietnamita Diem (1963)y el posterior incremento de su apoyo militar a Vietnam, acelerando la escalada que llevaría a los Estados Unidos a un callejón sin salida.

Para evitar una peligrosa “vietnamización del conflicto”, Obama habría ordenado al Pentágono la retirada progresiva de tropas de Afganistán, decisión que difícilmente será compartida por su vicepresidente Biden ni por el Pentágono, por lo que no sería descartable la gestación de una trama endógena que podría terminar por reeditar el Magnicidio de Texas (Kennedy, 1963).

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