Toda gerencia tiene que demostrar seguridad en sus relaciones, depositar confianza, en sus recursos humanos, además de haber cultivado una confianza en sí mismo; todo ello para garantizar un clima favorable en el desempeño de sus funciones.
Nos recuerda Wikipedia, que en sociología y psicología social, la confianza es la creencia en que una persona o grupo, será capaz y deseará actuar de manera adecuada en una determinada situación y pensamientos. La confianza se verá más o menos reforzada en función de las acciones.
El término confiabilidad es usado generalmente para expresar un cierto grado de seguridad de que un dispositivo o sistema opera exitosamente, en un ambiente específico durante un cierto periodo de tiempo. La moderna concepción cuantitativa de la confiabilidad tuvo sus orígenes en la tecnología militar y espacial. Sin embargo, el incremento en la complejidad de los sistemas, la competitividad en el mercado y la creciente competencia por presupuesto y recurso, han originado la expansión de la disciplina a muchas otras áreas. Cuando la confiabilidad se define cuantitativamente, puede ser especificada, analizada y se convierte en un parámetro del diseño de un sistema, que compite contra otros parámetros tales como costo y funcionamiento.
Se nos agrega además, que confiamos en alguien, cuando creemos conocer sus intenciones. Desconfiamos de alguien, cuando creemos desconocer sus intenciones; aun más claramente, desconfiamos cuando creemos saber qué oculta sus intenciones. En el primer caso, haga lo que haga y diga lo que diga, creemos saber que todo se corresponde con sus intenciones. En el segundo caso, nada que haga o diga, nos convence de que no oculta algo.
Nos aporta además Mario Valdivia, que normalmente basar nuestra confianza en creer que conocemos las intenciones ajenas, nos conduce a confiar en lo familiar y a desconfiar de lo no familiar. Simplemente porque suponemos desde el sentido común, que conocemos aquello que es familiar. Así terminamos confiando en nuestros amigos, simplemente porque lo son, y desconfiando de los distantes, simplemente porque no lo son. Manifestamos infinita paciencia y comprensión con las traiciones y abandonos de nuestros amigos, en la misma medida que manifestamos impaciencia e incomprensión con las fallas de los demás. Mal aconsejados estamos los 15 millones de habitantes de este pueblo chico, si creemos que podemos confiar así en el mundo.
En realidad, no se trata de saber que alguien es confiable, porque no podemos saber cuáles son sus intenciones. No podemos basar la confianza en el saber. Lo que quiere decir, que no podemos suponer que estamos seguros. En realidad, debido a que las intenciones son ocultas, los seres humanos siempre podemos traicionar: podemos engañar comunicando intenciones que no son verdaderamente las que tenemos. Nada puede asegurarnos contra esta posibilidad. Pero la contrapartida de esta posibilidad de traicionar, es la posibilidad de cumplir y guiarnos por buenas intenciones, y muchas veces de manera gratuita. Si le fuera prohibido a nuestro ser la traición, no le sería posible la nobleza.
CLAVES PARA OBTENER ALTOS NIVELES DE CONFIANZA
Nos recuerda Gabriela Toros, que a fin de lograr una buena confianza se considere:
-Respetar acuerdos.
Es importante señalar que, antes de presentar opciones para lograr acuerdos, se deben lograr todos los niveles de aprobación necesarios al objeto del mismo. Este respeto de acuerdos, debe ser en doble vía y contribuye al mantenimiento del compromiso entre las partes.
-Compartir Información.
La confianza entre las partes genera la posibilidad de lograr, que no se oculte la información, sobre todo, aquella que por su naturaleza puede ser de vital importancia, en mejorar o aclarar cualquier situación laboral de interés común.
-Admitir errores.
A pesar de constituir este punto un área difícil de reconocer, por lo general debemos mencionar, que el alto nivel de confianza origina un clima favorable para que, libremente y a fin de corregir actuación futuras, se admitan los errores cometidos, especialmente con miras de sincerar actuaciones y admitir la necesidad de cambiar para lograr un mejor clima laboral.
-Aprender de los errores.
La cultura de reconocer los errores, nos da la posibilidad de sacar el mayor aprendizaje de los mismos y establecer un análisis profundo de nuestras equivocaciones; para compartir lo que aprendimos de ellos, aplicando lo positivo y eliminando la parte negativa para futuras actuaciones.
-Asumir mayores responsabilidades.
Esta generación de confianza nos hace sentirnos seguros para ir cada día logrando nuevos compromisos en el desempeño de nuestras actividades. Es importante mencionar que esta confianza elimina barreras en nuestra actuación y nos hace crecer profesionalmente.
Por último, considérese lo que nos lega la revista ´consumer.es´ que es imposible creer que los demás confían en nosotros, si nosotros mismos no lo hacemos, pues la confianza nunca viene dada de fuera. Si no hay equilibrio interno pensaremos que el apoyo, el aplauso o la admiración se nos ofrecen para animarnos, por guardar las formas o, en la mayoría de las ocasiones, porque no nos conocen realmente y se quedan en la imagen que les estamos proyectando; es decir, creemos que les estamos engañando. Esto deviene, porque hacemos las tareas con la vista puesta en los demás, esperando su aprobación y beneplácito, sin un convencimiento interior. Al carecer de una guía personal que nos oriente en la consecución de nuestra meta o del proyecto de nuestra vida, el esfuerzo que debemos realizar es mucho mayor, y lejos de potenciar nuestras habilidades, debilita y destruye la confianza en nosotros mismos, y con ello la autoestima.
¿Por qué? Para contar con una buena autoestima debemos estar convencidos de que somos aptos para la vida que hemos elegido llevar. Quien no goza de confianza en sí mismo, posterga las decisiones, da largas a los asuntos pendientes, va dejando cosas sin hacer por el camino y mantiene una actitud de parálisis. Con todo esto, no consigue sino certificar que ciertamente es una persona en quien no se puede confiar.
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