Guerra a la Polar

Econ. José Guerra – Los burócratas de la Superintendencia Nacional de Silos, Almacenes y Depósitos Agrícolas, (Sada), del Instituto Nacional de Prevención, Salud y Seguridad Salud, (Inpsasel), y del Instituto Nacional para la Defensa y Educación del Consumidor y el Usuario, (Indecu), tiene los ojos muy abiertos para inspeccionar a las plantas de Polar, pero se ciegan cuando en las empresas del Estado ocurren cualquier tipo de atropello o irregularidad que pone en riesgo la seguridad industrial.

Eduardo Samán, presidente del Indecu, destila odio cuando se refiere a la empresa privada y es un firme partidario de la estatización de la economía. Con funcionarios de este tipo es muy poco lo que puede esperar un país. En su ignorancia, Samán piensa que la inflación en un problema de distribución de los bienes y nunca se interroga por los determinantes macroeconómicos, que desde Afganistán hasta Argentina provocan la subida de los precios. El asunto es que Empresas Polar está siendo hostilizada por una política de Estado que es incapaz de valorar el aporte que este grupo empresarial hace al desarrollo nacional y de paso el único de capital nacional que queda en el país. Cuando ya Samán y quienes lo secundan no sea funcionarios, quedará en Venezuela el recuerdo ingrato de un grupo de perseguidores de la gente que invierte y trabaja en y por el país. Polar seguirá y Samán y los suyos serán nadie.

No le vasta al Gobierno el estricto control de precios impuesto a los bienes que manufactura la empresa y que amenaza muy seriamente su rentabilidad y con ello las posibilidades de seguir produciendo alimentos en Venezuela. Quieren ver a sus dueños arrodillados, implorando compasión y pidiendo audiencias ante el jefe, para quebrarlos moralmente. Tal vez algunas de esas caricaturas de empresarios que ahora pululan en los ministerios a la caza de créditos baratos que nunca pagarán y contratos para venderle al gobierno productos que ellos no fabrican, estarán frotándose las manos y haciendo cálculos imaginarios ante la eventualidad de que Hugo Chávez de un paso en falso y en una de esas noches de desvelo adopte la decisión de estatizar a Empresas Polar, para que ellos aparezcan entonces como los administradores de las plantas y los centro de distribución que mantiene esa compañía. Tal vez de lo que otros no se dan cuenta es que en Venezuela ninguna empresa está a salvo de la garra del Estado y que la lista de espera de empresas candidatas a la estatización cada día se hace más larga.

En una economía donde la inversión es un artículo escaso, donde el mejor negocio es importar en lugar de producir, donde la especulación financiera a la sombra de los ministros de Finanzas es una actividad de alto rédito y riesgo mínimo, el esfuerzo de Empresas Polar, por expandir sus operaciones, crear más productos y realizar una obra social, tiene que ser reconocida por los venezolanos y lo va a ser en la medida en que la inviabilidad de este modelo económico estatista que prevalece actualmente sucumba ante la ineficiencia y la corrupción.

Desde que la familia Mendoza comenzó la manufactura de los jabones de lavar ropa por los años cuarenta, las marca «La Torre» y «Las Llaves» se ha transformado en un emporio, gracias a la buena administración y el tino de quienes siguieron el ejemplo de Lorenzo Mendoza Fleury. Luego vino el inicio de actividades en 1941 de la Cervecería Polar y con ella su agilidad y genio comercial al financiar a pequeños bodegueros para la adquisición de neveras que en un país donde empezaba a llegar la luz a los pueblos, se hacía imprescindible el enfriamiento de la espumosa bebida. A ello siguió el procesamiento y manufactura de los productos del maíz hasta concebir la harina precocida y la famosa marca Harina Pan a que continuaron otros productos alimenticios como pastas y también las chucherías.
Piensan unos talibanes tropicales, enceguecidos por el resentimiento social, que todo ese esfuerzo y tradición puede ser destruido desde el Estado y que con la inmensa fortuna que maneja el Gobierno todo lo pueden comprar. Se equivocan. Creen que la historia es la que se escribe hoy exclusivamente y no lo que fue y lo que será. Como nadie conoce el futuro y la vida da tantas vueltas, debo dejar asentado que, quien esto escribe, no tiene relación alguna con esas empresas ni sus asociaciones afiliadas; pero, si valoro la mística y el espíritu emprendedor de quienes dirigen a Polar. De paso, mi sueldo lo conforman una pensión tempranera por veintiún años de servicios en el BCV y mi remuneración como profesor agregado a tiempo completo de la Escuela de Economía de la UCV.

Fuente: www.talcual.com