Estamos mal, pero vamos para peor

El Fondo Monetario Internacional no es exactamente un organismo que se haya cubierto de gloria en las últimas décadas en el escenario internacional. Muy por el contrario, sus recomendaciones y sugerencias en materia de política económica, a lo países que han solicitado sus apoyos financieros,  han sido bastante poco acertadas. Pero sus estudios y sus datos estadísticos son bastante serios y no pueden ser descartados muy alegremente. Sin embargo, la ciencia económica no es una ciencia exacta, y todo estudio, sobre todo si versa sobre el futuro, aun cuando sea sobre el futuro cercano, tiene una cuota alta de riesgo y de incertidumbre. Por ello, las Perspectivas de la Economía Mundial 2015 recientemente publicadas por este organismo no pueden ser consideradas como un oráculo infalible, pero son lo más cercano que hay a una visión seria sobre lo que se puede esperar en materia de crecimiento de la economía mundial y de los países que la componen.

En ese estudio Venezuela sale muy mal parada. Se dice allí que en el año 2014 el PIB de nuestro país decreció en un 4%, convirtiéndose en esa medida en el único país de toda la América del Sur, Norte, Central y  Caribe  que presentó cifras de (de)crecimiento de esa naturaleza. Para 2015 las perspectivas son mucho peores. Se calcula que este año el decrecimiento será de 7% -calculado sobe el nivel al cual se llegó en el año inmediatamente anterior.  Si ese pronóstico resulta cierto, se terminaría el año 2015 con un nivel de producto un 12,5% por abajo del nivel con que cerró el año 2013. Pero el pronóstico es peor todavía: en el año 2016 la perspectiva es que se vuelva a decrecer, esta vez  en un 4,0%, por bajo el nivel con que cierre el año 2014. Se acumularían tres años seguidos de caída de la producción. Un récord latinoamericano en toda la línea. En el año 2015 los únicos países que acompañarán a Venezuela en su descenso económico, según el FMI, serán Brasil y Argentina. El primero decrecerá en un 1,0% y el segundo en un 0,3%. Ya en el año 2016 todo parece indicar que Venezuela quedará nuevamente sola como el único país de la región cuya economía seguirá en pleno descenso.

En la América del Sur, países que son petroleros, igual que Venezuela, pero que han sabido avanzar en el camino de la diversificación de sus exportaciones, tales como Ecuador y Colombia, crecerán –o mejor dicho aun, continuarán creciendo a  pesar de la caída en los precios internacionales de los hidrocarburos–  y Bolivia, que exporta gas, también crecerá en forma sustantiva.  Las perspectivas del FMI es que Ecuador crecerá en  el año 2015 a una tasa 1,9 %,  después de haber crecido en el 2014 a una tasa de 3,6%. Colombia, a su vez,  lo hará a una tasa de 3,4% en el 2015, después de haber crecido a una tasa de 4,6 % en el 2014. Se espera que Bolivia crezca  una tasa de 4,3% en el presente año, después de haber presentado la impresionante tasa de 5,6% en el año anterior. No es por lo tanto el petróleo la única causa de la caída económica de Venezuela. Es dable suponer que alguna responsabilidad tienen en esta situación, las políticas económicas llevadas adelante por el gobierno actual, y en alguna medida, también por el gobierno anterior.

El mundo entero -todos los gobiernos, universidades, bancos, organismos políticos o financieros  internacionales– reconocen que Venezuela se encuentra en una tremenda crisis y que no saldrá de ella, a menos que lleve adelante virajes sustantivos en sus políticas económicas. 

La crisis no es consecuencia de las leyes de la naturaleza ni de una maldición divina, sino que es el efecto de decisiones políticas presentes y pasadas. La inercia, el no hacer nada,  o el profundizar la esencia de las políticas que han conducido a la situación presente, no puede conducir sino a profundizar las consecuencias que hoy día se están viviendo. Pareciera que Venezuela se juega a Rosalinda apostando a que en algún momento del futuro cercano, el precio internacional del petróleo volverá a colocarse en un nivel cercano a los 100 dólares por barril, con lo cual todas las angustias  se acabarían y la fiesta podría seguir por unos cuantos años más. Pero tampoco en ese terreno hay espacio para el optimismo, pues no hay nadie en el mundo que pronostique que el petróleo esté próximo a subir. Todo parece indicar que permanecerá en sus niveles actuales por un tiempo largo. Provengan del FMI, o de cualquier otro lado, los pronósticos sobre Venezuela no son nada esperanzadores.     

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