En Venezuela, la mayoría se siente destrozada, asqueada e indignada

 «Cogito, ergo sum (Pienso, luego: ¡existo!)».

R. Descartes

La mente es un prodigio incorpóreo -intangible, pero perceptible gracias a sus expresiones- que da cabida a infinidad (inconcebiblemente inmensa) de funciones; entre ellas: pensar, idear, imaginar, recordar, olvidar, aprender, aprehender, reaprehender, educar, instruir, percibir, catalogar, sentir, reaccionar, amar (aunque hay quienes dicen que esto se hace en el alma y otr@s esgrimen que en el corazón), y las muchas otras funciones más que podrá hacer: así lo hace admitir la evolución del cerebro.

Bien lo hizo entender Descartes  (matemático y filósofo francés): para tener consciencia de la existencia individual basta con percibir la función mental («Pienso, entonces: ¡existo!»), pues… indiscutiblemente… sin ella es ser -literalmente- ¡nada!: un algo en ese estado que desde hace pocas décadas se denomina «vida vegetativa» (que no alberga una persona), una designación que se usa para decir que no hay función mental en el cerebro de un cuerpo humano, siendo la condición que lleva a los médicos a proponer la desconexión de los aparatos que lo mantienen -artificialmente- con «vida» (sin serlo propiamente así), puesto que luego de la desconexión sucede la muerte. De aquí la máxima del soliloquio del dramaturgo, poeta y actor inglés William Shakespeare (1564-1616) en Hamlet: «Ser o no ser, ésa es la cuestión», un planteamiento que exige respuesta resolutiva; con razón es catalogado por muchos como «filósofo».

¿Por qué el título es «Much@s venezolan@s están destrozad@s, asquead@s e indignad@s», y no es «Los venezolanos están…» Sencillo: porque no todos están así; hay dirigentes, enchufad@s y adláteres que disfrutan las mieles del poder, y también hay subyugad@s que embelesados aún -por el efecto engañoso de palabras melosas- no se les puede etiquetar con esos epítetos a pesar de que se mantienen profundamente sumergidos en su pobreza y necesidades (recordando la gallina desplumada por José Stalin a la que luego ofreció granos para atenuar su hambruna y… sufriendo… ésta fue a comerlos en las palmas de las manos del opresor: su mente ya no daba para más, sólo para hacer aquello que el instinto de sobrevivir le hacía hacer… ¡comer!).

En los últimos 20 años de Venezuela, la inmensa mayoría ha sufrido vicisitudes de toda índole: devaluación de la moneda, superinflación, pérdida del poder adquisitivo, la carestía de los alimentos, inseguridad por doquier, servicios públicos pésimos -de salud, de educación, de agua potable, de electricidad, y más-, el desmoronamiento de PDVSA y la falta de combustibles (gasolina, gas doméstico, gasoil, kerosén, etc.), y hasta la invitación a saltarse -a la torera- los principios éticos, a desatender -de igual modo- los valores morales y a delinquir desde el más alto cargo del status quo dirigencial (un sobreseído dijo en cadena nacional de radio y televisión: «si no tuviera trabajo y no hallara qué dar de comer a mi familia: robaría»).

Esos hechos pueden explicar el destrozo las raíces axiológicas del comportamiento ciudadano, del proceder urbano y de buenos modales de la nación, una población en la que hay gente muy asqueada e indignada, que repudia la clase dirigente del país. No siendo así para quienes viven en un lodazal miasmático, pútrido, fermentado, descompuesto y dañino: el de la miasma de la corrupción que afecta a la clase política de este país.

Para muestra de la diferencia entre dos sociedades, basta un botón: Donald Trump (Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica), ante la pandemia por la Covid-19, en comparecencia pública (por videoconferencia telemática) ante el Senado de ese país, en la cual estuvo Lamar Alexander (Presidente del Comité de Salud del Senado), emitió opiniones acerca de cómo se manejaría lo devenido por esa circunstancia y… seguidamente… tuvo que guardar silencio y admitir lo expresado por el epidemiólogo Dr. Anthony Fauci, el principal asesor médico de la Casa Blanca (Washington, D.C.), quien expresó lo propuesto por la ciencia médica epidemiológica (un desconfinamiento apresurado puede tener consecuencias muy serias y causar muertes y sufrimientos evitables, recomendando esperar una caída sostenida de los casos durante dos semanas): todo lo contrario de lo dicho por el primer mandatario que defendía una reapertura tras el alza del desempleo y la contracción de la economía, quien no pudo contener la expresión de incomodidad que su rostro mostró, pero hizo un acto de inteligencia, sagacidad y prudencia: admitió y cedió (un gesto que resulta paradigmático, ejemplo a emular para los estadounidenses), pero… ¿qué ha sucedido en Venezuela?, quien usa la silla presidencial de Miraflores anunció un modelo de relajación de las medidas sanitarias inexistente en los textos de Epidemiología (un tal «modelo venezolano») que consiste en cinco días de flexibilidad (con horarios y determinaciones para algunos sectores) seguidos de diez días en rentrada al confinamiento, ante lo cual los dos médicos que le acompañaban en ese momento guardaron silencio.

Cabe preguntar con una premisa: en la Ciencia (Medicina, Ingeniería, etc.) y para gestionar con seguridad una problemática que entraña riesgos y un costo alto a pagar si hay un(os) error(es) en el diseño y la implementación de las acciones decididas, los eruditos recomiendan hacer «pruebas piloto» antes de implementar definitivamente para detectar fallas y desaciertos para así evitar las consecuencias funestas; acaso, ¿se hizo alguna prueba piloto? o… ¿es otra de las concepciones diabólicas encaminadas para destrozar, asquear, indignar y desmoralizar más a la nación venezolana?

Téngase presente que siempre ha habido tiranos, criminales, que por un tiempo parecen invencibles, pero al final… siempre caen. Mientras tanto, se debe aprovechar para cambiar y ser mejores y coherentes en todo ante la diabolería que ha sido implementada.

Sí, es una guerra de gran magnitud que toca pelear y ganar: ¡a no rendirse ni perder la calma, nada se vendrá abajo: quien se cansa, pierde; a mantener las fuerzas y la esperanza; que no dominen la MENTE… ¡el prodigio incorpóreo!, aunque falte el agua, las medicinas, el gas, la electricidad y más; démosle al presente un significado trascendental y superlativo; se debe honrar la letra del Himno Nacional, pues es lo que es: un bravo pueblo! y no se debe distraer, pues cada día se está más cerca de la liberación: ¡Alfa y Omega!

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