Empresas Ágiles y Just-In-Time (Primera Parte)

La producción ajustada pretende reducir los recursos humanos, materiales y financieros para el proceso de producción. La filosofía Just-in-Time (JIT) es la esencia de la producción ajustada. La JIT es un conjunto de principios y técnicas operativas que intentan ajustar los procesos empresariales a las demandas del cliente.

La JIT pretende producir y suministrar piezas y subsistemas únicamente cuando lo solicite el cliente, eliminando así las reservas (Buffers) de la línea de producción y previniendo la acumulación de existencias.

El método de producción ajustada se ha descrito principalmente en relación a la industria del automóvil, pero es común también a otras industrias.
Las Empresas Ágiles son aquellas que se concentran en sus competencias fundamentales y subcontratan a otras empresas las funciones restantes, que es una forma de Outsourcing.
Por Outsourcing se entiende, aquel Contrato, “por medio del cual una empresa de servicios informáticos se compromete a gestionar con sus propios equipos y recursos las tareas informáticas que un usuario podría gestionar por sí mismo y con sus propios equipos y programas, a cuyo efecto el cliente debe poner a disposición del prestador del servicio los datos pertinentes en forma continua, a medida que la información se vaya produciendo”.
Para entender el verdadero sentido del Outsourcing, hay que remitirse a una de las características más resaltantes de esta contratación: Un objetivo claro, cuyo alcance implique ceder al tercero la responsabilidad y el compromiso del área relacionada, para lo cual la Empresa contratada debe posicionarse dentro del Organigrama de la Empresa contratante.
Antes de lanzarse a vender por Internet, las compañías deben hacerse más ágiles y mejorar los plazos de sus mecanismos de distribución.

Una de las ventajas que propone la era digital es la eliminación de intermediarios en la cadena, con los consiguientes ahorros.

Por otra parte, otro tipo de empresas tendrá la oportunidad de entregar sus productos a los usuarios finales, sin la necesidad de que el cliente se presente físicamente en el negocio: librerías, desquerías, agencias de viaje, farmacias, tiendas, compañías de seguros y bancos son algunos ejemplos.

Uno de los deberes más importantes que tiene ante sí es conseguir la rapidez.

La rapidez significa que si un cliente tardó un minuto en acceder por Internet a la empresa, y encargar su producto, la compañía no puede tardar varios días en entregar lo que el cliente pidió.
Por ello es que las empresas tienen que prepararse para la era Digital, no solamente pudiendo recibir pedidos y pagos por Internet, sino para entregar «just-in-time» (justo a tiempo) a la demanda.

Para volver a la empresa ágil, no necesariamente los primeros pasos tienen que ver con la informática, sino en convertir a la compañía en una organización basada en los procesos.

La ventaja de adoptar el «just-in-time», en la oficina, y en la fábrica, es que, aún antes de ingresar en la era digital, la empresa ya empieza a recoger los beneficios de trabajar con menores stocks, de una forma más flexible y rápida, y con personas que cuidan a los clientes de su célula.

El director ejecutivo de Motorola, William Weisz, definió a estos nuevos competidores “como aquellos que luchan activamente por la calidad perfecta, la tecnología de vanguardia, la fabricación justo a tiempo y el servicio competitivo en costo”.

El enfoque utilizado por éstos nuevos competidores globales estriba en encarar a un mismo tiempo la producción “justo a tiempo” (just-in-time), la gestión total de calidad y el involucramiento total del personal (política participativa), lo cual se da en llamar “la triple ofensiva”.

Empresas como General Motors, Ford, United States Steel, General Electric y otras tenían acceso a mano de obra, materiales y recursos financieros en abundancia y calidad. En ese momento no había quién detuviera el desarrollo de las empresas estadounidenses.

Pero a mediados de los 60, el entorno global empezaría a vislumbrar los primeros cambios, al extenderse el juego más allá de las fronteras nacionales. A fines de la década de los 50 la firma automotriz alemana Volkswagen se hizo presente en los Estados Unidos, con un ataque sobre el segmento de los autos económicos. Toyota trató de imitar la estrategia pero fracasó, como producto de la baja calidad y diseño de sus unidades.

Transcurridos unos años y luego de las enseñanzas acumuladas, Toyota hizo un segundo intento a mediado de los 60 en compañía de Nissan; pero esta vez con óptimos resultados.

En el mercado de las motocicletas, Honda entró en 1960 en los Estados Unidos con vehículos pequeños y livianos. Harley-Davidson disfrutando de un dominio casi hegemónico no vio, en las unidades, un peligro a su posicionamiento en el mercado.

A Honda se sumaron luego Suzuki, Yamaha y Kawasaki, haciendo retroceder fuertemente a Harley-Davidson en su posición de mercado, aún en las motos de alta cilindrada.

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