Felipe Gómez Alvarez: El Gran Sembrador

“Sin entusiasmo no se sirven hermosos ideales;
sin osadía no se acometen honrosas empresas.
La disciplina es indispensable para hacer eficaz toda obra común;
pero debe ser libremente aceptada como resultado de la competencia,
antes que impuesta como abuso del privilegio.”

Economista Alfredo J. Alzuru R.,
UNELLISTA 100%

La Venezuela rural de los años veinte lo ve nacer un 22 de octubre de 1922, formando parte de una familia numerosa compuesta por seis hermanos: Rómulo, Inés Mercedes, Alfredo, Trino, Felipe y José, descendientes de la unión de Inés Álvarez Altuna y Ángel María Gómez Galeno, padres dedicados al comercio y los quehaceres del campo, empecinados en hacer de sus hijos, hombres y mujeres de bien, ciudadanos dignos y útiles a la patria, basados en el esfuerzo y trabajo constante para superar los obstáculos que conduzcan al éxito personal.

Al terminar la escuela primaria, Felipe prosigue sus estudios en el actual Liceo “José Vicente de Unda” de Guanare, donde obtiene el titulo de Bachiller. A inicio de los años cuarenta, se va a Caracas y se inscribe en la Escuela de Agronomía donde recibe el titulo de Doctor en Ingeniería Agronómica, mención Cum Laude, de la Universidad Central de Venezuela en 1946. Recordaba, en uno de escritos, que en sus años mozos visitaba a un pequeño agricultor de nombre León Riera, criador de abejas y productor de frutales y caña de azúcar, quien les ofrecía a los muchachos trozos mondados de tallos de caña de azúcar y les advertía que aquellos que presentaban coloración roja no debían comerlos porque era “caña cocosa”. Este nombre lo impresionó tan profundamente, que durante su obligatoria pasantía para graduarse y su tesis de grado para obtener el título universitario, los dedicó al estudio de la “cocosidad” (taladrador del tallo) de la caña de azúcar.

Una vez que egresa de la UCV, realiza una serie de giras de estudios que lo llevan a las estaciones experimentales de caña de azúcar en Cuba, Puerto Rico, Estados Unidos de Norteamérica y México (1947); Palmira, Colombia (1950); Hawai, Australia, Java (Indonesia), Coimbatore (India) y Egipto (1954) y Tucumán, Argentina (1960).

En 1947 funda y dirige hasta 1950 la primera Estación Experimental de Caña de Azúcar en Venezuela con sede en Maracay. Continúa luego como Director de la Estación Experimental de Occidente en Yaritagua (1950-1954) y la de la Compañía Agrícola del Valle, Central Matilde entre 1954 y 1958. Inicia labores en la Corporación Venezolana de Fomento donde es Director del Departamento de Azúcar y luego se desempeña como presidente de Centrales Azucareros de la Corporación hasta 1962. En 1965 es presidente de la C.A. Central Río Turbio y posteriormente hasta 1969 es Director Gerente del Banco Agrícola y Pecuario. En el ejercicio de este cargo, revolucionó el campo venezolano por la extraordinaria orientación que le dio al uso de los recursos financieros, llegando a alcanzar recuperaciones crediticias como nunca antes. Durante ese período Felipe programa y ejecuta una importante red de silos, coordinada -desde el punto de vista de ingeniería- por otro extraordinario venezolano, el doctor Edgar Pardo Stolk. Justamente esta previsión en el secado y almacenamiento de granos, fue lo que permitió a los productores de los llanos occidentales y Guárico, entregar con éxito sus cosechas y cobrar oportunamente.

Con todas estas experiencias acumuladas, es llamado para desempeñar la cartera del Ministerio de Agricultura y Cría (1984-1988) donde, con lujo de conocimientos, pone en práctica proyectos en pro del agro venezolano.

Desde esta posición logró inspirar y estimular a una generación de hombres, que se dedicaron a la agricultura con grandes esperanzas. Esta generación, donde además de viejos agricultores había hombres de todas las profesiones, estaba defraudada, frustrada, arruinada, y lo que es peor, completamente desmoralizada, a causa de políticas equivocadas impuestas a la agricultura, donde la rentabilidad de la tierra no se manifestaba en beneficios concretos.

En la búsqueda de lograr un desarrollo sostenido, siendo conocedor cabal del problema, Felipe Gómez implementa una nueva política agrícola, basada en la protección de nuestros productores frente a la competencia de productos foráneos subsidiados, precios rentables a los renglones agrícolas, incremento en el uso de fertilizantes, tasas preferenciales para el sector agrícola, desarrollo del agro soporte y otras medidas que permitieron que la superficie sembrada llegara, en los cinco años de su gestión, a dos millones trescientos treinta y dos mil hectáreas (2.332.000 ha). Un incremento cercano a las novecientas mil hectáreas (900.000 ha), algo verdaderamente impresionante, catalogado por cronistas colombianos como “el milagro agrícola venezolano”, al contrastarlo con el estancamiento de la actividad agrícola de ese país.

A la pregunta de un periodista sobre el milagro agrícola, Felipe contestó: “¿Milagro agrícola? Milagro no, trabajo agrícola. El milagro consiste en planificar y ejecutar lo que se ha planificado. Y contamos con un grupo de hombres con esa mística, que se dedican a estudios completos por áreas y obtienen todos los datos sobre climas y tipos de suelo, y sobre esos estudios se planifican las siembras y se proyectan resultados.”

Por último, vale la pena mencionar que durante su gestión ministerial, en el medio rural venezolano hubo pleno empleo. Esto desaceleró la masiva emigración de nuestros campesinos hacia el área urbana, lo que posteriormente acarrearía problemas graves de marginalidad y pobreza, creando cordones de miseria en las ciudades.

“La agricultura, hoy en día, es una de las actividades humanas más compleja y difícil, pues involucra grandes y graves problemas sociales, cumple función de preservar el ambiente, es generadora de empleo, juega papel fundamental en la defensa de un país por la ocupación territorial y reduce la dependencia alimentaria”. Se puede concluir, parafraseando sus palabras, que un país cuyos alimentos provengan básicamente del exterior, como está ocurriendo actualmente, es un país muy vulnerable y con una soberanía frágil y cuestionada.

Su labor docente fue también dilatada y amplia, distinguiéndose como profesor de la cátedra de Cultivos Tropicales de la Facultad de Agronomía de la Universidad Central de Venezuela durante 28 años, obteniendo el rango académico de Profesor Titular. Su prestigio, rebasa las fronteras de la patria y en 1964 es invitado como profesor por la Universidad de Tucumán, Argentina para dictar curso sobre nutrición de la caña de azúcar y conferencia sobre agricultura tropical. A su regreso, forma parte de las comisiones para la reorganización de las Facultades de Agronomía de la Universidad de Oriente, de la Universidad del Zulia y de la Universidad Centro-Occidental, y con todos estos reconocimientos es designado Director del Instituto de Agronomía de la Facultad de Agronomía. Pero la investigación agrícola lo atrae con insistencia y sus numerosos trabajos en este campo lo recomiendan para desempeñarse como miembro del Consejo Nacional de Investigaciones Agrícolas.

Entre 1948 y 1977 publicó, en forma individual y colectiva, cuarenta y cinco trabajos sobre la agronomía de la caña de azúcar. Así mismo, entre 1951 y 1987, escribió numerosos artículos en periódicos nacionales y revistas especializadas. Entre sus libros publicados cabe citar el “Manual para el cultivo de la caña de azúcar”, “Los Biocidas de uso común en Venezuela”, “Venezuela en lucha desigual…El caso agrícola (1994)”, “La agricultura requerida (1996)”, “La agricultura de cara al nuevo milenio (1998)” y, poco antes de su deceso, se publica “Las técnicas para la fertilización de la caña de azúcar (2001)”. Entre 1984 y 1988 dictó numerosas conferencias sobre agricultura y desarrollo, en distintas zonas del país. Perteneció a numerosas asociaciones, tanto nacionales como internacionales, y recibió decenas de distinciones honoríficas en reconocimiento a su acendrada dedicación al estudio de la problemática agroindustrial del país.

En 1990 fue elegido Miembro Correspondiente Nacional de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, pasando en 1993 a ocupar el Sillón X, vacante por el fallecimiento del doctor José Antonio O`Daly y coincidencialmente ocupado previamente por el ilustre guanareño y conterráneo, Dr. Juan Iturbe. Se incorpora el 3 de marzo de 1994 con su trabajo “Venezuela en lucha desigual. El caso agrícola”.

En diciembre de 1974 se crea la comisión organizadora que adelantaría los estudios de factibilidad, organización, funcionamiento y desarrollo para la creación de una institución universitaria en los llanos occidentales, integrada por Manuel V. Benezra (presidente), Humberto Jiménez, Carlos Muñoz Oráa, Ricardo Valderrama, Antonio J. Álvarez, Gilberto Cárdenas, Alfredo Ducharne, Juan Pedro del Moral, Antonio Aranguibel, Félix Morales Bueno, Francisco Manzanilla y Felipe Gómez Álvarez. El 7 de octubre de 1975 es la fecha de creación oficial de la UNELLEZ, cuyo primer equipo rectoral estuvo encabezado por el doctor Felipe Gómez Álvarez, mientras los ingenieros agrónomos Humberto Jiménez, Israel Tineo Gamboa y Pedro José Urriola Muñoz y los economistas Martín Ramírez Blanco y Juan Rivera Galvis, se desempeñaron como vicerrectores de las distintas áreas académicas y servicios de la universidad. Como primer rector de la UNELLEZ, le correspondió la honrosa y exigente tarea de poner en marcha el novedoso y revolucionario modelo de la institución universitaria recientemente creada.

Esta es su obra capital, pues la agricultura y la cría de esta región se han orientado hacia el desarrollo y progreso de esas actividades agropecuarias. Es decir, la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales “Ezequiel Zamora” ha contribuido a la solución de los problemas de la región en su campo de actividades.

Con un alto contenido humano, el rector Gómez Álvarez, con fondos provenientes de su jubilación como profesor de la Universidad Central de Venezuela, crea la Fundación de Ayuda Estudiantil (FUNDAES), con la finalidad de otorgar becas y ayudas económicas a los estudiantes de escasos recursos económicos de la UNELLEZ.

El 19 de julio de 2001, muere en Guanare Felipe Gómez Álvarez, a la edad de 78 años. Esta resumida semblanza de este excepcional guanareño, nos permite valorar en su justa dimensión a quien entregó y consagró su vida al servicio de los mejores intereses por el desarrollo de la agricultura venezolana en las diferentes facetas en que se desenvolvió: docente universitario, investigador científico y funcionario al servicio de la nación, lo que nos permite concluir que Felipe Gómez Alvarez fue EL GRAN SEMBRADOR de conciencia, de conocimientos, de logros y de esperanzas.

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(*) Adm. Prensa VPA