El SICAD no sirve, pero entretiene

El SICAD es el reino de la incertidumbre. Es incierto el monto de los dólares a los cuales se puede acceder por este mecanismo. Es incierto el momento en que podrás disponer de los dólares que te asignen. Es incierto el precio de los dólares que recibas, y es incierto el mecanismo mismo, pues nunca se sabe si el sorteo te beneficiará o no. En esas condiciones no sirve de mucho para llevar adelante una planificación ordenada del proceso ni de importaciones ni de exportaciones.

Los importadores no pueden comprar mercancías en el exterior y decirle al proveedor que le pagarán siempre y cuando salgan sorteados en la próxima subasta del SICAD y siempre y cuando la cantidad asignada se corresponda con la deuda que se acumule.  Casi nadie puede en el mercado internacional comprar o vender nada, si no tiene alguna seguridad respecto al monto y al momento en que recibirán el pago correspondiente. Si la compra ha sido aceptada por CADIVI, los dólares que se logren por la vía del SICAD pueden compensar en algo la deuda acumulada, pero sería un verdadero milagro que la asignación  por vía del SICAD se corresponda plenamente con la deuda de CADIVI. Sin embargo, entre concursar a los fondos SICAD y no concursar, más vale concursar. Nunca están de más esos dólares asignados, pero nadie puede pensar que se puede a partir de esas asignaciones planificar las importaciones  normales y fluidas que el país necesita realizar. En otras palabras, el SICAD no es ni puede ser la columna vertebral del acceso a las divisas para efectos de financiar las importaciones venezolanas.

La gran empresa venezolana, que es parte de una gran empresa trasnacional, puede resistir esta situación en mejor forma que las empresas medianas o pequeñas. Tienen más músculo financiero como para acumular deudas en algún punto de la cadena de producción o de comercialización y tiene mayor control del mercado como para compensarse vía precios una vez que los dólares fluyan.  Pero la empresa importadora, mediana o pequeña, con proveedores independientes, no tiene la misma capacidad de resistencia. En otras palabras: La actual política de comercio exterior y de acceso a las divisas, es una política que beneficia a la gran empresa y que fomenta la concentración del poder económico.

En materia de exportaciones no petroleras la situación es similar. No hay ningún producto manufacturero –y ni siquiera agrícola o minero- que no tenga algún componente importado. Si no hay un acceso seguro, fluido y transparente a las divisas necesarias para importar esos insumos o materias primas, no hay producción, y si no hay producción no hay exportación. Nadie puede salir al mercado internacional a ofrecer una mercancía que será producida, siempre y cuando la empresa salga sorteada en una próxima subasta del SICAD y pueda por lo tanto adquirir los insumos importados que necesita. Nadie puede vender en esa forma. El comprador internacional necesita seguridad en las cantidades disponibles y en las fechas de entrega. Solo puede exportar el que tiene un volumen muy grande de materias primas o insumos en bodega, o el que tiene la suerte de que CADIVI le apruebe con regularidad las peticiones que se le formulan. Los demás, en el mejor de los casos, pueden exportar a borbotones, en la medida en que vayan accediendo a las divisas, lo cual es una forma de insertarse en los circuitos del comercio internacional contemporáneo que no asegura éxito alguno.  

La incertidumbre o el azar -o el dejar el acceso a las divisas sujeto a la suerte del acreedor en subastas  o loterías administrativas- no es un mecanismo con el cual se pueda operar en serio en el campo del comercio internacional.   

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