El Triángulo BIT

Estados Unidos verá disputada su hegemonía en áreas puntuales como el espacio, el ciberespacio o la información y dada la crisis económica, y deberá compartir los costes y responsabilidades que entraña el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional, lo que significa que EE.UU. se verá obligado a contar con dos actores fundamentales en el nuevo status quo que surgirá tras la actual crisis económica global: Rusia y China.

Pacto con Rusia y China para sancionar a Irán:

El presidente estadounidense, Barack Obama, habría aparcado el proyecto del Escudo de Misiles Antibalísticos (NDM), sustituyéndolo por «un nuevo sistema de defensa antimisil móvil» , pero tras esta espectacular declaración, se escondería una jugada maquiavélica que intentaría convertir a Rusia en colaborador necesario en la salvaguarda de la paz y estabilidad mundiales.

Por otra parte, la decisión de Obama de vender nuevas partidas de armamento a Taiwán por 6.400 millones de US$ (proyecto aprobado por Bush), o la reunión privada con el Dalai Lama, intentarían presionar a Pekín para conseguir su apoyo en la ONU para ampliar las sanciones contra Irán, presiones que han conseguido su objetivo, al ser China el mayor acreedor de EE.UU. y totalmente dolardependiente, con lo que podríamos asistir en un futuro mediato a la entronización de la «Geopolítica interpares» basada en la troika EE.UU.-Rusia-China.

Dicho troika lograría el Descabezamiento del BRIC (Brasil, Rusia, India y China), pues últimamente habrían intensificado su cooperación política para obtener acuerdos en comercio exterior y extraer concesiones políticas de los países desarrollados, (cooperación nuclear propuesta con la India y Brasil), y juntos tendrían el potencial de formar un bloque económico con un estatus mayor que del actual G-8 (se estima que en el horizonte del 2050 tendrán más del 40% de la población mundial y un PIB combinado de 34.951 Billones de US$), quedando de paso la UE , India y Brasil como convidados de piedra.

Enfriamiento de las relaciones de EE.UU. con Lula y Erdogan:

Tras meses de negociaciones entre las grandes potencias y del desaire de Estados Unidos a la gestión de Brasil y Turquía con Irán, el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), aprobó la ampliación de las sanciones contra el régimen en Teherán por seguir con su controvertido programa nuclear, no pudiendo evitar, sin embargo, el voto en contra de Brasil y Turquía.

Brasil plantea ahora el rescate de la Carta de Teherán, (firmada el 17 de mayo por Lula y los mandatarios Mahmud Ahmadinejad, de Irán, y Recep Tayyip Erdogan, de Turquía), que establece que la república islámica entregue uranio enriquecido al 3,5% y aguarde hasta un año para recibir el mineral enriquecido al 20%, (acuerdo que nunca ha contado con las bendiciones de EE.UU.) y tras lo que subyacería el objetivo político de lograr la asunción por Brasil del papel de «gendarme de los neoliberales» en Sudamérica y el ingreso en el Consejo de Seguridad de la ONU como miembro permanente (con el consiguiente aumento del peso específico de Brasil en la Geopolítica Mundial), no siendo descartable asimismo, el afán personal de Lula de ser elegido Secretario General de la ONU.

Por otro lado, las relaciones turco-estadounidenses se vieron afectadas en los últimos años, por la oposición de Ankara a la guerra que libra Estados Unidos en Irak y Obama evitó una crisis en la OTAN, al conseguir que Turquía aprobase el nombramiento del primer ministro danés Rasmussen, como nuevo secretario general de la Alianza Atlántica, nombramiento que finalmente Erdogan aceptó, debido a que Obama se había declarado «garante» de ciertos compromisos que se abstuvo de detallar pero que podrían comprender un acuerdo tácito de un futuro reparto de los pozos petrolíferos del Kurdistán irakí.

Para colmo, la votación de ampliación de sanciones contra Irán, llega justo una semana después de que Estados Unidos presionara para que el Consejo no emitiera una dura resolución condenatoria a Israel por su ataque a una flota humanitaria, que iba camino a la Franja de Gaza y en la que murieron nueve activistas turcos, por lo que podría peligrar la alianza Estados Unidos-Israel-Turquía.

Además, en el supuesto de posponerse “sine die” la entrada de Turquía como miembro de pleno de derecho en la UE, se correría el riesgo de que los valores democráticos, que la UE ha exportado hacia los países de la la extinta URSS, sean reemplazados por los ideales expansionistas de la Nueva Gran Rusia y que en el caso de Turquía, se podría traducir en la firma de un Tratado de Colaboración militar y gasístico con Rusia, con lo que se alteraría notablemente el escenario geopolítico europeo para la próxima década.

Ante esta situación y sin el paraguas protector de la UE, y con los antecedentes del polémico caso Ergenekon, es previsible que el ejército turco (TSK) protagonice un nuevo golpe «virtual» o «posmoderno”que acabaría con el mandato del Primer Ministro Erdogan, (rememorando el ‘golpe blando’ de 1997, cuando los generales arrebataron el poder al Gobierno del presidente Necmettin Erbakanpor, quien lideraba una coalición Islamista), surgiendo posteriormente un sistema político fracturado, que producirá una serie de coaliciones de gobierno inestables en el parlamento.

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