En las escalas de Johannes Brahms

El arte de la música es el que más cercano se halla de las lágrimas y los recuerdos.
Oscar Wilde

Nació en Hamburgo, Alemania. Pianista clásico, adoptó el estilo antiguo de Wagner para sus composiciones. Escribió conciertos para piano y orquesta, canciones y también música religiosa. Fue amigo inseparable de Schumann.

A pesar de las críticas que le hicieron a Brahms, no se puede negar que sus Scherzos, Adagios y Alegrettos son sus páginas de mayor exquisitez reflejadas en sus sinfonías.

Es casi inaudito no escuchar y comentar lo extraordinario de la sinfonía No.1. Se ignora la fecha en que Brahms dio comienzo a esta sinfonía, a pesar de que ya existía su primer concierto para piano opus 15 y sus variaciones sobre un tema de Hayden; el Coral de San Antonio, estrenado como Op. 56a, en 1873. No obstante, se sabe que en 1862 su admirada Clara Schumann recibió del joven compositor un movimiento de sinfonía, que con el tiempo se convertiría en su primera sinfonía.

La sinfonía se estrenó en una ciudad en la cual Brahms quería mucho, “Karlsruho”, ejecutada en ese entonces por la orquesta del Gran Duque, bajo la dirección de Otto Dessoff. Pero más tarde fue el mismo Brahms quien se hizo cargo de la dirección en ciudades como Viena, Leipzig, Breslau y Mannheim, siendo al comienzo recibida por la audiencia no con mucho entusiasmo, pero si con gran respeto.

Señalan los expertos, que desde su estreno se le hizo notar el símil entre el expansivo y gozoso tema melódico a cargo de las cuerdas y el famoso “Himno a La Alegría” de la novena sinfonía del Maestro Beethoven e incluso, algunos amigos, le acusaron de plagio: se comenta además, que Brahms al respecto respondió: “El parecido lo nota cualquiera”. Se comenta que el pensar nuevamente dicho tema y tomarlo por su cuenta, Brahms usó el lenguaje de su ídolo para expresar algo muy distinto, transformándose esta sinfonía en una de las más notables de nuestro tiempo y en la historia del género.

Un antecedente importante dentro de la personalidad de Brahms, fue su destacada personalidad autocrítica, hasta llegar a inutilizar un número ilimitado de sus obras, porque las consideró indignas de su pluma. Vio publicar su primera sinfonía cuando contaba con 43 años. Además, era de la opinión que “Tratar de escribir una sinfonía después del genio de Beethoven, no era asunto para la risa”.

Jamás, le contó Brahms a un amigo en una oportunidad, que podría escribir una sinfonía; pues no se imagina usted lo que sentimos los compositores al oír a nuestras espaldas los pasos de un gigante como era Beethoven.

Le sugerimos que escuche esta sinfonía del maestro Brahms, para ello cuenta con las versiones de Otto Klemperer con la Orquesta Filarmónica de Londres, o bien a Seijí Ozawa, con la Sinfónica de Boston o, porque no, Claudio Abaddo con la Filarmónica de Viena.

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